Por Santiago De Luca
Por Santiago De Luca
En el norte de África tenemos un cruce fértil de lenguas y expresiones que es excepcional en su singularidad. En Marruecos hay hablantes de tamazigh y de sus múltiples dialectos, del árabe y del dariya, o árabe marroquí, que se fue alejando de la matriz del árabe clásico (el denominado ‘Arabiyya al-Fusja), y de las lenguas europeas como el francés o el español. En un mismo día, en algunas regiones del país, un hablante que frecuente diversos círculos o asista a diversas actividades sociales o culturales puede convivir con todos estos universos verbales. Esta particularidad lingüística única se la puede rastrear en el testimonio de viajeros a lo largo de los siglos. Hace ya algunos años organizamos en Tánger un simposio sobre la lengua española en Tánger con la colaboración del diplomático Borja Morate. Los diferentes especialistas mostraron cómo nuestra lengua está afectada y fertilizada por tantos contactos lingüísticos en esa región. Luego del simposio terminamos publicando en SureS un libro con el título El bakalito de las palabras. Esta palabra, bakalito, es emblemática de ese español norteafricano para referirse a una tienda de ultramarinos, que nosotros en Argentina denominaríamos como un pequeño almacén. Esta última palabra también viajó desde Marruecos a Argentina. Como se sabe, el prefijo ‘al’ corresponde al artículo “el” y majzén significa en árabe depósito. Almacén: el depósito. En una época allí majzén se refería a las autoridades del gobierno marroquí. Se desplazó el significado porque se guardaba en el depósito, en el almacén, lo recaudado por el estado. Algunos se refieren como al-Majzén en la actualidad a lo que nosotros llamamos círculo rojo. Siguiendo con este trayecto en el espacio y en el tiempo de palabras que unen culturas y lenguas, el lingüista Alberto Gómez Font nos señala que “de algunos años a esta parte quienes viajan a Marruecos pueden elegir entre alojarse en un hotel convencional o en un ‘riad’, y esto último es lo que está más de moda. Más raras serán las personas que pernocten en un ‘riad’ y relacionen esa palabra con el español ‘arriate’, voz proveniente de la misma raíz”.
Cuando alguien viaja y se desplaza a otros territorios se encuentra con otras palabras, con otras lenguas, con otras entonaciones y, sobre todo, con las propias palabras que se revelan con otro brillo al estar rodeadas de otro paisaje verbal. Cuando las personas viajan, algunas de las palabras que viajan con ellas se caen de sus cuerpos para habitar el nuevo espacio. A veces cambian el ropaje, pero conservan algún rastro de su contenido anterior en el nuevo contexto sonoro. El viaje de las palabras se produce en múltiples direcciones. Particularmente interesante, en este desembarco de expresiones, por la condensación cultural que implica, son los refranes. Hay refranes marroquíes que atravesaron el estrecho de Gibraltar y luego el Atlántico y que nosotros utilizamos hoy con total naturalidad, probablemente ignorando sus largas travesías. Por ejemplo, de origen marroquí es el refrán que dice En boca cerrada no entran moscas, que es una traducción casi literal del árabe marroquí y que recitaba con fruición en esta lengua en su casa de Marraquech Juan Goytisolo cuando lo visité y le realicé una entrevista para este diario. Pero también podríamos citar otros: Quien se ausentó de la vista se ausentó del corazón (que corresponde a nuestro ojo que no ve corazón que no siente), el cuervo horada el ojo de aquel que lo cría (este pasó al español como cría cuervos y te sacarán los ojos), en casa de los ciegos el lagañoso tiene los ojos negros (corresponde al refrán nuestro en el país de los ciegos el tuerto es rey. Es importante señalar el valor de belleza que se le otorga a los ojos negros en la cultura en la que se fraguó este refrán). Y la serie no se agota… Cité solo algunos que me trajo el recuerdo de una conversación con Juan Goytisolo y la colaboración en SureS del especialista Francisco Moscoso García quien escribió el siguiente texto donde analiza este tema: Los refranes recogidos en el Vocabulista del P. Patricio de la Torre: puente de unión entre al-Andalus y Marruecos.
Una de las expresiones marroquíes que más se acerca a lo que quiero decir, y que se encuentra escrita en el alfabeto árabe (el alifato) sin traducir como epígrafe en la novela Makbara (esta palabra se refiere a los cementerios y en una de las hipótesis etimológicas es de donde procede, según algunas fuentes, nuestra palabra ‘macabro’) es la que se suele traducir de la siguiente manera: como el viento en la red. Si la transliteramos del original a nuestro alfabeto la podemos escribir aproximadamente así: ka al-rih (como el viento) fi (en) al-shabaqa (la red). Hay cosas que no se pueden capturar y que en su transitoriedad tienen su intensidad. Algo se escapa de nuestro control. Y algo se agita en nuestro interior con esa inclinación ligera e indestructible, igual que las palabras que nos preceden, nos habitan y nos trascienden; como el viento en la red.