Durante el mes de marzo nos encontramos con un amigo de muchísimos años, con quien comentábamos acerca de las posibilidades del peronismo y "sus arrabales" para las elecciones del año que arrancaba: 2023. La experiencia de 2021, en tal sentido, era formidable. Y parados en marzo de 2023 la situación aparentaba sencilla. Sencilla e inapelable, ya que el fracaso de Alberto Ángel Fernández, porteño y abogado, era inocultable. Tal vez para juicio político.
La situación del verdadero núcleo ígneo del peronismo también era muy particular. Un 22/18 % de fidelidad absoluta (aún hoy en ese rango oscilaría) le daban centralidad para que, si no era candidata, se pusiese en jueza decisora porque ese porcentaje de votos, votos fieles hasta el suicidio democrático, eran necesarios para cualquier desarrollo pero, ay, ay, ay, también cerraban la posibilidad de ampliar la base con votos menos violentos, menos radicalizados, más calmos, si se quiere más "clase media bonachona y nostalgiosa".
El núcleo ígneo cerraba en la señora CFK. Cristina, la muchacha del arrabal platense, ejercía una centralidad que administraba con fiereza. Con este amigo ensayábamos excusas para un escenario de estrepitoso fracaso del peronismo y sus arrabales, habida cuenta que desde ese núcleo duro y fervoroso no salían señales, no podrían salir señales de amistad y mucho menos de alianzas. Dejando un 10% para los costados más alejados de la centralidad política el cálculo era 65% contra el 25% que reuniría quien era –acaso sigue siéndolo– el eje político del peronismo: Cristina.
No pensábamos que el altísimo porcentaje de oposición al gobierno de Alberto, con jefatura final en la estación CFK y sus delegados, no tuviese resuelto lo que parecía tan visible: la oposición ostentaba una intención mayoritaria de votos, de aliento, de anhelo de mandato electoral y los medios estaban (¿están?) muy inclinados hacia el mismo anhelo, tal vez el mismo destino. El fin del peronismo. De esa forma de peronismo. De lo que sostiene Juan Carlos Torre (así, sin "ese"). Menem es la tesis, Néstor la antítesis. Faltaba la síntesis. El peronismo marchaba a la alcantarilla de los recuerdos.
Nos reencontramos sobre julio/agosto con unos fríos inapelables en Mar del Plata, por cuestiones de semanas libres y buena gastronomía. Mar del Plata y Rosario tienen varias cuestiones en común. Aluvionales. Ciudades portuarias. No son "capital de provincia" pero tienen más riquezas que sus respectivas capitales estatales. Sus gobiernos se manejan con relativa independencia y se insiste: el carácter aluvional las llena de gente que arriba y se queda. Las familias patricias en Rosario no existen y en Mar del Plata han sido relegadas porque todos vienen de algún sitio y se quedan. Mar del Plata es la sede de la vacación gremial. Rosario es el sitio con más población gremial. Después las individualidades.
Las dos ciudades permiten ver el panorama político desde una pequeña colina, casi una lomada, una zona alta que ayuda a observar el panorama. En julio/ agosto el panorama era diferente al del final del verano. La provincia de Buenos Aires estaba afianzada en sus autoridades. El foco ígneo (CFK) ya había mostrado que hablaba poco y con una precisión de bisturí. La oposición no encontraba un eje fundamental para coordinar el descontento social y el ejercicio del periodismo en Sede Central (CABA) fomentaba el enojo, pero también la dispersión.
Demasiada gente enojada, pero sin un jefe que organizara el enojo. Los medios de comunicación pueden destruir un jefe, pero no logran fabricarlo porque su construcción es –literalmente- en el aire, y las jefaturas se refrendan en el territorio (atención: conviene recordar esta afirmación). Si bien pueden construirse en redes y medios tradicionales necesitan la confirmación territorial. Carne y hueso, y no estampitas, sería la burda traducción de un facto.
Ya hablábamos de un peronismo y sus arrabales con posibilidades de pelear, de intentar mantener el poder… y fallecer en ese intento. Siempre sostuvimos un punto sin discusión: CFK callada y sin espantar a los que se acercaran a la carpa de los milagros. La indecisión de una oposición cerrada en números (nunca menos del 55 al 60%) alentaba lo que decía Alfredo Le Pera: febriles esperanzas. No había un eje temático y un liderazgo claro. Las señales del titular del espacio fueron, eran, son, serán contradictorias.
Sonreíamos con los vaivenes de Mauricio Macri. Nadie puede negar que allí estaba el hombre, pero evidentemente no aprobaba el entorno, las necesarias circunstancias. El tiempo desde aquellas conversaciones sobre el cierre de verano (qué texto el de "Aguas de Marzo", recomiendo versión Elis Regina y su autor, Jobim, a dúo) se medía diferente en el invierno. Las elecciones provinciales, esos campos de ensayo de la política nacional, esa suerte de federalismo chueco, estaban diciendo lo suyo.
Los triunfadores provinciales, los emergentes provinciales no respondían a un solo líder de carácter nacional en la oposición; tampoco a la señora Cristina de un modo singular y vertical. El fin del agosto invernal y el anuncio de la primavera traía un problema: la sequía era una pesadilla con los ojos abiertos. Un mal que no podía imputarse a los líderes políticos. Argentina era obvia. Una economía que se caía a pedazos. Ese presidente que cada día era más una ilusión o una broma y un país que trataba de acomodarse a los malos hábitos, los malos tiempos y los dirigentes distraídos en el bridge o las divisiones internas.
El oficialismo advertía que se necesitaba un traductor y un pastor para ir de oficio semanal en oficio semanal. Ante la obviedad las decisiones más simples. La señora, alertada por sus asesores, aceptó que aparecería un escenario de tercios, aceptó y avisó. El peronismo ampliado no podía superar ese escenario descuartizado en tres torsos y dos extremidades disociadas a la derecha y la izquierda. En mitad de una sequía impiadosa, una ausencia de política energética de largo plazo que quitaba independencia y un desarrollo industrial minusválido que nos obligaba a acumular y acumular ayudas estatales.
Los estómagos dependientes del Estado fueron y son demasiados como para no advertir el yerro de la economía, de la justicia social y de la planificación para una sociedad industrial en crecimiento. El tren del siglo XXI y el escenario pos peste nos dejaba en el andén y en eso estamos. Nos reunimos con el amigo en los primeros días de septiembre y sonreímos. Tantas voluntades perdidas eran una fortuna que nadie imaginaba convertidas en monedas de poco valor en el suelo de las calles. Había que salir a recogerlas.
Las circunstancias, más que el hombre, habían inventado un sujeto mediático de valor en desarrollo (nadie se animaba a tasarlo y los que lo hicieron se equivocaron), un valor que aún no puede cerrarse en un número. Los medios hicieron lo suyo, el desencanto también. La falta de un mensaje, de alguien que dijese aquí estoy, soy la opción natural al oficialismo, permitió que una corriente mundial de hastío, de "dale, vamos", votemos por hastío a lo que se ofertaba a la derecha, a la izquierda y al centro del escenario. En el encuentro la frase era esta: "¿Podés creer…?". La respuesta era semejante: "Y… sí".
El peronismo y sus arrabales, desahuciado en marzo, complicado en el invierno, abofeteado en las primeras elecciones, oferta hoy una opción de certidumbre, repito: opción de certidumbre. Aquella oposición del 60% se dividió, se descuartizó, finalmente le queda reunirse detrás de una opción en desarrollo donde el hastío fabricó eslogan y adhesiones. La semana que viene (ya nos reunimos en estos días) no será siquiera un año después y las cuestiones político-sociales se aceleraron mucho, acaso demasiado, y por lo tanto habrá poca precisión en las decisiones que tendrán largo alcance. De eso hablaremos, demasiada velocidad para cosas muy importantes.
Tomaré un largo café con mi amigo, tal vez uno de los más importantes cerebros políticos que dio mi provincia. Respetaremos a Astor Piazzolla y a Charlie García, como los dos circuitos más altos de influencia musical en la segunda mitad del siglo XX. Tocará referenciar a Charlie, bajo cuya sombra protectora David Lebón escribió: "El tiempo es veloz, la vida: esencial, el cuerpo en mis manos me ayudan a estar contigo. Quizás nadie entienda, vos me tratas como si fuera algo más que un ser. Te acuerdas de ayer, era tan normal la vida era vida y el amor no era paz. Que extraño, ahora me siento diferente; pienso que todavía quedan tantas cosas para dar (…)". Toda elección es una esperanza, que no es lo mismo que acechanza y nos resignaremos a lo que sugiere Lebón: el tiempo es veloz. Tal vez demasiado.
Nota: En 1952 Piazzolla escribió "Lo que vendrá"; anunciaba lo suyo con mucha precisión. Ya no lo tenemos con nosotros. Cualquiera que ejecute la partitura después del 10 de diciembre fue con nuestra participación, con nuestro voto. Nosotros decidimos lo que vendrá. No somos Astor. Apenas si entendemos a Lebón. "Te acuerdas de ayer, era tan normal, la vida era vida y el amor no era paz".