El período de aislamiento social por la pandemia de coronavirus modificó los hábitos de movilidad urbana de los santafesinos, al igual que ocurrió en el resto del mundo. En el momento de aislamiento más estricto no se podía circular por las calles. Más tarde se dispusieron algunas aperturas graduales. La gente comenzó a salir a la calle en busca de lo esencial para la subsistencia. Entonces había que mantener distancia con el otro.
Para moverse por la ciudad, quienes tenían la posibilidad -por contar con un vehículo- optaron por usar el transporte particular, por sobre el colectivo: motos y autos. Esta conducta social quedó reflejada en un estudio realizado por especialistas de la Universidad Tecnológica de Santa Fe (UTN), que forman parte del Grupo Científico de Estudios de Transporte, Accidentología y Movilidad (CETRAM).
Los resultados del denominado proyecto de Diseño de estrategias para la Promoción de la Movilidad Sostenible en Aglomerados Urbanos, Caso de Estudio Gran Santa Fe fueron dados a conocer esta semana. El mismo demostró que se evidencia una caída del 40% de pasajeros en colectivos y un aumento en el uso del vehículo individual como motos (14%), autos (9%) y bicicletas (32%). A ello también se le puede sumar quienes por aquellos días optaron por caminar. Y también hay que recordar que durante la pandemia los colectivos urbanos comenzaron a prestar servicio con restricciones de cantidad de pasajeros y con muchos cuidados sanitarios. Hasta alcanzar luego su capacidad máxima de pasajeros transportados.
Estos cambios de hábitos en la movilidad urbana obedecen a conductas sociales del año pasado, cuando todavía persistían los contagios masivos de coronavirus. Ahora, en cambio, se observa una vuelta a rutinas muy similares pre pandémicas: colectivos abarrotados de gente, colapso vehicular en puntos neurálgicos de la ciudad durante los horarios pico, inconductas ciudadanas y descontrol.
La pregunta que decanta es si la pandemia sirvió para la reflexión individual y social a la hora de pensar en los hábitos de movilidad urbana. Y si se reflexionó además sobre la sustentabilidad en la forma de movernos por la ciudad. Esto es, si se cuida el medioambiente evitando la contaminación, si se prioriza la calidad de vida en vez de llenar de autos el microcentro y terminar estresados por el tránsito.
Cierto es que nadie va a optar por utilizar un transporte público como el colectivo o la bicicleta -que es un medio saludable- si no cuenta con un servicio de calidad y con la infraestructura urbana necesaria para garantizar una movilidad segura. En otras palabras, lo que se necesita es colectivos que pasen a horario, limpios y con espacio suficiente para transportar a todos y bicisendas bien iluminadas y sin baches, que atraviesen toda la ciudad y no sean invadidas por las motos.
Pero todo ello falta en Santa Fe. Seguimos igual que antes de la pandemia. Enloquecidos con el tránsito, con servicios de transporte de baja calidad y sin alternativas seguras para una movilidad sustentable.
Y en ese marco es que llegaron los monopatines eléctricos, una nueva tendencia mundial que se propaga en Santa Fe. Este medio de transporte unipersonal fue regulado por Ordenanza en 2020. La norma establece que no deben circular por sendas peatonales, lo pueden hacer a una velocidad de hasta 25 km/h, deben contar con luz y sus conductores deben tener más de 16 años de edad. Se debe utilizar casco, debe contar con timbre o bocina y elementos refractantes. Obviamente, también los frenos deben ser seguros seguros y en las dos ruedas.
A quienes suponían que la pandemia era una oportunidad para replantear las políticas de movilidad urbana para hacerlas más sostenibles la realidad les está demostrando lo contrario. Todo hace parecer que se dejó "pasar el tren". ¿Estamos a tiempo de cambiar? ¿O es algo que sólo le interesa a unos pocos ciudadanos?