Martes 12.9.2023
/Última actualización 22:34
La Política Exterior de un país es una política pública de Estado, pero no es cualquier política. Para llevarla a cabo es necesario coherencia, consistencia, congruencia, acuerdos y lo más importante, que perdure en el tiempo más allá de los distintos gobiernos de turno que la democracia permite. A la vez, es necesario tener una imagen del mundo, es decir una percepción del contexto internacional en el que nos desenvolvemos, sumado de una percepción propia, para lo que vale preguntarnos ¿Quiénes somos? En definitiva, nuestra identidad. En conjunto, todo ello sirve para plantearnos objetivos y planificar una estrategia que resuma las cuestiones del primer párrafo.
Para darnos una idea, si no entendemos el mundo que nos rodea y no sabemos quiénes somos con certeza estaremos a la deriva, sin un rumbo cierto o, para peor, estaremos siempre del lado equivocado de la historia. En este sentido, la Política Exterior Argentina entró en un péndulo propio de los cambios de signos partidarios que, ahora, se reduce a cuatro años. Este vaivén viene dado, por un lado, por el coqueteo con países cuyas democracias están cuestionadas pero resultan atractivos por su enfrentamiento a Estados Unidos o al orden que éste representa y, por otro lado, por una inserción/re–inserción al sistema internacional cuyos principios, valores y cultura resultan más a fin con la idiosincrasia occidental a la que Argentina históricamente adhirió.
A ello debemos agregarle que la política internacional está atravesando una transición de poder o, en otros términos, un cambio en el eje de poder mundial desde occidente a oriente y eso trae aparejado reacomodamiento de actores tanto política como económicamente. Esto no implica que debamos decidir de manera abrupta por pegarnos a los nuevos jugadores globales que emergen en la escena internacional en desmedro de los actuales, pero si establecer puentes de comunicación, asociación y ser inteligentes hasta donde dar nuestro apoyo a sus temas de agenda internacional porque podemos incurrir en errores innecesarios como ya ha pasado con la visita a Rusia días antes del comienzo de la guerra en Ucrania. Tampoco significa anclarnos en actores en retroceso como ocurrió a principios y mediados del siglo veinte con el Reino Unido en detrimento de Estados Unidos.
No entender el mundo implica estar siempre a la defensiva, reaccionando ante los cambios que nos ofrece el contexto internacional. Es más, ideologizar una Política Exterior y actuar en función de ello nos hace perder pragmatismo y cometer errores de cálculo garrafales.
Las únicas políticas de Estado en este sentido que revisten un carácter tal como lo expresamos en el primer párrafo en nuestro país son tres: Malvinas, Mercosur y Derechos Humanos. Sin embargo, el lector ya se habrá dado cuenta que la tercera de ellas, al haber tomado doble vara con países como Venezuela, Cuba o Nicaragua, ha perdido prestigio.
Muy poco se puede defender una política doméstica y regional de protección de los derechos humanos si defendemos irrestrictamente a gobiernos como el de Nicolás Maduro o Daniel Ortega, y criticamos lo actuado por Nayib Bukele o Dina Boluarte. La imagen que se construye de Argentina en clave de coherencia es poco seria.
De la misma manera que, frente a nuestro historial crediticio internacional pretendamos que el FMI y sus principales accionistas no vean nuestros vínculos políticos e ideológicos como una amenaza o, al menos, una chabacanería. Si tenemos en cuenta que China está armando su propia arquitectura financiera internacional deberíamos entender que es el pragmatismo el que nos guíe sin demonizaciones. En un mundo en transición no es momento de ver en blanco y negro ni entregar "cheques en blanco" ni en Washington ni en Beijing. Ante esto nos encontramos con las propuestas de campaña de los candidatos con más chances de llegar a la Casa Rosada.
Si comenzamos con el candidato más votado, Javier Milei, tiene las propuestas más disruptivas en el área, con fuertes declaraciones contrarias a la permanencia de nuestro país en Mercosur, una de las tres políticas de Estado que hemos podido mantener en el tiempo. La posición tan crítica de Milei sobre el gobierno de Lula y el Mercosur pone en riesgo un ámbito económico que es el principal destino de nuestras exportaciones por sobre otros destinos como China y Estados Unidos. La postura del líder de "La libertad avanza" se opone a tener relación alguna con la República Popular China por ser "comunistas" en otra de sus tantas cuestionables posiciones.
China es un mercado de enorme importancia para los intereses exportadores argentinos y un poder económico donde buscar financiamiento para desarrollar nuestra infraestructura y que no vienen del "mundo libre", suponemos que por su pretendida "condición moral" no querrá tampoco relacionarse con las monarquías árabes por la ausencia total de cualquier sesgo democrático. Por otro lado, pretende privilegiar la relación con Israel cambiando la embajada argentina de Tel Aviv a Jerusalén con una justificación un tanto extraña: así lo mandan "las Escrituras" (la Biblia).
En cuanto a Patricia Bullrich y su espacio político Juntos por el Cambio tiene una postura más moderada donde podremos encontrar los puntos centrales en tratar de conservar las relaciones económicas beneficiosas con Brasil y Mercosur así como con China sin que esto pueda devenir en un compromiso político, seguramente estrechar lazos con Estados Unidos será su prioridad y en este sentido será vulnerable a los pedidos de Washington para cancelar el proyecto nuclear con China, Atucha 3, la construcción del puerto en Ushuaia y evitar la compra de material bélico, cuestiones que para Estados Unidos son parte de su seguridad nacional.
Bullrich ya hizo público su deseo de no participar del bloque BRICS, una oportunidad de estar sentados en la misma mesa con países como la misma China o India con todo lo que ello supone. Por eso cabe destacar que ni siquiera dirigentes políticos anti comunistas, como Jair Bolsonaro, desistieron de estar presente en el mencionado bloque de países emergentes. La cuestión Malvinas suponemos no estará en el tope de la agenda en su hipotético gobierno, en el pasado reciente tuvo declaraciones poco afortunadas cuando propuso un canje de las islas por un acuerdo por vacunas para luchar contra el Covid. El alineamiento con Estados Unidos no debe ser un deja vu de los noventa, convirtiéndose en anacrónico, ya que el contexto internacional es muy diferente; en aquellos años Estados Unidos era indiscutiblemente el país hegemónico, hoy estamos en un mundo en transición, de multipolarismo emergente.
¿Cuál sería el camino a tomar?
Visto que ningún sector resume los postulados básicos para una Política Exterior coherente y sostenible a largo paso, creemos que una relación equilibrada de Argentina con los principales países y bloques del mundo será fundamental, Estados Unidos, China, Unión Europea e India entre los principales. Profundizar las relaciones intra Mercosur, incentivar el comercio exterior, la investigación y el desarrollo tecnológico con asociaciones estratégicas, el desarrollo energético basados en dos polos fundamentales como Vaca Muerta y los yacimientos de Litio. La coordinación de políticas con Brasil y México para la propuesta de reforma de Naciones Unidas incrementando la democratización de las relaciones internacionales. La recuperación de nuestras capacidades de defensa nacional, una política bien definida en Malvinas, la independencia financiera y el incremento de nuestras reservas seguramente serán otros temas prioritarios.
Hay que llevar adelante una mesa interpartidaria e intersectorial para las relaciones exteriores y trazar un camino del cual no se alejen demasiado los distintos sectores, evitando las expresiones erráticas y poco serias como las llevadas adelante por la actual gestión, ni "iluminadas por la Biblia" ni alineamientos automáticos con nadie.