Enrique Cruz (h)
Llegó a Colón para ponerle fin a un derrotero de quince años de frustraciones en la B. Provocó una alegría irrepetible e inigualable. Al poco tiempo, volvió a la ciudad para dirigir a Unión. Como jugador, formó parte de dos equipos inolvidables: El Racing de Pizzutti y el Huracán de Menotti.
Enrique Cruz (h)
Falleció el día del aniversario 109 de San Martín de Tucumán, club al que llevó de manera histórica del Argentino A a jugar en Primera de “un solo saque”; también podrá decirse que lo hizo dos días antes de un nuevo aniversario del gol del “Chango” Cárdenas para la victoria memorable de Racing ante el Celtic, primer equipo argentino en ser campeón del mundo y cuyo plantel integraba; también se podrá decir que en Huracán lo recuerda porque formó parte de aquel equipo de 1973 del “Flaco” Menotti que se convirtió en leyenda y cuya defensa lo tenía como integrante titular junto a Fanesi, Basile y Carrascosa. Pero si en algún lado se valora al “Buche” Chabay es en Colón, por aquel ascenso de 1995 que se convirtió en histórico por esos quince años de sufrido derrotero por los duros caminos de la B. Y en muy menor medida en Unión, que lo fue a buscar un par de años más tarde pero sin que se logre gestar la misma simbiosis de éxito-epopeya conseguida en el club rival.
Nelson Pedro Chabay había llegado muy jovencito a Racing, después de haber jugado en su homónimo de Montevideo. Formó parte del mítico “equipo de José”, que salió campeón del Metropolitano, de la Libertadores y del mundo. Después, su nombre se inscribió en un inolvidable equipo de Huracán, con grandes figuras que deslumbraron, como Brindisi, Babington y el inefable René Orlando Housemann. Como técnico, dirigió a San Martín de Tucumán, Deportivo Mandiyú de Corrientes, Racing, Huracán y Unión, justamente su último trabajo profesional, 1997-1998.
Cuando Chabay llegó a Santa Fe, ya Vignatti llevaba un año y medio como presidente. Había pasado la final con Banfield y un año de transición (la temporada 93-94). Vignatti, en ese momento con el apoyo de Rubén Cardozo, entre otros, armó un equipo para campeonar. Eligió un técnico uruguayo, fiel a aquella historia que empezaron a escribir Pepe Etchegoyen y esos jugadores que Italo Giménez trajo para la primera gran epopeya: la de 1965. Treinta años después, la historia se iba a repetir. El “Buche” eligió algunos jugadores jóvenes “con hambre de gloria”, como Marcelo Kobistyj y el Coco Ameli, más otros de experiencia y curtidos en este tipo de gestas, como Ricardo Kuzemka, el Loco González, el Pampa Gambier y Ricardo Solbes, a quien conocía de haberlo dirigido en Tucumán, entre otros.
El primer partido de aquella temporada fue para el olvido: 0 a 0 con Laferrere y los únicos 45 minutos del Chavo Comas, otro de los elegidos para intentar la hazaña del ascenso. Con el paso de los partidos, fue encontrando rápidamente el equipo. Lo bajó al Negro Ibarra para que juegue de marcador de punta, subió a Jorge González a la posición de “8” y todavía perdura en mi recuerdo una anécdota. No era fácil el ascenso porque estaba un Estudiantes arrollador de Capria, Palermo, Llop, Chiquito Bossio y Verón, entre otros, pero Chabay se tenía fe. A los pocos partidos, un día con Darío Pignata lo encontramos en el Quincho de Chiquito y llegó su confesión: “Ya tengo la defensa de Colón para jugar en Primera: Ibarra, Ameli, Kobistyj y Unali”. No se equivocó. Se fue Kobistyj y lo reemplazó con Montelongo; también con Leo Sciacqua, que estaba en el plantel, alternaba y nunca fallaba. Pero a nueve o diez meses del ascenso, él ya había pergeñado y avizorado no sólo el logro, sino la manera de jugar en Primera.
No pudo dirigir a Colón en la A. Armó el equipo pero una diferencia contractual con Vignatti, a dos días del partido de la vuelta, en Jujuy con Gimnasia, hizo que se bajara del avión. Al equipo lo dirigió Orlando Medina ese día y Vignatti contrató a Enzo Trossero. Pero gran parte del equipo, lo había armado Chabay.
Otra de las tantas anécdotas, compartidas con Pignata y otro colega, el Chavo Cappelletti, se dio en la casa de un amigo, también malogrado, que le dio su paso por Colón: el recordado “Petete” Gustavo Funes. Esa noche, en Rafaela, junto con dos sabaleros de ley como Carlitos Rodríguez y Mariano Farías, compartimos una velada inolvidable, disfrutando de las anécdotas más variadas de un hombre que se codeó con el éxito como pocos.
El día del partido de ida con Godoy Cruz, por el octogonal final y en Mendoza, que Colón empató un domingo a la mañana con muchas dificultades, Chabay salió del vestuario, golpeó el pecho de quien esto escribe y le dije: “Ya está, ¡ascendemos!”. Faltaban la revancha (que Colón ganó por goleada) y las dos finales con los tucumanos de San Martín (también ganadas).
Su retorno a la ciudad, al poco tiempo, fue para tomar a un Unión que había dejado Carlos Trullet después del clásico perdido con el gol de Agoglia. Lo hizo remontar, pero no duró tanto tiempo y se lo podría resumir como un paso intrascendente. Unión no quedó bien en el promedio y luego debió armarse un equipo importante (llegaron Cavallero, Trotta, Jayo, Moner y compañía) para remontar la campaña y evitar el posible descenso.
Nelson Chabay le dio alas a Colón y lo hizo levantar vuelo. Provocó una alegría indescriptible, inolvidable e inigualable. Luego vinieron otras, quizás más importante. Pero esa, la del ascenso, era la que el sufrido pueblo sabalero esperaba. Y el “Buche”, o “cara de pizza”, lo hizo posible. Tenía que ser un uruguayo. Como Etchegoyen en el 65 y como tantos otros del “paisito” que encontraron el éxito en Santa Fe y en sos colores rojo y negro que se llevaron a la tumba bien guardados en algún rincón de sus corazones.