Por Lic. Raúl Ochoa y Gómez y CPN. Hugo Francisco Freyre
Por Lic. Raúl Ochoa y Gómez y CPN. Hugo Francisco Freyre
Benjamin Franklin pronunció esa frase hace casi dos siglos y Argentina supo hacerla propia, siendo pionera en educación a lo largo de gran parte de su historia. Con hitos importantes a nivel latinoamericano como la fundación de la Universidad de Córdoba, en el año 1613; la sanción de la Ley 1420, promulgada bajo la presidencia de Julio Argentino Roca, que estableció la educación común, gratuita y obligatoria; la reforma universitaria de 1918, entre muchos otros hitos que nos transformaron en un faro a nivel mundial de la materia.
Sin embargo, actualmente el sistema educativo está en un estadio totalmente distinto. En este sentido, nos realizamos la siguiente pregunta: ¿Cómo pasamos de ser líderes en materia educativa, a que los chicos terminen el colegio con inconvenientes para comprender textos o resolver problemas matemáticos básicos?
La respuesta es muy compleja y abarca distintos aspectos, tanto políticos como sociales, pero de lo que no hay dudas, es que la educación dejó de ser una prioridad para las políticas de gobierno y también para gran parte de la sociedad.
Las economías se transforman progresivamente, basadas siempre en el conocimiento, aplicando la ciencia y la tecnología a la producción. Asimismo, la educación es condición necesaria para el desarrollo de los pueblos. Pero para lograr ese desarrollo necesitamos generar una revolución del conocimiento y para esto se precisan grandes inversiones en formación, investigación, tecnologías y en todas las áreas que rodean al sistema educativo. Aquí aparece otra variable fundamental la innovación, la cual obviamente depende de la base y la acumulación de conocimiento. En este marco, creemos que es fundamental incentivar este círculo virtuoso, produciendo mayor nivel educativo, el cual se corresponde con una mejora en los niveles de conocimiento e innovación, provocando a su vez un mayor crecimiento y desarrollo.
Por otro lado, la educación es un fin en sí mismo, ya que permite la autorrealización del ser humano, pero a la vez tiene fuertes externalidades positivas al resto de la sociedad. En este marco, las organizaciones, empresas y sociedades deben alcanzar nuevas cualidades para ser capaces de prosperar en la dinámica que plantea la globalización, la cual afecta a los sistemas educativos, los mercados laborales, y las formas en que se organiza económicamente una sociedad.
La creación de nuevo conocimiento y el acceso al mismo, es crucial para el desarrollo humano y social. En ese sentido, países como Israel, Singapur, China y Alemania son los que más invierten en educación, y los que más han crecido y progresado en las últimas décadas. Sin una adecuada gestión de los recursos y una correcta generación de políticas enfocadas en la generación de una sociedad basada en el conocimiento, nunca acortaremos la brecha que nos separa de los países desarrollados.
Una prueba de esto último es el Indice Mundial de Innovación 2021. Dicho índice muestra que la mayoría de las economías desarrolladas aumentaron sus inversiones en innovación en medio de las enormes pérdidas, tanto económicas como de vidas humanas, provocadas por la pandemia de Covid-19, lo que refleja la mayor conciencia que existe sobre la importancia que tienen los nuevos conocimientos para superar los problemas de la humanidad y garantizar el crecimiento económico.
La educación no parece ser un problema prioritario en la agenda de un país preocupado sistemáticamente por la inflación o la falta de dólares. En este sentido, creemos que el árbol no nos deja ver el bosque, ya que no se puede seguir pensando en la obtención de divisas a través de incrementos en la retenciones agropecuarias, o de los llamados blanqueos de capitales, necesitándose una visión estratégica de largo plazo, que incluya una fuerte inversión en educación, promoviendo la articulación entre las altas casas de estudio y las empresas con el objetivo de generar la sinergia necesaria que permita potenciar el desarrollo argentino a través de la ciencia, la tecnología, la investigación y el emprendedurismo. De esta manera, se generará mayor valor agregado, y por ende mejores productos y servicios, que estarán a la altura de competir en el mercado internacional, incrementando las exportaciones y generando las divisas que el país necesita para poder seguir invirtiendo en este círculo virtuoso.
Argentina tiene los recursos humanos, naturales y económicos para estar a la vanguardia de la I+D+i (Investigación, Desarrollo e Innovación) a nivel mundial, "solo" necesitando realizar una reforma estructural en su asignación del gasto público, de tal manera que la industria del conocimiento tenga un fuerte incentivo y genere los cambios necesarios que se necesitan en la estructura económica, mejorando así, la calidad de vida de todos los argentinos.
Más educación para un mejor futuro. La fórmula es sencilla ¿Estaremos dispuestos a su aplicación?