Sábado 9.12.2023
/Última actualización 11:33
Corría el mes de abril de 1992. Era un día viernes. Los cuatro operarios ya estaban en sus puestos en el Teatro Municipal 1º de Mayo, el orfeón mayor de nuestra ciudad. Hay puestos claves en una función de teatro y uno de ellos es el del maquinista, la persona que se encarga de afinar los telones, patas, bambalinas. El talentoso bailarín Jorge Donn ensayaba en soledad, detrás del escenario, unos dúctiles pasos. Los hermanos Godoy y Carlos Porpato escribían en sus libretitas las últimas anotaciones. Aldo Maldonado, ajustaba los detalles del telón como podía.
Se sentía la presencia del público en el hall central, mientras Jorge se disponía a representar nada más y nada menos que el famoso "Bolero", de Maurice Ravel. Luces tenues eran manipuladas hábilmente por Osvaldo Ciorciari, Beto Herrera y el mencionado Porpato. Jorge venía de Europa. Una plataforma circular plateada, de unos sesenta centímetros de diámetro, estaba montada en la boca del escenario. Hugo Fosco, de valioso aporte para poder recordar este histórico momento, en su calidad de jefe de Personal y Mantenimiento, recorría personalmente el lugar, ajustando todos los detalles de la escena.
Quiso el destino que la Banda Municipal de Santa Fe -agrupación creada en 1981, musicalmente afianzada y reconocida para la época-, bajo la dirección del maestro Jorge Chiappero Favre, estuviera programada para complementar la actuación de Jorge. Atento a ello, la línea de instrumentinos afinaba prolijamente desde hacía un buen tiempo con una LA 440, provistos de un diapasón.
Conociendo a Maurice Ravel
Puede decirse, sin temor a la equivocación, que "Bolero", la máxima pieza musical lograda por Ravel en toda su vida, ha sido una de las obras musicales más conocidas del mundo en el siglo XX. Es un ballet creado por el compositor en 1928, con carácter de obsequio para la bailarina Ida Rubinstein. Conocido históricamente como "El Bolero de Ravel", forma parte no solo de un proceso creativo, sino que está imbricado en la propia enfermedad del autor, quien al momento de componer la obra ya había comenzado a manifestar una patología neurológica degenerativa llamada demencia frontotemporal.
Esta enfermedad, que incapacitó totalmente al célebre músico a partir de 1932, le fue produciendo un daño inexorable en su sistema neuronal, perjuicio que se manifestaba en forma de afasia (déficit en el lenguaje) y apraxia (pérdida de la capacidad para llevar a cabo movimientos). Además, el autor de la obra que ejecutó aquella noche Jorge Donn, también padeció un daño irreparable en el área del lenguaje escrito, llegando a tardar una semana para escribir una carta de solo cincuenta palabras.
Afiche de la presentación de Jorge Donn en el Teatro Municipal de Santa Fe. Crédito: Gentileza.El músico tenía dañado el hemisferio izquierdo, la mitad del cerebro en la que se ubican los centros lingüísticos. En dicho contexto Ravel creó su célebre "Bolero". Este, se basa en dos temas melódicos los cuales exudan simpleza, pero con un "obstinato" hasta la extenuación. Los límites y extensiones de los instrumentos se exploran hasta sus fronteras. Ante la ausencia de elementos compositivos, aparece la repetición: solo cuatro movimientos, que se repiten ocho veces en los 340 compases, con volumen e instrumentación creciente en los 8 minutos.
Coreografía de Béjart, otro grande
Toda la coreografía, así como la escenografía, había sido creada por el genio de Maurice Bejárt. Un fondo celeste puesto por los operarios, con luces muy tenues, era el marco adecuado para la interpretación de Jorge. Una cinta pasaba la música. El bailarín comienza en los primeros compases desplegando sus brazos, mientras suenan las flautas y clarinetes en Si bemol, al compás de los rítmicos "Tresillos", de la obra. Luego, a partir del segundo minuto, apoya las palmas de sus manos en el plexo, baja por su abdomen, para comprimir y elevar su abdomen rítmicamente, al compás de la música.
Una apoteosis fue el marco de su actuación, donde las ovaciones, flashes y gritos del público hacían que la cúpula, pintada por Nazareno Orlandi, trepidara. Quiso la vida, que dos santafesinas se retratasen -de manera póstuma- junto a él. Desmejorado por su lenta e inexorable enfermedad así como debilitado por la misma, Jorge no tuvo problemas en posar junto a dos coreutas de la Banda Municipal de Santa Fe: Adriana Montenegro y Silvia Bally.
Fue –según dicen- su última actuación. Luego volvería a ser noticia, pero ya desde otro plano, dado que fallecería en Lausana, Suiza, en diciembre de 1993, a causa de complicaciones relacionadas con el sida. Dicen los eruditos en música que, el percusionista en la obra de Ravel no puede fallar y durante los 8 minutos que dura la obra tiene que mantener un "tempus" perfecto. Como un relojero suizo. Curiosa paradoja: tanto Jorge Donn como Maurice Béjart fallecieron en Suiza. El primero tenía 45 años, el segundo 80.