Viernes 14.10.2022
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Aunque alude específicamente a Gran Bretaña y a su reciente salida del seno de la Unión Europea, la palabra "brexit" podrá aplicarse por afinidad a situaciones de separatismo parecidos que ocurran en adelante. Nosotros nos tomamos la licencia de hacerlo hacia atrás, para aludir al caso de la provincia de Buenos Aires de 1852, cuando dejó de formar parte de la Confederación Argentina que integraba y lideraba desde que suscribiera en Santa Fe el Pacto Federal de 1831.
Antecedentes de autosuficiencia
No era la primera vez que Buenos Aires ensayaba aislarse del resto de las provincias apostando a su autosuficiencia en su enfrentamiento con el país federal de los caudillos. Lo había hecho treinta años antes, cuando no quiso participar de otro Congreso que, convocado por Córdoba, apuraba prematuramente la idea de una organización federal del país.
Entonces acordó un aislamiento consensuado en el Tratado del Cuadrilátero (enero de 1822) con Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes, cuando se estaban viviendo todavía las secuelas del primer gran cataclismo militar e institucional que sufriría la ciudad de los virreyes: la batalla de Cepeda que produjo la caída del Directorio en febrero de 1820.
La segunda catástrofe contra el centralismo de Buenos Aires, ahora bajo el modelo confederal rosista, se dio con la derrota de Caseros. En los dos casos Buenos Aires tomó distancia de las otras provincias, dispuesta a disfrutar de los beneficios del puerto, sin que nadie le disputara el manejo exclusivo de la aduana.
La figura porteña de la década del veinte fue Bernardino Rivadavia; la de los años cincuenta, Bartolomé Mitre, aunque los dos terminaron formando parte sustancial de procesos de integración, afines sin embargo a los intereses de la ciudad puerto. El primero, cuando pareció oportuno convocar a un Congreso, finalizada la guerra por la independencia (Ayacucho, 1824). Iniciado con aires federales (Ley Fundamental), terminó en un estrepitoso fracaso ante el rechazo de los términos de las paces con Brasil (en la guerra por la Banda Oriental) y la indignación de las provincias frente a la Constitución Unitaria de 1826. En ese contexto Rivadavia había sido elegido por los congresales (la mayoría porteña) presidente de una República todavía inexistente.
Las "jornadas de junio"
El 3 de febrero de 1852, caía Buenos Aires en los campos de Caseros frente a una coalición conformada por Entre Ríos, Corrientes, el Imperio del Brasil y la República del Uruguay. Previamente las dos provincias mesopotámicas habían tenido su "brexit" apartándose de la Confederación frente a la ruptura del gobernador entrerriano Justo José de Urquiza con el porteño Juan Manuel de Rosas, virtual mandatario del país, aun cuando todavía las provincias eran estados independientes.
Después de la caída de Rosas, la clase dirigente de Buenos Aires no pudo ocultar el desagrado que le significaba la figura de Urquiza, exponente para los unitarios del caudillismo que habían combatido y merecedor para los federales rosistas del calificativo de "traidor".
La concentración de poderes que aseguraron a Urquiza el Protocolo de Palermo (6 de abril) y el Acuerdo de San Nicolás (31 de mayo), más la pérdida del disfrute de las rentas de aduana, y la firme perspectiva de una Constitución federal, llevaron a Buenos Aires a la ruptura. Su gobernador, Vicente López y Planes, más benemérito que efectivo, procuró honrar el compromiso firmado y lograr que fuera aprobado por la Legislatura. El delicado asunto fue tratado en las acaloradas "jornadas de junio", en las que Bartolomé Mitre comenzó a destacarse desde su banca, en franca polémica con los ministros Juan María Gutiérrez, Benjamín Gorostiaga y Vicente Fidel López, abucheados desde la barra.
Cuando López y Planes presentó su renuncia y la Legislatura estaba por rechazar el Acuerdo, el "brexit" parecía asegurado. Pero Urquiza intervino entonces personalmente el 24 de junio en aplicación del artículo 14º del tratado de San Nicolás. Cerró la Legislatura, repuso a López, que reasumió el cargo por breve tiempo, e hizo desembargar los bienes de Rosas, como un gesto de acercamiento a sus numerosos partidarios. Bartolomé Mitre, que desde "Los Debates" hacía vehemente campaña contra el Acuerdo, en concordancia con sus discursos parlamentarios, resultó deportado a Montevideo tras un breve arresto.
Como la situación no se estabilizaba, Urquiza asumió directamente el mando de Buenos Aires el 24 de julio, apoyado en los importantes contingentes de correntinos y entrerrianos que mantenía en la ciudad desde Caseros. Tenía que demostrar energía, cuando las secuelas de la caída de Rosas generaban turbulencias en otras provincias, como Tucumán, San Juan y Corrientes. Su presencia aquietó las aguas mientras en todo el país se procedía a la elección de diputados constituyentes (agosto).
La revolución del 11 de septiembre
Los problemas se dispararon cuando Urquiza se trasladó a Santa Fe para inaugurar las sesiones del Congreso Constituyente. Desde principios de septiembre iban llegando los diputados al punto de encuentro, mientras en Buenos Aires se conspiraba contra el Director Provisorio de la Confederación, título que le otorgaba el Acuerdo en su artículo 18º, avanzando sobre el de Representante ante el Extranjero que le había conferido el Protocolo de Palermo.
El agente inglés informaba a su gobierno sobre la inminencia de la revolución, en la que confluirían rosistas y antirrosistas. Ajeno a estos planes, Urquiza partió confiado por el río a Santa Fe a bordo de una nave británica. Lo acompañaban los diputados porteños que nunca asumirían, más otros doce elegidos del entorno del General, entre secretarios y consejeros. Una importante despedida que incluyó un gran banquete y honores militares, no dejaba suponer lo que enseguida ocurriría.
La revolución estalló en la noche del 10 al 11 de septiembre con el apoyo de las tropas correntinas. Los cuerpos entrerrianos se retiraron estratégicamente sin oponer resistencia y la ciudad quedó en manos de los porteños. Más allá de sus posiciones partidarias todos coincidían en que Buenos Aires no podía admitir que el centro del poder se desplazara hacia el litoral, más allá del impacto económico que significaría para la provincia la nacionalización de la Aduana.
Al principio Urquiza pensó que la recuperación de Buenos Aires se lograría con una campaña relámpago. Pero no pudo remontar un ejército respetable y pasó a un estado de desaliento que lo movió a pensar por un momento en un "brexit" mesopotámico en alianza con Paraguay, emulando la República de Ente Ríos de los tiempos de Ramírez.
Al finalizar el año 1852, mientras el Congreso Constituyente de Santa Fe celebraba sus primeras sesiones, el horizonte político argentino presentaba un Sur negro y tormentoso. La guerra era inminente, pero el poder del vencedor de Caseros sobre trece provincias lejos estaba de resentirse. Lo usaría para sostener el proyecto constitucional y alumbrar las bases de la República, más allá del "brexit" porteño que duraría casi una década.
Como una profecía esperanzadora, la Constitución Nacional sancionada el 1º de mayo de 1853, declaró en su artículo 3º a la ciudad de Buenos Aires, en ausencia, como capital de la República.
(*) Contenidos producidos parta El Litoral desde la Junta Provincial de Estudios Históricos y desde la Asociación Museo y Parque de la Constitución Nacional.