Juan Abel Ferreyra fue derivado con urgencia al hospital José María Cullen la tarde del 26 de octubre, como consecuencia del golpe propinado por el joven que lo atacó para robarle la bicicleta.
Desde el efector público la familia determinó el traslado a un sanatorio privado, donde la profesional que intervino dejó constancia de que el hombre de 78 años tenía “fractura de cráneo nivel occipital con hemorragia subaracnoidea y luxo fractura de clavícula” y que se encontraba “en estado de coma e inestabilidad hemodinámica revistiendo grave estado de salud con pronóstico reservado”.
Al día siguiente -27 de octubre- con el fallecimiento de la víctima la Junta Médica Forense determina que “se produce como consecuencia de paro cardiorrespiratorio devenido de traumatismo endocraneano sufrido”, acorde con otro informe del médico policial, que confirma “muerte violenta”, informando “fractura base cráneo, hemorragia subaracnoidea, hemorragia subdual contusión y excoriaciones en hombro, codo, mano, rodilla, cadera, todo lado derecho”.
Como si fuera poco, su hija Blanca Ferreyra contó que el hombre “tenía mal de Parkinson en la mano derecha, era hipertenso y era un poco sordo”, características todas ellas que, sumadas a su edad, lo hicieron aún más vulnerable al ataque violento de un muchacho de 22 años.
En definitiva para el juez Sergio Carraro se pudo acreditar “que el imputado increpa sorpresivamente a la víctima y empujándolo fuertemente, logra que pierda su equilibrio y caiga vertiginosamente al suelo golpeándose y lesionándose”.