Domingo 8.8.2021
/Última actualización 14:02
Casi pidiendo a gritos que no lo olviden, el viejo hotel de Melincué se muestra otra vez en el medio de la laguna. Lo hace con la fuerza que le queda, porque entiende que más que ruinas, es parte de la historia del sur provincial. Y así resiste con 88 años, para seguir dando cuenta que hubo en esta parte de la bota, una época que fue belle.
A fines del 2020, salió a flote otra vez. Y para marzo, los más aventureros en camionetas tipo 4×4 o motos enduro (también hubo quienes iban a pie), podían llegar desde la costa hasta la isla atravesando una suerte de espigón de 1500 metros. Eso sí, el trayecto abundaba en piedras, escombros, fierros, alambres y todo tipo de recuerdos.
GentilezaFueron casi 8 años de ausencia, si tenemos en cuenta que la laguna empezó a subir en el 2013 y desde entonces se “tragó” la isla. Bajo de a poco, pero recién ahora permite la entrada a los curiosos que llegan de distintas partes del sur provincial, además de provincias vecinas.
Hoy se puede acceder a las ruinas desde la curva sobre la ruta 90 en cercanías del histórico motel. Hay que bajar y adentrarse por varios lotes secos, sortear guadales (tierra arenosa) y seguir las huellas a lo largo de casi 2 kilómetros. Nobleza obliga: no hay señalización que indique sobre esa entrada ni controles; tampoco que advierta sobre posible peligrosidad de realizar el trayecto.
No obstante, con el asomo de la primavera y los días menos frescos, los fines de semana se prestan para que Melincué sea epicentro de viajeros ocasionales y turistas que van en busca de su foto o un mate con el viejo hotel de fondo. Por eso, se cuentan por decenas los autos y motos que estacionan frente al Casino, para luego trepar el terraplén que protege al pueblo de las crecidas de la laguna y disfrutar de esos paisajes que empachan la vista.
De hecho, vale aclarar lo siguiente: al ser un espacio “desatendido” básicamente (por falta de controles, mantenimiento y señalización), la mano del hombre salvaje ya es evidente. Sobre el camino, la isla del hotel y alrededores se ve la mugre que llega, pero no se va.
Gentileza Para la aventura. El camino que se debe recorrer para llegar a las ruinas del hotelPara la aventura. El camino que se debe recorrer para llegar a las ruinas del hotelFoto: Gentileza
Una película con finales alternativos
Pasaron 88 años desde que los empresarios Bartolomé Tersano y Arístides Maghenzani, decidieron realizar una inversión considerable en Melincué, construyendo en una de las seis islas de la laguna, un complejo hotelero de alto nivel, según los parámetros de la época. Lo bautizaron Hotel Balneario Melincué y ya por su nombre se advertía la intensión de explotar las prácticas de baños termales, eoloterapia (“baños de brisa”), aguas mineralomedicinales, helioterapia (“baños de sol”), aislamiento, lejanía de los centros urbanos, reposo, balneoterapia y fangoterapia (“baños de barro”), muy en boga por aquellos días.
No era para menos: el agua salada de la laguna, según se decía entonces, tenía propiedades terapéuticas, lo que constituía un buen producto para ofertar a los ricos ganaderos de la región y provincias vecinas. Con sus exclusivas 34 habitaciones y toda una serie de comodidades sumamente atractivas (comedor con orquesta, playa con casillas de madera, estación de servicio, usina propia, muebles de origen italiano, un piano de cola para animar las veladas, bowling y, algo más tarde, pista de aterrizaje) el Hotel Balneario Melincué abrió sus puertas sólo seis años antes de que lo hiciera el Gran Hotel Viena, en Córdoba.
Pero, en ambos casos, aquellos ojos de agua que les dieron vida fueron, a la larga, los mismos que se la quitaron. Las terribles inundaciones de los años ‘70 produjeron desasosiego e incomprensión, tanto en el Viena como en Melincué. Parecía que las lagunas reclamaban sus tierras al hombre y en medio de tal desastre, no tardaron en asentarse historias de claro contenido animista y resurgieron las leyendas.
El mismo año en que se inauguraba el Hotel Balneario Melincué (1933), una crecida anegó el pueblo, amenazó el emprendimiento y dio su primer aviso. Pero habría que esperar hasta 1941 para que el complejo isleño tuviera que ser abandonado, al sufrir la primera inundación seria.
Permaneció cerrado hasta 1967, año al partir del cual se inició su verdadera Edad Dorada, que se prolongó hasta 1975. Ese año, en marzo, una impresionante lluvia elevó el nivel de la laguna, anegó todo el hotel y parte el pueblo. Pero esta vez el agua no se detuvo. Avanzó hasta sumergir las islas y en 1980 el edificio fue tragado por el oleaje. Así permaneció por espacio de más de veinte años, antes de emerger en ruinas.
Informes técnicos de problemas hídricos
La laguna Melincué es un sistema anexado a la Cuenca del Arroyo Pavón. Esta cuenca alcanza un área de 340.834 hectáreas y una longitud de aproximadamente 90 kilómetros. La población de la cabecera del departamento General López, soportó en los últimos ochenta y ocho años diversas inundaciones vinculadas a las lluvias de primavera-verano, y en los últimos años se estableció una correlación con el fenómeno del niño. Cada inundación tuvo sus implicancias:
La inundación de 1932 fue la que motivó el proyecto y posterior ejecución del canal San Urbano, con el que se pretendía neutralizar los aportes de la ‘subcuenca A’ hacia la población y laguna. Este canal desagua en el Arroyo Pavón.
a) La inundación de 1941 ocurrió mientras se construía el canal San Urbano.
b) En 1965-1966, la falta de mantenimiento y de capacidad del canal, determinaron que los aportes de la subcuenca A rebalsaran el canal y llegaran a la población por el norte, pero afortunadamente la laguna absorbió el aporte dado que la cota del pelo de agua se encontraba relativamente baja.
c) A partir de 1965 y durante la década de 1970, hubo crecimiento paulatino de las precipitaciones que elevaron la cota de la laguna provocando en 1974-1975 nuevamente el desborde del canal que hizo zozobrar a la población y zona rural del distrito Melincué. Esta inundación cortó los accesos al balneario y hotel existentes en la isla. En 1977 se iniciaron las tareas de reacondicionamiento del canal San Urbano.
d) En 1981 se registra la cota histórica máxima para ese momento: 85,73 m snmm (sobre el nivel medio del mar). No obstante, el descenso en las lluvias, la cota fue bajando lentamente por evaporación del espejo de agua.
e) Durante la década de 1990, el crecimiento de la cota fue paulatino alcanzando un valor de 85,17 m snmm (1993).
f) Durante 1995 y 1996 se produjo un marcado descenso en las precipitaciones y se vieron seriamente comprometidas las cosechas de soja y trigo en la región. Sin embargo, la laguna tuvo un lento retroceso en su cota, llegando a 83,62 m snmm hacia septiembre de 1997.
g) A partir del 30 de septiembre de 1997 comienza a manifestarse el fenómeno llamado “Niño”, acumulando lluvias por encima de lo normal que elevó la cota de la laguna.
h) Sucesivos eventos de este tipo llevaron la cota registrada en mayo y agosto de 2003 a 86,13 y 86,20 m snmm, respectivamente, los valores históricos más elevados hasta ese momento. Estas inundaciones de 2002 y 2003 generaron una situación de difícil retorno. Desde entonces no se observó durante el verano, periodo de mayor insolación evapotranspiración, una bajante en el nivel de la cota del pelo de agua. Por el contrario, hubo un sostenido crecimiento y perdida de elasticidad en el sistema natural para retornar o insinuar siquiera un descenso en el nivel.
i) En el 2004 se inició un período relativamente más seco, que persistiría hasta el año 2011. En 2003 se inicia la obra del canal aductor y dos estaciones de bombeo, que comenzaron a funcionar a finales del año 2005, drenando agua de la laguna hacia el canal San Urbano que se encuentra topográficamente más elevado que la laguna. La tarea de bombeo se inicia en un período seco en que la cota de la laguna era de 85,00 m snmm descendiendo el nivel del pelo de agua de la laguna hasta alcanzar a principios del año 2012 la cota de 82,23 m snmm. Para entonces la comuna de Melincué había reconstruido el camino a la isla, y se podía acceder después de muchos años en auto. El casino y hotel inaugurados en 2
007 funcionaban a pleno y nada parecía presagiar lo que vendría luego, en 2017.
j) Con el incremento de las precipitaciones a partir de 2012, la cota comenzó a ascender alcanzando en agosto de 2017 un valor de 86,44 m snmm. Con estos valores, la situación fue mucho más grave y catastrófica que en 2003. El agua ocupó una mayor superficie del casco urbano y aledaños. Se cortó la ruta provincial 90, y la defensa de tierra que rodeaba y protegía al pueblo en forma de anillo se desmanteló en forma parcial, especialmente por el sur, sobre la laguna por donde ingresó el agua. Cada sudestada mantiene en vilo a la población, ante una nueva amenaza de inundación.
k) Durante la inundación de 2017, los excedentes hídricos que trasladaba el canal San Urbano generaron grandes inconvenientes que volvieron dramática la inundación que vivió el casco urbano de Melincué. El agua en lugar de derivar desde el pueblo al canal, lo hacía en sentido inverso; generando que el agua ingresara al casco urbano en lugar de drenar hacia afuera.
Melincué nació en 1775 como fortín. Su objetivo: proteger la ruta que comunicaba el puerto de Buenos Aires con la ciudad de Córdoba, es decir que, como zona de frontera, fue de suyo la violencia. Durante las campañas destinadas a erradicar a los “salvajes” de sus territorios no se escatimaron esfuerzos y en 1850 se produjo una fuerte avanzada militar contra la toldería mayor del cacique ranquel Melín. El ataque fue sorpresivo. Los ranqueles fueron emboscados a orillas de una laguna (hoy laguna Melincué) y pasados todos por las armas, incluso su pequeño hijo, Cué.
Según cuenta la tradición, sólo la esposa del cacique, Nube Azul, puso salir con vida, aunque con profundas heridas. Montada sobre su caballo alcanzó una de las islas y allí, con el último aliento en la punta de su boca, lanzó una furibunda maldición contra los blancos, en nombre de Melín y Cué, ya fallecidos. Sentenció a las aguas que crecieran hasta tapar todo; que no tuvieran contemplación y mantuvieran a los nuevos moradores del sitio en alerta permanente. Desde entonces, pausadamente, la maldición fue cobrando efecto.