Miércoles 13.12.2023
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Jánuca es una fiesta judía importante e interesante. Es la Fiesta de las Luminarias (o de las Luces). Conmemora la rebelión protagonizada por los macabeos contra los abusos y las ofensas perpetradas por el rey Antíoco, rey de la dinastía seléucida, representante del helenismo que subyugaba la tierra que hoy es Israel.
La tradición y el mito nos cuentan que luego de ser recuperado el Templo Sagrado de Jerusalén por la sublevación judía, al que los griegos helenísticos habían profanado, el aceite de la lámpara que lo iluminaba, la mantuvo encendida a lo largo de ocho días y sus respectivas noches, cuando en realidad sólo tenía capacidad para una sola jornada. En honor a ese "milagro", durante Jánuca (palabra que también van a ver escrita Janucá) se encienden sucesivamente las velas de un candelabro, una cada noche hasta completar los ocho.
Como toda celebración teológica, detrás de ella hay alguna otra interpretación. Desde el punto de vista religioso, podemos considerar el "milagro" de que las velas ardieran esos ocho días sin apagarse como forma de restauración ante los perjurios y violaciones practicadas por los griegos en su afán de helenizar a los judíos.
Desde el punto de vista laico, podemos y debemos reivindicar a los macabeos y su lucha contra la opresión imperial y por el deseo/voluntad de mantener su identidad ante el avasallamiento y el despotismo de la tiranía seléucida. Asimismo, se puede dar otro significado, más terrenal y elocuente: que la luz que arde esos días sirva para inspirar a los seres humanos a encontrar un mundo de justicia, libertad, paz e ecuanimidad, sin arbitrariedades en el que todo el género humano pueda gozar, al menos, de equidad e igualdad de oportunidades.
Jánuca celebra el valor de defender las propias creencias y convicciones, el valor de la libertad como un bien supremo a defender y desarrollar. A modo de colofón podemos inferir que esclavizar a los pueblos, someterlos a vejaciones y malos tratos conducen solo a la rebelión; de allí que sea imprescindible la convivencia entre diferentes, cada uno respetando las identidades y particularidades de los otros, sin imponer supremacías de ningún tipo, sean dogmas religiosos, pretendidos antecedentes históricos, cuestiones étnicas o status económico-sociales.
Quizás esto suene utópico, empalagoso, ingenuo. Pero a la esperanza de un mundo amable y habitable para todo el género humano hay que alzarlo, levantarlo cimentándolo en lo cotidiano y con acciones que propendan a que los pueblos vivan con integridad, decoro y felicidad. En momentos en que las guerras, la violencia, la agresividad están a la orden del día, construir puentes de entendimiento y cooperación es la luz que debe iluminar el accionar de la humanidad, buscando la paz; la paz benéfica de pueblos laboriosos haciendo un futuro de dignidad.
(*) Directivo de la Asociación Cultural y Deportiva Israelita Argentina I.L. Peretz.