Sábado 12.11.2022
/Última actualización 0:47
El cuadro de pintor conocido más antiguo de los realizados en nuestro país, sigue siendo el de la Limpia Concepción, realizado por el hermano jesuita Luis Berger en Santa Fe la Vieja (1634), lienzo que hoy preside el altar mayor de la iglesia de Nuestra Señora de los Milagros en nuestra cotidiana Santa Fe de la Veracruz.
Escribí sobre esta obra, alterada por sucesivas restauraciones, repintes y enjoyamientos, en los años 70. Y ahora, cuando faltan pocos días para comenzar el ciclo anual celebratorio de los 450 años de la ciudad y jurisdicción de Santa Fe, vuelvo sobre él, en tanto pieza patrimonial sobreviviente del primer tramo histórico de la pequeña urbe fundada por Juan de Garay en 1573.
En su momento, luego de leer al jesuita Guillermo Furlong, relevante historiador de la Compañía de Jesús, me entusiasmé con la idea de que un interesante óleo -"El Descendimiento del Señor"- que se conserva en el templo ignaciano, pudiera haber sido pintado con antelación por otro hermano de la orden, el andaluz Bernardo Rodríguez, documentado en los registros de la Compañía como pintor en los comienzos del siglo XVII. Pero esa hipótesis quedó descartada en los 80 del siglo pasado, cuando durante los trabajos de limpieza, refrescado y reentelado de partes muy deterioradas de esa obra, ejecutados por el restaurador local Ángel Werlen, quedó a la vista la firma del artista: "Emanuel Tramullas. Fecit in Barcinone". Esa noticia borró una hipótesis esperanzada, pero representó la incorporación cierta de una obra de gran valor al acervo jesuítico, habida cuenta de que Emanuel o Manuel, fue el principal pintor de la familia Tramullas, integrada por acreditados artistas catalanes del siglo XVIII, que alcanzaron la cima de su reconocimiento en Barcelona durante el reinado de Carlos III.
Boceto de la imagen, trazado a lápiz y revelado por una reflectografía infrarroja debajo de la pintura. El dibujo es atribuido al hermano Berger, quien habría guiado la mano de Habiyú.En consecuencia, la pequeña frustración nos devolvía a la obra del hermano Berger, certificada como la más antigua por distintos y calificados investigadores. Lo interesante es que, si se amplía el espectro de autores a las etnias nativas, existe una pintura anterior, firmada por el artista guaraní J. M. Kabiyú o Habiyú, de la reducción de Itapúa (Paraguay), en 1618. Pero lo curioso es que la pequeña obra de Habiyú, denominada "Mater Dolorosa", que se exhibe en el Museo Udaondo de la ciudad de Luján, provincia de Buenos Aires, sometida a una reflectografía infrarroja por especialistas de la Fundación Antorchas, reveló la traza de un dibujo previo incontrastablemente europeo, que por el año en el que se hizo y sus características icónicas, diversos expertos atribuyen a Luis Berger. Así lo sostiene, por ejemplo, Darko Sustersic, autor de una vasta obra sobre el tema, quien confirma a través de las revelaciones tecnológicas las sospechas de Furlong en el mismo sentido. Es que este jesuita encontraba en la tela de Habiyú un aire flamenco que atribuía a las enseñanzas de Berger, quien, si bien había nacido en Francia, había tenido una larga y destacada actuación en los Países Bajos antes de trasladarse a América. Es una pista más que se agrega a la información colectada, indiciaria de que "el trazo seguro y fluido devela la mano de un artista con sólida formación y experiencia que no podía ser otro que Berger, pues no había por entonces (en las misiones) pintores con calidad artística de esta naturaleza".
Por consiguiente, tanto el lienzo de la "Limpia Concepción", en forma directa, y el dibujo guía descubierto debajo de la pintura "Mater Dolorosa", de modo indirecto, vinculan al hermano Berger con los orígenes de la pintura en el Río de la Plata y, de modo particular, en la Argentina.
Ahora bien, ¿quién fue Berger? ¿cuáles su origen y formación? ¿cómo llegó a América y, más concretamente, al Río de la Plata? Para responderlo, nada mejor que acudir a un trabajo moderno de Carlos Page, publicado en la Revista Científica de Investigaciones Regionales (Temas Antropológicos) de la Universidad Autónoma de Yucatán, Mérida, México. ¿Su título? "El jesuita francés Luis Berger: un artista del Paraguay en los albores del siglo XVII".
Veamos. Su nacimiento se produjo en la comuna francesa de Abbeville, en el hogar formado por Nicolas Berger y Nicole Picardie y en un momento signado por una cruenta guerra religiosa entre católicos y protestantes. En ese pueblo comenzó a formarse en el ámbito de la pintura, tarea que luego de cumplir los quince años habrá de proseguir en París y, luego, en los Países Bajos, donde trabajó al servicio de distintos nobles hasta que se instaló por su cuenta, ciclo que le insumió más de ocho años de actividad pictórica.
De acuerdo con la información documental relevada por Page, su vocación religiosa alumbró en el curso de una breve relación con el padre Olivier Mannaerts, discípulo de San Ignacio y organizador de la Compañía de Jesús en Bélgica. A partir de ese encuentro, realizó su noviciado, al que ingresó en 1614, en la ciudad belga de Tournai. Dos años después, junto a varios jesuitas extranjeros, se embarcó en Lisboa rumbo a América del Sur, y llegó al puerto de Buenos Aires a mediados de febrero de 1617 con fama de buen pintor. De allí pasará a Córdoba, capital de la Paracuaria, enorme provincia jesuítica (comprendía territorios de los actuales estados de la Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay), donde todo indica que tuvo vínculos con indios guaraníes y, muy probablemente con Habiyú, a quien le habría enseñado rudimentos del arte y dibujado a lápiz la Virgen que, de regreso en Itapúa, el protopintor guaraní habría convertido en la primera pintura de la cuenca del Plata, con acentuaciones icónicas y colores propios.
Por su parte, el itinerante Berger, aplicado a la enseñanza de música y pintura en las reducciones del Paraguay (que incluían las del noreste argentino, el suroeste brasileño y el alto Uruguay), arribará a la ciudad de Santa Fe la Vieja, donde en 1634 pintará el cuadro de la Inmaculada o Limpia Concepción que motiva esta nota, obra que se hizo famosa luego de que se produjera lo que fue visto por los religiosos de entonces como un prodigio. El hecho ocurrió el 9 de mayo de 1636 y quedó registrado en la Carta Anua correspondiente al período 1635 – 1637, redactada por el padre provincial Diego de Boroa bajo el título "El sudor milagroso que sale de la imagen de la Virgen". Allí relata que mientras el padre rector del colegio, Pedro de Helgueta, se encontraba rezando, la imagen empezó a humedecerse. Y respecto de su autor, Boroa deja constancia precisa: "Habíala pintado, no hace mucho tiempo a esta parte (dos años antes), nuestro Hermano Luis Berger." A su turno, el padre Jarque vincula el fenómeno con la muerte del padre Pedro de Espinosa, que, en Santa Fe, antes de partir hacia las reducciones del norte, les había manifestado a otros dos religiosos (el hermano Mateo Fernández y el padre Ruiz de Montoya) que en ese viaje iba a morir. Jarque asocia los episodios, ya que cuando Espinosa partió hacia las misiones, se produjo "el llanto en la imagen de la Virgen, ubicada en el altar de los Congregantes". Además, menciona que luego del "sudor", el rector hizo levantar al escribano medio centenar de testimonios de vecinos para documentar el acontecimiento, acta que aún se conserva. También es cierto que, siglos después, otro jesuita, el misionero e historiador Carlos Leonhardt, manifestó con apego alemán a la ciencia, que en nuestra región "en los meses de invierno se puede observar repetidas veces dicha destilación producto de una excesiva humedad atmosférica". Lo que en cualquier caso permanece, aunque muy retocado, es el cuadro de la Virgen, hasta ahora el más antiguo pintado en la Argentina.