I
I
En los años noventa, es decir, en los años menemistas, Rodolfo Barra era considerado uno de los funcionarios judiciales ubicado cómodo en la derecha clerical del espectro político, además de un integrante de la denominada Corte de la mayoría automática. Quienes lo conocían, aseguraban que más allá de su reconocida filiación ideológica, el hombre poseía una sólida formación jurídica. Los periodistas de entonces le imputábamos la responsabilidad de la denominada "ley mordaza", uno de los tantos intentos fracasados del régimen menemista para poner límites a la libertad de expresión. Ya para entonces había tomado estado público que en su adolescencia Barra había militado en Tacuara, la organización católica de extrema derecha fundada alrededor de 1958 por curas integristas al estilo de Alberto Ezcurra Uriburu. La noticia ocupó la tapa del semanario Noticias. "Un antisemita ocupa un cargo de responsabilidad en el gobierno menemista". Si la memoria no me falla, había una foto en la que un Barra adolescente aparecía haciendo el saludo nazi. Lo cierto es que como consecuencia de esas revelaciones acerca del pasado antisemita de Barra, el hombre presentó la renuncia. Y ahora, por esas cosas de la vida, vuelvo a tener noticias de él gracias a la designación como Procurador por parte de Javier Milei, el flamante presidente electo que hizo su campaña electoral en nombre del liberalismo y en contra de la casta.
II
Tal vez por el gusto de "contrera", me voy a permitir disentir con esta corriente de opinión orientada a linchar a Barra, con la tranquilidad de conciencia de que a él lo conozco poco y nada, no simpatizo con sus ideas, pero así y todo me parece injusto acusar de nazi o antisemita a quien cometió un "pecado juvenil" en su adolescencia. Ojo. No soy un biógrafo de Barra, y si alguien me prueba que el caballero se mantiene leal a sus fobias de adolescente, no tengo ningún problema en rectificarme, pero, hecha esta aclaración, sigo creyendo que a Barra se lo puede criticar con muy buenos argumentos por lo que hace o hizo como funcionario político, pero no descalificar por un paso breve en una agrupación como Tacuara, que salió a la vida pública en 1958 durante las refriegas de la laica y la libre. Ellos, por supuesto, identificados con la enseñanza libre y clerical y decididos a resolver por la vía de las cachiporras y las cadenas las pretensiones de la conspiración "bolchevique, liberal y judía".
III
Pues bien, Barra en 1958 tenía 11 años, por lo que estimo que salvo que haya integrado las brigadas de "Superpibe" no debe de haber sido un temible fascista. Entre 1962 y 1963, Tacuara se divide. Una corriente más tradicionalista pasa a llamarse Guardia Restauradora Nacionalista (GRN), integrada por jóvenes patricios que estimaban que para defender la noble causa a favor de la Patria y de Dios era necesario probar pureza de sangre, una afrenta evidente a una agrupación cuyos militantes más notorios exhibían apellidos de origen italiano, irlandés y polaco, es decir, nada que ver con la exigencia hispano católica que reclamaban estos curas ultramontanos. En ese contexto, se crea el Movimiento Nacionalista Tacuara Revolucionario (MNTR), cuyos principales dirigentes advierten que para defender la causa nacional con cierto tono fascista lo que corresponde hacer es acercarse al peronismo. Sin embargo, las cosas se van a complicar un poco. A estos Tacuaras revolucionarios les gustan Benito Mussolini y Primo de Rivera, pero también empiezan a mirar con buenos ojos las luchas revolucionarias en Argelia y en Vietnam. Y más de uno simpatiza con la revolución cubana. Lo que en todos los casos estos buenos muchachos mantienen intacto es el culto a la violencia y el odio a los judíos y a los yanquis.
IV
Para estos tiempos, Barra debe haber tenido 16 años y no creo que haya sido importante en esta organización que mezclaba el fascismo con Fidel Castro y el antisemitismo con los Tupamaros. En agosto de 1963, asaltan el Policlínico Bancario de calle Gaona. Los muchachos cumplen con su objetivo. La noticia de ese asalto fue un dulce caramelo para la prensa sensacionalista. A decir verdad, lo sucedido daba para eso y para mucho más. Los principales protagonistas de este operativo son (cito de memoria) Carlos Arbello, José Luis Nell, Horacio Rossi, Jorge Caffatti, Luis Alberto Zarattini, Mario Héctor Duaihy. Los que operan de informantes son los hermanos Posse, quienes luego de cobrar el treinta por ciento del botín se van a París y se dedican a trasnochar en todos los cabarets que se le cruzan por el camino, pagando con la plata robada en el banco. Como la policía suele ser algo ineficiente, pero no tiene un pelo de tonta, en algún momento registraron que esa plata provenía del Policlínico y en menos que canta un gallo los hermanos Posse estaban presos y a la segunda cachetada cantaban completo el repertorio de Carlos Gardel. Así fue como los Tacuaras del Policlínico terminaron presos, aunque no creo que Barra haya tenido algo que ver en esa proeza nacional y popular.
V
El comisario Evaristo Meneses se quedó con la sangre en el ojo, porque apenas enterado del asalto pensó que los autores eran Jorge Villarino, Félix Miloro o "El Loco" Miguel Prieto, y actuó en consecuencia. Rodeado por la policía, Miloro cayó abatido a balazos después de haber disparado el último tiro de su pistola y sin saber que moría por una causa que, oh milagro, esta vez era inocente. A título informativo, comento que un par de años después, Fernando Ayala filmó una película titulada, "Con gusto a rabia", película que recrea el famoso asalto. En ella actúan Alfredo Alcón, Marcela López Rey, Jorge Barreiro y Mirtha Legrand. La película es una recreación libre porque, como es de imaginar, en el operativo real del Policlínico no participó ninguna mujer, en tanto los caballeros de Tacuara ostentaban con orgullo su condición de machistas.
VI
En 1973, los Tacuaras del Policlínico recuperan la libertad y se dedican a los más diversos menesteres. Algunos se incorporan a Montoneros o al PRT, otros a Guardia de Hierro o al Comando de Organización. Joe Baxter pasa por el PRT, Tupamaros, pelea en Vietnam, saluda a sus amigos palestinos, se suma a las barricadas del mayo francés y muere a los 33 años en un accidente de avión sin saber con certeza si para entonces era agente de Fidel, agente de los sandinistas o agente de la CIA. Algunos de estos muchachos viajan a Europa y se dedican a asaltar bancos y secuestrar empresarios. En todos los casos actúan como profesionales en el oficio de manejar armas y jugarse la vida. Después, las zarandajas de la política criolla hacen su trabajo. Jorge Caffatti es detenido en la ESMA y su torturador es Alberto Zarattini, su antiguo camarada de andanzas en tiempos del Policlínico. A juzgar por el desenlace, el encuentro no suscitó ninguna relación afectiva. Caffatti fue asesinado y su camarada Zarattini se sumó a las filas de Mohamed Alí Seineldín. José Luis Nell oscila entre la militancia y el delito común. En junio de 1973 es baleado en Ezeiza y queda parapléjico. El final lo elige: se suicida en una estación de trenes. Otro personaje del Policlínico es Alberto Duaihy, que se dedicará a ganarse la vida asaltando bancos y morirá en su ley en una balacera en las puertas de un banco de Río Hondo. Del último personaje del que tuve noticias provenientes de la patriada del Policlínico, fue Ricardo Viera, luego militante del PRT, liberado en 1983 y encarcelado en 1984 por secuestrar a un comerciante judío de Once, porque el baño de marxismo que se dio el muchacho en el PRT no alcanzó para limpiar su antisemitismo.
VII
A modo de conclusión, de todas estas andanzas, proezas y fandangos, sospecho que Barra no ha tenido nada que ver. Conservador, católico, peronista, reúne las condiciones de un clásico político de la casta derechista, filiación que puede ser criticada o no, pero ello no debería incluir ventilar el pasado de sus tiempos adolescentes, cuando los chicos de entonces nos hacíamos izquierdistas o Tacuaras motivadas más por el afán malévolo de escandalizar a nuestros padres, tías y primas, que por el conocimiento de los alcances de esas ideologías de la que apenas conocíamos sus consignas más triviales.