Sábado 30.7.2022
/Última actualización 20:14
Nos escribe Matías (27 años, La Plata): "Luciano, te escribo con una pregunta que es más filosófica, pero bueno, vos también sos filósofo y espero que puedas responderme. El tema es la felicidad. ¿Cómo sabemos que somos felices? ¿La felicidad se busca? ¿Se puede ser feliz solo, o necesariamente se relaciona con el amor? Yo estuve en pareja hasta hace muy poco y me siento súper triste porque sentía que nos hacíamos bien, que éramos felices, pero un día ella me dijo que a ella ya no le pasaba lo mismo".
Querido Matías, gracias por contarme y contarnos tu historia. Sin duda nuestra vida está abierta a episodios dolorosos y, las más de las veces, la felicidad es apenas un instante fugaz, un bienestar efímero que –como dice Borges en algún prólogo de los suyos– mejor no pensar demasiado, porque inmediatamente nos recuerda que tenemos más motivos para estar tristes que alegres.
Ahora bien, para encarar tu consulta lo primera que quisiera hacer es trazar un marco de época. Me refiero a que la nuestra ya no es una cultura del esfuerzo, en que le podemos ver un sentido a las penas –al menos a futuro–, sino que vivimos en una inmediatez que además nos exige ser felices en todo momento. Y cuando digo "felices" me refiero a recibir placeres o gratificación. Dicho de otro modo, hoy es difícil pensar la felicidad sin verla como otro de los mandatos a que estamos expuestos y si me interesa resaltar este aspecto es porque en este gran (des)concierto las experiencias penosas son demonizadas, las decepciones se ven como un fracaso y no hay efecto didáctico o de aprendizaje en que haya ocurrido un contratiempo o algo que no queríamos que pasara.
Por otro lado, no olvidemos que de un tiempo a esta parte diferentes organizaciones miden niveles de felicidades y, por ejemplo, se habla de sociedades más felices que otras –a veces con la paradoja de que los países de los que se dice que son más felices son también los que tienen tasas más altas de suicidios. En este punto, la felicidad dejó de ser un asunto personal o íntimo y se convirtió en un asunto de gobierno. Esto es un problema, porque por esta vía es que surgieron expresiones como "derecho a ser feliz" que, en otro momento histórico, eran impensables. Yo no soy sociólogo, pero tengo la impresión de que el avance de la vida social es a contrapelo: hoy se dice que somos más libres, pero vivimos más esclavizados; hoy hicimos de la felicidad la meta final de la vida, pero a nuestro alrededor la gente vive más deprimida que nunca.
Por eso, querido Matías, para hablar de la felicidad prefiero recordar la canción de John Lennon que dice "la felicidad es un arma caliente". También recuerdo el título de un libro de cuentos que leí hace poco y que me gustó mucho: "La felicidad es una zanahoria capitalista", de Christian Broemmel. Creo que esta es una manera de decir que no podemos ser ingenuos para hablar de la felicidad y, mejor, preguntarnos de qué hablamos cuando hablamos de felicidad, o qué hacemos cuando usamos esta palabra.
Christian Broemmel. Crédito: GentilezaEn esta misma línea, pienso en esa expresión que tantas veces escuché: "Lo único que quiero es que seas feliz". ¡Qué expectativa! ¿Puede ser un poquito menos? Digo, por esta vía es que puede verse nuevamente cómo la felicidad puede ser un mandato, que a veces se tapa con una frase bienintencionada. Sin embargo, para ir al tema más específico de tu consulta, vamos a recordar otra afirmación común: "Quiero verte feliz", que también aparenta ser de mucha bondad, pero que podría parafrasearse de esta otra forma: "Quiero ser la causa de tu felicidad". Durante mucho tiempo en los vínculos tenemos esta intención, o confusión: la de creer que la felicidad del otro depende de nosotros. Nos encantaría creer que podemos hacer feliz a alguien, pero lo cierto es que no podemos más que compartir la felicidad cuando esta tiene ganas de hacerse presente.
Nuestro modo de vida actual le quitó a la felicidad su llega intempestiva y reemplazó la contingencia por una responsabilización: debemos "gestionar" la felicidad y si no lo logramos, bien, somos culpables, algo mal hicimos. Matías, no creo que la felicidad se busque, aunque sí a veces se la encuentra, pero tan rápido como la advertimos, la fiesta terminó. A veces pienso que como seres humanos tenemos apenas la capacidad de recomponer nuestra historia y decir de vez en cuando: "Fui feliz" y esto es lo que creo que más distingue a la felicidad del placer, que no es más que una respuesta a la excitación. Para los seres humanos, la felicidad va de la mano con la historia personal y el modo en que atesoramos lo vivido.
Querido Matías, hoy te sentís súper triste, pero esto quiere decir que fuiste feliz y si hay felicidad para los seres humanos, quizás a veces no se distinga de la nostalgia. Así es que se me viene a la mente otro gran libro sobre este tema: "La nostalgia feliz", de Amélie Nothomb. Ser valiente para aceptar que la felicidad concluyó y no culparse por eso, darle lugar al duelo y avenirse a lo que vendrá, es un acto de una gran honestidad. No sé si la felicidad se vincula con el amor, pero sí creo que somos felices cuando podemos decir que, alguna vez, amamos y eso vale más que cualquier correspondencia. No creo, entonces, que estemos hablando de un tema filosófico, sino de lo más concreto de la existencia.
La felicidad que nos "venden" es un estado, que se parece al placer, pero está más cerca del consumo anestésico; mientras que yo te invito a que guardemos la felicidad para algo más noble, que no tiene punto de llegada, porque es siempre proceso, el de nuestra capacidad de vivir e integrar lo vivido, de darle un sentido que, a pesar de la tristeza, permanezca y muestre que podemos continuar.
Para concluir, dos de tus preguntas: ¿Cómo sabemos que somos felices? Lo sabemos al recordar, cuando podemos decir que fuimos felices y la pérdida no nos duele tanto, no como para detener nuestras ganas de vivir. ¿Se puede ser feliz en soledad? No, porque si la felicidad no es un estado, tampoco es una pasión, sino algo que compartimos y, en particular, en cierto momento nos damos cuenta de que somos felices "con" antes que "sentir" felicidad; en todo caso, sí puedo decir que es en la vida solitaria que advertimos cuán felices fuimos, porque lo que perdimos todavía vive dentro nuestro.
Para escribir a esta sección: lutereau.uner@hotmail.com