Por Liliana Montenegro de Arévalo (*)
Hacia los 450 años de la fundación de Santa Fe
Por Liliana Montenegro de Arévalo (*)
Andrés Atilio Roverano (1925-1978) fue miembro de número de la Junta Provincial de Estudios Históricos y director del Archivo General de la Provincia desde 1969 hasta su fallecimiento. Fue docente de escuelas militares en Villaguay (Entre Ríos) y Santo Tomé (Santa Fe), así como profesor de la cátedra América II en la Facultad de Historia de la Universidad Católica de Santa Fe. A sus funciones administrativas y docentes, también asoció su interés por el estudio y la investigación de la historia de Santa Fe en ambos sitios: el viejo y el nuevo.
Con respecto a Santa Fe y su zona de influencia, merecen citarse los siguientes títulos editados: "El río Salado en la historia" (de 1956); "Santo Tomé, el paso histórico de Santa Fe de la Vera Cruz" (Editorial Castelví, Santa Fe, 1960) y "Santa Fe La Vieja", seleccionado en el certamen 1959 del Fondo Editorial de la Municipalidad de Santa Fe. Esta última obra fue una edición del Ministerio de Educación y Cultura de Santa Fe (1960), siendo gobernador Carlos Sylvestre Begnis y ministro de Educación y Cultura, Félix F.M. Pagani. En 1983, la editorial Colmegna publicó una segunda edición.
Nos detenemos en "Santa Fe La Vieja" en dónde Roverano aborda temas como: las elecciones capitulares; maestros y escuelas; un gobernante supuesto; edilicias; la ermita de San Sebastián y San Fabián; de zapatero a procurador; San Jerónimo: Patrono de la ciudad; la visita del gobernador; el edificio del Cabildo; el abasto de la ciudad; la moneda y la mudanza. Completa el texto una cronología de gobernantes con sus respectivas biografías. En la biblioteca de Agustín Zapata Gollán, ilustrador de la carátula, encontramos un ejemplar dedicado, en el que expresa: "Para el Dr. Agustín Zapata Gollán, distinguido historiador y autor, con el más profundo agradecimiento por su valiosa colaboración y con los respetuosos sentimientos, de mi mayor estima". Sigue la firma del autor.
Ante el movilizador título "Un gobernante supuesto", nos encontramos frente al hecho de que no habían transcurrido dos meses de la asunción de un nuevo teniente de gobernador, el capitán Gonzalo de Carbajal, cuando aparece en Santa Fe "una persona principal y caballero hijodalgo" reclamando para sí el mando de la misma. Era don Sancho de Figueroa Solís. El lunes 31 de julio de 1623, don Sancho solicita al Cabildo, por medio de la documentación que presenta, ser admitido como teniente de gobernador, capitán a guerra y justicia mayor.
Los capitulares proceden a la lectura de los papeles, pero no a su acatamiento, conforme a un antiguo y siempre actual dicho español, "Se obedece, pero no se cumple", que ya había echado raíces en las Indias. El no ser vecino de Santa Fe, se estimaba violatorio de la real cédula que disponía tener presente a los hijos de conquistadores y pobladores para cubrir los cargos de mando, y vulneraba intereses de la ciudad al ponerla en manos de un extraño que desconocía sus necesidades, sus problemas y su idiosincrasia.
Las pretensiones de don Sancho de Figueroa Solís se disiparon ante la firmeza de los cabildantes santafesinos, libres, por el momento de las imposiciones de un gobernador dominante. Juan Ortiz de Montiel, hijo del "benemérito" Alonso Fernández Montiel, fundador y poblador de la ciudad, y escribano de ella durante varios años, haciéndose cargo de la situación, y con el propósito de alejarlo del poder, obtuvo una copia de la real provisión que ordenaba a los tenientes de gobernador contar con la aprobación de la Audiencia de la Plata (actual Sucre) para poder ejercer.
Don Sancho abandona su ambición por alcanzar el mando de una cuarta ciudad (antes lo había sido de Salta, Santiago del Estero y Córdoba), después de intentarlo durante casi un año. El 13 de mayo, con sus petates listos para abandonar Santa Fe definitivamente, pide al Cabildo copia de todas las actuaciones promovidas en su fracasada y extensa gestión. Los capitulares acceden, pero antes, se le hizo labrar el testimonio solicitado "a las puertas de la casa del Cabildo", en su presencia y bajo la vigilante mirada de los alcaldes ordinarios. Y la entrega de la copia se formalizó después que hubo abonado la tasa fijada por el arancel del escribano público y de Cabildo.
En el año 1973 Roverano publica "Santa Fe de antaño", una separata de la Revista Nº 43 y 44 de la Junta Provincial de Estudios Históricos de Santa Fe. En el prólogo advierte que al margen de la historia grande -hechos rectores, acontecimientos decisivos, revoluciones- existe otra historia, pequeña, anecdótica, doméstica, que igualmente posee importancia.
Es así como en "Santa Fe de antaño" expone sobre: la primera "huelga" santafesina (1652); Piratas en Santa Fe (1624); El primer maestro santafesino; Hernandarias: el criollo; Los indios; Los jesuitas; El contrabando; La visita de un gobernador, los comerciantes y el vino; El alcalde mayor Antonio Tomás; Una penosa precursora ("rollo" de la justicia); Las rentas (propios) de la ciudad; Los chanáes y el arroyo Monje; La salud pública; Comerciantes honestos y de los otros; San Javier; San Jerónimo: Patrono de la ciudad; La primera carta de recomendación; San Roque patrono de las pestes; La fama del cacique Coronda.
La primera "huelga" santafesina que rescata Roverano, es una de panaderos. Corría 1652, año funesto, por cierto, fundamentalmente debido a la peste que azota la población, la que se apresta a mudarse ante la persistente sequía y la infaltable creciente. La cosecha de trigo había sido muy escasa y al precio del pan hubo que aumentarlo. Ante la imposición del Cabildo acerca del mantenimiento del precio los fabricantes se negaron a acatar la orden y se declararon en huelga. Las autoridades capitulares de inmediato, conminaron a los huelguistas a seguir fabricando el pan. Los involucrados, cuatro mujeres y un hombre, abogan por sus derechos.
Sobre el sitio nuevo, en el año 1963 Roverano edita "La despoblación de Santa Fe (1713-1730)"; esta última, separata del Nº 27 de la Revista de la Junta Provincial de Estudios Históricos de Santa Fe. A comienzos del siglo XVIII comienza para Santa Fe una de las etapas más duras y penosas de su historia. El movimiento emprendido por los aborígenes desde el Bermejo hacia el sur, fue abarcando, en forma de abanico, la zona de influencia de las ciudades existentes entonces en nuestro actual territorio.
La presencia de los abipones y sus aliados en las cercanías de las estancias y de los lugares utilizados como paraderos por quienes iban a vaquear, potrear o cervear, se transformó en poco tiempo en activa disposición de daño y muerte. La inquietud por abandonar la ciudad va ganando voluntades. Algunos consiguen marcharse, otros en cambio no alcanzan esa suerte.
Así llegó un momento que a Santa Fe le queda nada más que una vía de abastecimiento, la ruta fluvial a la Bajada (Paraná), perdidas las estancias de Ascochingas, Salado, Rincón y Coronda. Los desplazamientos aborígenes se hicieron más intensos, rebasando la latitud de Santa Fe hasta alcanzar la zona del río Carcarañá. Este éxodo santafesino dará lugar a la formación de las futuras ciudades de Rosario y Paraná.
(*) Contenidos producidos para El Litoral desde la Junta Provincial de Estudios Históricos y desde el Centro de Estudios Hispanoamericanos