Las fechas patrias reavivan el sentimiento por lo nuestro: las costumbres, nuestros colores y las comidas típicas. El día en el que se conmemora la Revolución de 1810, en barrio Don Pedro, no puede faltar la gran locreada.
Las empanadas y el mate con pastelitos son buenas opciones para muchos argentinos cuando se trata de celebrar a la patria, pero sin dudas el locro es el gran protagonista cada 25 de Mayo, una de las comidas más populares que conforman la identidad nacional.
Muchas personas ponen manos a la obra con la tradicional receta -que va pasando de generación en generación -para compartir con la familia y amigos, pero también las instituciones lo aprovechan haciendo beneficio y así recaudar fondos.
En Avellaneda, la Asociación Civil de barrio Don Pedro realiza cada año - y con gran éxito - el locro del 25, muchos vecinos de la ciudad y localidades cercanas lo eligen por su exquisito sabor. Ellos cuentan con una de las ollas más grandes de la zona, su capacidad es de 2.570 litros, lo que hace que salgan 2.000 porciones.
Esta comida típica es una especie de guiso de maíz, poroto, cebolla, zapallo, chorizo, entre otras cosas. El locro (del quechua ruqru o luqru) lleva ingredientes que varían según las manos que lo preparan. De todos modos, lo que no cambia es el procedimiento de cocción: a fuego lento durante varias horas. Se come bien caliente, en lo posible en pocillos de barro para conservar el calor.
Se conoce al locro como una preparación de origen prehispánico, el cual se consume en la zona de la Cordillera de los Andes, nuestro país es uno de los incluidos y el consumo se ha extendido desde el noroeste y Cuyo hacia el resto de la Argentina.
El locro es una excelente comida de invierno y muchos lo disfrutan, pero también un producto cultural muy bueno, que ha sabido sostener su significado en el transcurrir de la historia.