Según opinión de sociólogos, politólogos y pronosticadores en general, el año 2024 va a ser peor del que terminamos hace poco. Se habla de más pobreza, más desocupación, más inflación, menos posibilidades de trabajos alternativos, etc.
El año que se viene.
Según opinión de sociólogos, politólogos y pronosticadores en general, el año 2024 va a ser peor del que terminamos hace poco. Se habla de más pobreza, más desocupación, más inflación, menos posibilidades de trabajos alternativos, etc.
Las empresas del Estado pretenden ser privatizadas en beneficio de una voraz banda cercana al poder económico y político. Ya no somos un país soberano porque dependemos del Fondo, la casa de Tío Donald, el patilludo… ¿se acuerdan?
La justicia está enredada en intríngulis políticos, y carece de coherencia y equidad en muchos de sus fallos. Hay familiares de muertos que no saben quiénes fueron sus asesinos. Hay muchos ciudadanos presos sin causas que lo justifiquen y no poseen dictámenes definitivos, como por ejemplo por haber protestado en las calles de todas las capitales de la Argentina.
Hay varias postales que muestran el exceso. La deuda adquirida no va a poder ser pagada, y nos vamos a enterrar por generaciones porque el acuerdo tramposo y mentiroso que firmaron los actuantes, pretendidamente para crecer, hace agua por todos los rincones.
Las pymes no pueden vender sus productos porque compiten malamente con lo importado. Tanto la exportación como la importación están vinculadas a estados parentales o amistosos.
Los negocios menores que dependen de un mayorista acumulador, venden cada vez menos porque no hay plata circulante, no hay insumos ni consumo. Los salarios están estancados o sufrieron achiques de rapiña. Los impuestos nos desangran y pretenden que los tapemos con "curitas". Y el emperador se siente satisfecho.
Como sociedad hemos perdido el optimismo. A los emprendedores sanos y serios les falta entusiasmo y los congela el temor al fracaso. En fin, casi todo anda mal. La ayuda a los carenciados se ha suprimido.
Entonces surge una cifra terrorífica: en el país hay 1.700 comedores escolares, comunitarios, de iglesias y grupos sociales como vecinales que perdieron el subsidio. "La comida no es variable de ajuste", protestaron los obispos argentinos. Palabras que se llevó el viento.
Si quisiéramos calificar la acción de las actuales autoridades, diríamos que es un acto criminal. Los únicos que seguirán flotando e imponiéndonos cadenas, serán los monopolios, los oligopolios y los inversores que sólo trajeron dólares para la timba, y los grandes terratenientes nacionales y extranjeros que están comprando el país de a pedazos y a precios vergonzoso, gracias a sus amigos en el poder político.
Sumemos a todo ello a los ricos de siempre (con dinero dudoso y muchas veces difícil de justificar) y las propiedades robadas en usura a los desesperados de ayer y de hoy.
En los barrios y en los montes reina la miseria y la angustia, pero no por descuidos u olvidos de los gobernantes, no, es fundamentalmente un plan de exterminio. Somos muchos. Los pobres sobran y los están excluyendo de a poco. Lo denunció no hace mucho el papa Francisco.
Para los indígenas van a construir campos de concentración para tenerlos controlados. Repetimos el sueño de Julio Argentino Roca, "el héroe del desierto". "La barbarie", para Domingo Faustino Sarmiento. Muchos sostienen que no son argentinos, que hay que desterrarlos o exterminarlos con enfermedades o por el hambre.
Me cuesta terminar con alguna conclusión, pero sólo les diría que abran los ojos, vean y actúen. Hagan algo. Lo que puedan. Si no hacemos nada, somos aliados de la maldad y del genocidio. Para esto nos alienta saber que es la mayor expresión de amor o sea de Dios.