La evacuación del hospital de niños Orlando Alassia fue uno de los momentos críticos de la inundación del Salado. Con el agua a la cintura, al hombro y luego al cuello, los directivos, médicos y enfermeras tuvieron que sacar del hospital a chicos que estaban en Terapia Intensiva y en Neonatología, entre otras áreas que requieren cuidados y asistencia permanente.
Los niños fueron transportados en lanchas de Gendarmería, con un médico o una enfermera al lado, pero también había decenas de embarcaciones de muchos santafesinos que se había acercado y que colaboraban con el personal del Alassia y con la gente de Santa Rosa de Lima que se evacuaba en forma masiva por calle Mendoza. “Era un desfile de personas mirando a la nada, con sus carros y sus perros a cuestas”, recuerda en diálogo con El Litoral Diana López, que hace diez años era la jefa de Guardia del Alassia y ahora es secretaria técnica de la Dirección Ejecutiva del hospital.
En el hospital, la mañana del 29 de abril había comenzado con mucha incertidumbre. Las autoridades políticas primero aseguraron que el Alassia no se inundaría, luego se realizaron algunos esfuerzos para defenderlo (se colocaron bolsas de arena y se llevaron los equipos y la tecnología sanitaria a la planta alta), pero cerca de las dos de la tarde ya se reconocía que no había otro remedio que evacuarlo.
A esa altura, los directivos y responsables de las distintas áreas del hospital, el director era el Dr. Santiago Paviotti, ya habían tomado algunas medidas claves. “Se dio de alta a todos los pacientes posibles, aunque en situaciones normales hubiéramos preferido que se quedaran en el hospital”, cuenta Celia de Bosque, supervisora de Epidemiología del Alassia.
Pero el gran desafío era cómo planificar, con el nivel del agua creciendo minuto a minuto, la evacuación masiva de los pacientes de Terapia Intensiva y Neonatología. Algunos de estos niños estaban conectados a respiradores artificiales.
La decisión fue trasladarlos a las unidades de internación del hospital Cullen, del Sanatorio Americano y de la Clínica de Nefrología, entre otras instituciones médicas. Cada chico salió del hospital en lancha, acompañado por su mamá y por un médico o enfermera. “El profesionalismo de los trabajadores del hospital fue clave en un momento tremendo, y también tuvimos algo de suerte, o alguien los cuidó, porque todos llegaron bien a las unidades de internación”, destaca López.
Los meses que siguieron fueron difíciles para los trabajadores del hospital. “Pensamos que lo habíamos perdido”, admite López. Pero había muchas cosas para hacer. De Bosque se trasladó, junto al equipo de Epidemiología, al ex hospital Italiano. “Allí trabajamos en las campañas de vacunación y en la prevención de casos de hepatitis y leptospirosis, entre otras enfermedades”, recuerda.
El 7 de agosto del 2003, el hospital de Niños se puso de pie. Se reinauguró en una ceremonia muy emotiva para los empleados. Con la recuperación de las instalaciones, se amplió la capacidad de camas de 120 a 160 (en la actualidad son unas 180 las camas disponibles) y también se incorporaron equipos y tecnología.