Nos escribe Mariela (32 años, Viedma): "Hola Luciano, te escribo porque soy una fiel lectora de tu columna y hace rato que te quiero hacer una pregunta. Muchas veces leo que escribís sobre la relación madre-hijo, pero ¿qué pasa con la relación padre-hija? Te pregunto porque para mí la relación con mi papá es más importante que el vínculo con mi mamá, con quien tuve muchos problemas y hoy ya no me hablo".
Querida Mariela, muchas gracias por tu correo. Hice un recorte de tu consulta, porque me contabas un montón de cuestiones personales, muy íntimas, que preferí dejar por fuera de la columna, por motivos de pudor, aunque luego te vaya a escribir de forma privada con un mayor desarrollo. En este espacio, me detendré en lo que puede ser relevante también para los otros lectores.
Si elegí tu consulta, Mariela, es porque vas a un punto neurálgico. Tenés toda la razón del mundo. Por lo general, el modelo teórico para la crianza es la relación de la madre con el hijo… varón. Muy pocos autores toman como referencia la relación entre madre e hija (por cierto, escribí dos libros sobre este tema, para mostrar su complejidad), pero poco y nada se dice sobre la relación del padre con la hija.
En cierta medida, esta omisión no se debe solo a un prejuicio. Hay una justificación que es inmediata: la madre es el primer objeto de amor para el bebé y, por lo tanto, el pasaje hacia la figura del padre es secundaria y suplementaria. No obstante, ahí ya tenemos el origen de la pregunta: ¿Cómo es que la niña pasa de la madre al padre?
Aquí cabe hacer dos distinciones: por un lado, es posible "pasar" de la madre al padre, por ejemplo, cuando la niña toma al padre como ideal; esto es algo bastante constatable, en el momento en que la niña necesita poner en cuestión el saber de la madre (para que no sea una figura omnipotente) y ahí está el padre que, de repente, se convierte en alguien que dice otra cosa o la hace de otro modo. No pocas veces una niña confronta a la madre diciéndole "Pero papá…".
La verdad es que esta versión del padre me parece poco interesante. No es más que una excusa para ir más allá de la madre, un recurso adversativo. En sentido estricto, no realiza un verdadero pasaje de la madre al padre. Por eso, por otro lado, quiero destacar otra versión del padre. Me refiero a cuando se constituye el amor al padre –porque en el padre ideal no ofrece ningún motivo de amor, mientras que el amor al padre es la vía por la que la niña tiene que resignar, en última instancia, al menos una parte del vínculo materno.
¿Qué quiere decir "amar al padre"? En psicoanálisis se habla de "Matar al padre", pero muy poco de esta operación precedente, la de amarlo. Los varones, ¿aman al padre? Sin duda, creo que por eso la fantasía básica de la masculinidad es el parricidio, pero el punto central es que su amor (por el padre) no entra en contradicción con el amor por la madre. Diré algo que quizá suene difícil de entender, pero es bastante intuitivo: en la relación de pareja, muchas más veces los varones recurren al modelo de la relación con el padre que al de la relación con la madre, porque así preservan este último como inmodificable.
Esta observación es la que lleva a que no pocas veces los varones tengan inclinación a las peleas (como vía de excitación) en los vínculos amorosos; así como si el modelo que usan es el materno, perderán el deseo si no son capaces de aceptar que la matriz de dependencia se transforme. En relaciones de las llamadas tóxicas, es común que los varones busquen pareja con mujeres con las que pelearse y reconciliarse (de acuerdo con el modelo paterno), porque las mujeres con la que hay estabilidad se aburren (modelo materno).
Ahora bien, como dije antes, el varón tiene dos modelos disponibles, mientras que para la mujer se trata de que uno sustituya al otro o, mejor dicho, que en cierto momento entren en contradicción. Si para el varón se trata de "Matar al padre", para la mujer ese amor ya es una de las maneras del parricidio, ¿por qué? Porque en el amor al padre, este pierde su función de símbolo y se vuelve un hombre más.
Lo diré de otro modo: ser la hija de un padre es una contradicción en los términos. Lo podríamos pensar en términos de una disyunción, en la medida en que se es una mujer que tiene un padre o bien la hija de un hombre. Permanecer como "nena de papá" tiene poco que ver con amar al padre, sino que es un reaseguro en el ideal para protegerse de la madre. Ser la nena de papá es un modo de odiar a la madre.
Otra cosa es lo que ocurre en el vínculo de una mujer con ese hombre singular al que llama "Padre", cuyo deseo pudo haberlo desilusionado –porque no hay chances de que se realice por motivos incestuosos. En el amor de las mujeres por los varones siempre hay un dejo de obstinación y causa perdida. Ser la hija de un hombre ya prepara para que el amor no sea una derrota, pese a que las historias de amor no terminen bien. Por último, ser una mujer con un padre es dejar de pensarse como niña, en rivalidad por el amor de la madre (de donde proviene la fantasía de querer ser "la" elegida), para dar lugar a la experiencia de un vínculo que no se base en la dependencia (como sí lo es el materno).
Querida Mariela, estos son unos pocos apuntes para responder a tu inquietud, que voy a continuar en mi respuesta más personal y privada. No es un tema fácil, verás que tiene varias complejidades que no hay cuando pensamos la relación de la madre con el hijo. Espero que sean bienvenidas y seguro la sigamos en próximas consultas. Si para concluir puedo sugerirte una lectura, te recomiendo leer el cuento "El amante de los caballos", de Tess Gallagher. En las breves páginas de ese relato está todo cuanto acabo de resumir.
(*) Para contactarse con el autor: lutereau.unr@hotmail.com