Sábado 23.7.2022
/Última actualización 6:23
Definido el traslado de Santa Fe la Vieja a su nueva locación, luego de trazar, a mediados del siglo XVII, la plaza cuadrada como espacio nuclear de la urbanización en ciernes, se distribuyeron en torno los terrenos para el Cabildo, la iglesia Matriz y el conjunto de edificios -iglesia, casa y colegio- de los jesuitas. También se asignaron a vecinos "principales" lotes para que erigieran sus casas con vista a la plaza. Uno de ellos, en el lado opuesto al terreno reservado para el Cabildo, le fue entregado a Francisco Luis de Cabrera, descendiente de los fundadores de las ciudades-jurisdicciones de Córdoba y Santa Fe, quien se casó con Juana de Vera y Montiel, integrante de las importantes familias coloniales de Vera Mujica y Fernández Montiel.
En el despunte del siglo XVIII, esa propiedad fue adquirida por el capitán Juan de Rezola, quien pidió permiso al Cabildo para construir un corredor o recova sobre la vereda, recurso que luego se extenderá a toda la cuadra (desde La Matriz hasta la intersección con la actual calle San Martín). De modo que esa recova fue la primera en construirse y la última en demolerse (en la década de 1970) junto con la casa denominada "de Iriondo", que es la que motiva esta nota, aunque esta vez dejaré hablar a las imágenes, que son más elocuentes que la palabra escrita.
La residencia en su esplendor, hacia 1890, con su nueva imagen italianizante, con resalto de los capiteles jónicos de las columnas que sostienen el balcón-terraza superior, y con su profusa rejería artesanal. Enmarcados por una de las ventanas, miembros de la familia Iriondo, y junto a ella, bajo la galería, un joven Manuel María de Iriondo, hijo de Simón, y futuro gobernador de la provincia, además de último habitante de la casa. Al frente, sobre la calle adoquinada, una no identificada formación de escolares con uniformes y fusiles militares. Foto de José de Iriondo.Una nota publicada en El Litoral en 1970, emplea registros del "Diario de Don Manuel Ignacio Diez de Andino. Crónica santafesina 1815 -1822", para explicar la función de los referidos corredores o recovas, que comenzaron a levantarse en la primera década del siglo XVIII, y que en la época en que aquel cronista escribe, se espejarán, al otro lado de la plaza, en la galería del renovado edificio del Cabildo.
Imagen del ya deteriorado caserón (de principios de los 70) que muestra el significativo cambio edilicio impulsado por el exgobernador Simón de Iriondo. Alarifes italianos habían construido el piso alto y modificado las proporciones de la casa antigua. A la manera clásica, los fustes lisos de las columnas del orden inferior muestran capiteles jónicos, y los de la galería superior, corintios. Las aberturas han sido ampliadas y defendidas por rejas de fragua italiana en la planta baja, en tanto que las de la planta alta mantienen la simetría, pero están protegidas por puertas celosía de madera. Una extensa balaustrada corona el friso superior. Junto a ella, también se ha transformado la casa parroquial.En su origen, al resguardo de los corredores "se colocaban negras con sus bandolas (seguramente para llamar la atención de los vecinos) y comerciantes al menudeo que vendían a los santafesinos productos llegados en carretas (que estacionaban en la plaza) desde el norte".
Vista del corredor con las cuatro ventanas de línea recta y sus trabajadas rejas de hierro forjado. En el centro, la amplia puerta de entrada de dos hojas de madera, con su remate curvo de medio punto.Respecto de la casa de Rezola, que era tesorero de la Real Hacienda, a su muerte, en 1710, sus cuentas fueron objetadas, lo que derivó en un juicio impulsado por el Cabildo. Como consecuencia, sus propiedades fueron rematadas, y la que inspira esta nota pasó a manos, entre otros, de Juan Francisco de Larrechea y Juan de la Canal. Andando el tiempo, será adquirida por Mariano Comas, padre del homónimo vicegobernador de Simón de Iriondo.
Foto del abandonado primer patio, con la puerta de ingreso al fondo, tomada desde el corredor que conducía al segundo patio.En esa casa, Bartolomé Zavalla, casado con Ana Comas, tenía instalado su comercio de almacén y tienda -uno de los principales de la ciudad- cuando en 1840 fue desvalijado por soldados de la expedición militar de Juan Lavalle. Y desde 1860, el edificio será habitado por el Dr. Simón de Iriondo, casado con Mercedes Zavalla Comas, heredera de la propiedad. Sobre la base del antiguo caserón criollo se habrá de construir el piso superior, con su lenguaje italianizante y se renovarán la fachada y la recova. Allí se alojará el presidente de la Nación, Nicolás Avellaneda, para observar en directo el desarrollo de las colonias que crecían en cercanías de la capital provincial. Y desde allí, partirá en un coche tirado por caballos, su ministro Domingo Sarmiento para recorrer la calle del Comercio.
El deteriorado segundo patio conserva las habitaciones del siglo XVIII, con su galería de tejas, soportada por columnas y zapatas de madera dura. En el segundo corredor, de transición a la huerta, alcanza a verse un fragmento de la puerta de hierro forjado que resguardaba el fondo de la casa.Afectada por un ataque revolucionario luego de la segunda elección de Iriondo como gobernador, en 1878; salón de recibo del poder provincial durante largos años, la casa, ya muy venida a menos a mediados del siglo XX, será propuesta como residencia del gobernador o museo urbano, ideas alternativas para salvarla de la piqueta que, al final, la hizo desaparecer. Antes, como periodista, pude ingresar (cuando estaba abandonada e intrusada), y obtener unas fotografías que aquí comparto con ustedes, sumadas a las de fotógrafos profesionales que permiten secuenciar etapas de su existencia, incluida su demolición.
Vista lateral, desde el lindero este, también demolido, de la casa en su tramo final de existencia. Se observan las habitaciones del primer piso, agregado por Iriondo, y el derrumbe de la galería trasera que las protegía del sol del norte.