La arquitectura institucional de Alfonsín que rescata al topo en los lodos de la casta
La jefatura de gabinete despeja inconducentes extremos libertarios y kirchneristas; entreteje en el maquiavélico "arte de lo posible", un cambio en el país.
La arquitectura institucional de Alfonsín que rescata al topo en los lodos de la casta
Cuando Enrique Paixao justificó -en la Convención constituyente del '94- la creación de la figura del Jefe de Gabinete, la planteó como "una figura que, dentro del régimen presidencialista, va a significar una atenuación de las facultades del presidente". Fallecido hace poco más de un mes, el constitucionalista radical explicó que en esa figura quedaría la responsabilidad administrativa del gobierno pero -y sobre todo- "el punto de contacto permanente entre el órgano ejecutivo y el Congreso de la Nación".
Más allá de las disidencias personales entre Nicolás Posse y Javier Milei, es posible que el cambio de aquél para el ingreso de Guillermo Francos haya sido decisivo para rescatar la gestión del propio presidente; es como lo concibió Raúl Alfonsín al promover la figura el jefe de Gabinete.
¿Posse fue el tapón que saltó para salvar la cabeza del jefe de Estado..? Es una verdad contrafactica, o no tanto.
"Uno ve la figuras de los jefes de gabinete en Argentina y son figuras que muchas veces funcionan como voceros o 'secretarios de lujo'", dijo hace una década Horacio Rosatti. Foto: Archivo
Horacio Rosatti, en 2014 le dijo a la revista de Teoría Jurídica de la Universidad Torcuato Di Tella que la jefatura de gabinete "ni significó un traslado de eje de gravitación desde el Ejecutivo hacia el Congreso ni desconcentró la actividad del presidente. Uno ve la figuras de los jefes de gabinete en Argentina y son figuras que muchas veces funcionan como voceros o 'secretarios de lujo', dicho con todo respeto, pero no como una figura política activa".
El actual presidente de la Corte Suprema de Justicia de la Nación fue vicepresidente del bloque del PJ en la Convención que se desarrolló en el Paraninfo de la UNL; escribió un libro sobre ese postulado. Lo hizo sobre una historia política contemporánea en la que el peronismo supo tener predominios parlamentarios.
Con sesgos de democracia iliberal, Cristina Kirchner no sólo contó con "la escribanía" en ambas Cámaras del Legislativo nacional; supo darse a sí misma una ley que le permitió delegarse mediante decretos de Necesidad y Urgencia, facultades que ni la letra ni el espíritu de la Constitución le conceden al presidente de turno.
Desinteresado -o incapaz- por ensayar el diálogo institucional, Javier Milei abusó de ese artilugio kirchnerista; el DNU 70/2023 -rechazado por el Senado pero vigente- es un ejemplo de ello. Pero ya no hay escribanía; es tiempo del Jefe de Gabinete y de una negociación inexorable con el Congreso. El sistema semiparlamentario ha llegado, en el escenario menos pensado.
No había futuro imaginable en el gobierno de Milei si Francos no llegaba a su primer objetivo, la Ley Bases. Foto: Archivo
"Logramos pasar la Ley Bases solamente con el 15% de los diputados y el 10 % de los senadores. Pasamos la reforma estructural más grande de la Argentina", se jactó el presidente Milei en la Bolsa de Comercio de Buenos Aires. Se lo debe -lo reconoce- a Francos, que logró aquello en lo que Posse había fracasado.
No había futuro imaginable en el gobierno de Milei si Francos no llegaba a su primer objetivo; no en vano el jefe de Gabinete acusó a Sergio Massa de dedicarse al mantenimiento del helicóptero.
El presidente libertario no tiene un país dolarizado ni eliminó el Banco Central. Su ley de Bases original naufragó en la propia intransigencia, como fracasó el peronismo implosionado del Estado Presente -que dejó malversar planes asistenciales- y la alta inflación. Son los dos polos vigentes de atracción electoral, pero LLA todavía no es un partido nacional y el kirchnerismo carece de un líder mientras Máximo y Kicillof se disputan el espacio que Cristina ya no ocupa. Minorías intensas en las fronteras de sus posibilidades.
Los entretejidos de Guillermo Francos -eficaz en el maquiavélico "arte de lo posible"- despejaron los extremos populistas para preservar la posibilidad del cambio indispensable en el país. Por su lado, el "mago del Kremlin" montó para Milei la escena del Pacto de Mayo en la Casa de Tucumán; Santiago Caputo puede ser bueno en el trabajo de imagen en redes sociales, de cara a las elecciones intermedias de 2025. Pero esa tarea es cartón pintado en el Congreso, donde el propio Milei ya es parte de la casta, donde Francos deberá recomponer negociaciones con Mauricio Macri para lo que viene.
Es en el Congreso donde el poder real recorta las distopías del presidente que se autopercibe como el "topo que viene a destruir el Estado" y Unión por la Patria, que sistemáticamente rechaza todo lo que llega desde la Casa Rosada. Es allí donde el topo y los kirchneristas sintonizan en la postulación del "anestesista" -Ariel Lijo- que podría desde la Corte diluir las causas anticorrupción que debe afrontar Cristina. La senadora Pro Guadalupe Tagliaferri (presidenta larretista de la comisión de Acuerdos) ya adelantó su aprobación; el presidente de la UCR, Martín Lousteau, dijo que "escuchará" a Lijo. La expansión en las sombras de Daniel Angelici no se disimula; se interpela la ética del partido de Yrigoyen.
El Consejo de Mayo es una reedición del Consejo Económico y Social del peronismo. Francos ya rompió el esquema en el que el bonaerense Axel Kicillof se reunía con provincias patagónicas y norteñas para sobrerrepresentar al kirchnerismo en el Congreso. Rigi mediante, las provincias con petróleo y gas, así como las mineras, explican las adhesiones peronistas (de ocasión) a la Casa Rosada. Massa puede ordenar a sus amigos bancarios liquidar "Puts" para desestabilizar con pesos la marcha desinflacionaria; el peronismo estatista ya no manejará Aysa, tampoco la exportación de gas licuado que saldrá por Río Negro y no de Buenos Aires. No habrá un amigo en el BCRA "redistribuyendo" las divisas del campo, del gas o del litio. Los dólares explican alineamientos.
A la mesa de Francos se sentarán además los empresarios (¿el anestesista trabajará en favor de los implicados en la causa Cuadernos?) y los sindicalistas que se imaginan como los "nuevos gordos" de época. Gerardo Martínez y su sistema de desempleo en la Construcción, encabeza la lista; el gremialista ya habló de la necesidad de un "salto cualitativo" en la política argentina.
La densidad y la magnitud de la agenda es tal, que su resolución pone una vez más al Jefe de Gabinete y a los Legisladores en el centro de una escena. Foto: Archivo
No alcanza con esa mesa en la que nada se decide, como postulaba Perón de las comisiones. Es en el Congreso -Francos lo sabe- donde se definirán las cuestiones decisivas.
La ley hojarasca con la que Federico Sturzenegger imagina desburocratizar y modernizar al Estado; el Presupuesto de 2025 en el que volverán a sentirse las presiones de los gobernadores por las obras públicas o los fondos de las cajas previsionales no transferidas; la reforma política y los cálculos de conveniencia sobre la boleta única, la elección uninominal de diputados o la eliminación de internas abiertas; la nueva coparticipación sin que sea necesaria -según se especula- la adhesión de todas las provincias; la reforma tributaria prometida en los fundamentos de la ley de Bases; la reforma previsional que ya tiene media sanción; la ampliación de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.
La densidad y la magnitud de la agenda es tal, que su resolución pone una vez más al Jefe de Gabinete y a los Legisladores en el centro de una escena en la que la foto del presidente y los mandatarios provinciales en la Casa de Tucumán, es poco menos que cartón pintado.
En los '90, Salud y Educación se transfirieron a las provincias sin cederles los fondos; Milei reedita el esquema con obras públicas que los gobernadores asumen, privilegiando protagonismos electorales y relegando derechos de financiamiento subnacionales.
El presidente libertario mantiene el cepo y negocia "informalmente" con el FMI, porque a fin de año se termina el acuerdo y el superávit fiscal no le alcanza para volver a los mercados voluntarios de deuda. La baja de la inflación ya encuentra resistencias, la actividad se retrajo, el desempleo amenaza. Al segundo semestre entrarán menos dólares del campo y el próximo es un año electoral.