Lunes 19.2.2024
/Última actualización 4:51
Javier Milei trabaja mirando la Ventana de Overton. Asumamos lo visible. Es el presidente de los argentinos. Todos los acontecimientos que provoca, o sobre los que actúa, operan sobre dos espectadores (pocos son actores reales en su acción/relato/consecuente con el día a día). Un espectador de los actos de Milei es el común, el "de a pie", el que recibe los hechos de la política económica/social de los gobernantes como sopapo en el pecho y desaliento en el bolsillo.
El otro espectador es el que intenta ser parte de eso que se llama Gobierno. La suma de las oficinas, organizaciones, arquitectura de escritorios donde el país intenta ordenarse y gobernar/nos. Ahí es donde Milei opera corriendo el arco. No es casualidad. Sabe muy bien cómo recibirán esos hechos los dos espectadores de su show. El ciudadano "de a pie" y el burócrata. Distinto lugar en la platea. Pero, de igual modo, eso: espectadores.
La Ventana de Overton (o simplemente Ventana Overton) es una teoría política que representa un ideario aceptable por el público, como una ventana estrecha, afirmando que la viabilidad política de una idea se define principalmente por este hecho antes que por las preferencias individuales de los políticos. Se denomina de esta manera por Joseph Paul Overton, ex vicepresidente del Centro Mackinac de Política Pública. Para cada momento, esta "ventana" incluye un rango de políticas aceptables de acuerdo al clima de la opinión pública, que un político puede recomendar sin ser considerado demasiado extremista para poder ocupar o mantener un cargo público.
Wikipedia define las cosas de un modo fácil, casi elemental. El asunto se complica si se agrega que a medida que se dicen, que se ofertan, que se muestran ideas más locas, más atrevidas, más "inaceptables", la sociedad se asusta pero… entonces aparece otra más loca, más atrevida, más disruptiva, más… "inaceptable" … y la anterior queda dentro de lo posible. Así, lo que "parecía" extravagante, atrevido, hasta fuera de la ley y, de hecho, de "lo convencional", se tornaba menos imposible, más cercano.
El consejo de los asesores es que esa Ventana Overton, que va de lo más atrevido a lo más conservador, entre las cosas que debe mencionar, tratar, ofertar, un candidato, puede "abrirse" en favor de quien sepa usarla. Si a una idea loca se le enfrenta otra más loca, y otra y otra… ¿Qué sucede? Que aquello que parecía atrevido entra en la Ventana Overton y sorprende a los que la creían cerrada. Aquello que hacían lo "políticamente correcto" y aceptado.
De un modo brutal y salvaje, Milei trabaja abriendo esa ventana. Para enfrentarlo no se trataría (tiempo potencial que debo usar por ser nada más que un veterano periodista) de retornar a lo conocido (conocido y vituperado), como el discurso tradicional, porque eso no abre la Ventana Overton sino que la deja tan estrecha como estaba. Se trataría de otra cosa más avisada, no más fácil: estudiar ese comportamiento y encontrar respuestas válidas. Se entiende como válidas aquellas que reciben el visto bueno, el "puede ser", el fin del asombro al mencionarlas.
Volvamos a Wikipedia: "Joseph Overton observó que para cada área de gestión pública solo un estrecho rango de potenciales políticas son consideradas aceptables, dependiendo primeramente si les conviene a los políticos apoyarlas, antes que sus preferencias personales. De esta forma, ese rango varía no cuando las ideas cambian entre los políticos, sino entre la sociedad que los elige"
Motosierra. Casta. Coimeros. Dolarizar. Traidores. Lali Depósito. Andá al sicólogo. No los observemos como desplantes, que lo son, ni como exabruptos injustos del presidente, aunque lo sean. Tenemos que advertir que Milei corre el discurso político. Que mientras nadie se anima a salirse del discurso tradicional, él sí se sale, y cada vez más. Por ejemplo: sube a un escenario para encontrarse con una mujer con traje de luces, en mitad de un cuadro musical, la abraza, la besa fuerte y vehementemente, se da vuelta y anuncia que "estamos venciendo a la inflación".
Convengamos: no es lo más usual. Corrió los límites. Abrió un poco más la ventana… la Ventana de Overton. Antes ya había realizado maniobras públicas que parecían alocadas. Cuando Donal Trump dice que construirá un muro altísimo con/contra México, que lo pagarán los mexicanos, que expulsará a los inmigrantes que tienen un hijo para que el hijo –yanki– legitime su presencia en Yankilandia, corre los límites de lo "políticamente correcto". Hizo un cambio notable: abrió más la Ventana de Overton. Vamos… hasta su peinado es parte de un "corrimiento de lo posible".
Se trata de eso, de correr lo posible, de acercar lo imposible. Lo que está fuera de la fórmula consagrada del mensaje lentamente se acerca hasta el "¿y por qué no?" Apenas el pensamiento atrevido y alocado, fuera de lugar, se clava en algo inasible, el inconsciente colectivo (Charlie dixit), el resto de los competidores, queda desaforado.
El asunto se vuelve tema de especialistas si estos, los que verdaderamente tienen un sostén teórico práctico de lo lícito, lo permitido, lo consagrado y más (de aquello que inconscientemente se desea pero que no se cree posible), encuentran quien acepte tal forma de traspasar la barrera del anonimato y el aburrimiento, el destino es diferente y claro: la Ventana de Overton se convierte en una cuestión de manipulación, de encontrar cadáveres y culpables. Se convierte en una herramienta que no tiene límites, que no se le conocen.
La historia me exime de mencionar momentos en que esto sucedió. No soy historiador, espero que quien lea entienda. Muchos fabricaron andamios sobre las coyunturas. Tremendos y trágicos edificios después. No es lícito plantear el triunfo de una ventana más grande, como la que oferta Milei y quienes desarrollan esto con él. No es lícito suponer que esto es un plan. Es posible, sin embargo, advertir que no se trata de un "outsider", un fuera de lo común que acertó un pleno en la ruleta política.
Pero… (siempre hay un pero) … la trascendencia del azar en el fenómeno sociopolítico que es Milei sería altísima y, si la conducta sigue, ya no es la suerte del primerizo. Hay planificación y cabe preguntarse si eso es bueno o es malo, pero en todo caso debemos prevenirnos porque lo que sucede es la "inevitabilidad" de los hechos, y permítame el neologismo: es inevitable. Estamos en pleno desarrollo de la "inevitabilidad de Milei". Nada hay que se oponga para sostener aquella teoría de la física elemental, el "Principio de Acción y Reacción", pero no se produce la fuerza en dirección contraria y con la misma fuerza. Algo diferente a la física interviene. Altera algo tan elemental como eso: acción y reacción.
Se puede entender un acierto, es posible aceptar la lectura correcta de las frustraciones y de qué modo inciden en el ánimo de un pueblo; un día, una vez. Hasta se puede definir de un modo más elemental y que nos deje tranquilos: Milei corre el arco del relato y de los factos de gobierno cada día. Nosotros lo elegimos. Consciente e inconscientemente. Él con su forma de atraernos nos deja sin un argumento que antes se usaba. No cabe el enojo cada vez que nos mete un gol. Si nos preguntásemos el por qué, estaríamos en un estado conocido del conocimiento: "Los niños y la edad de los por qué". Al menos eso, estaríamos explicándonos -para poder dormir tranquilos- que somos niños asombrados ante un prestidigitador que supo, o le enseñan todos los días, abrir una ventana. Parece poco. Es muchísimo.