Martes 25.8.2020
/Última actualización 18:25
Apenas iniciada la pandemia por Covid-19, el foco de atención se orientó hacia las personas mayores. Primero, porque la experiencia recogida de otros países advertía sobre la mayor vulnerabilidad a la que estaba expuesto este grupo etario. Y, segundo, por los efectos que tendría sobre el cuerpo y ánimo el consecuente aislamiento social, preventivo y obligatorio.
Aquella medida de prevención se prorrogó, luego mutó a distanciamiento y volvió a extenderse, mientras el virus sigue haciendo subir la curva de contagios. Luego de casi cinco meses, ¿cómo viven esta situación hombres y mujeres que atraviesan la vejez?
Diego Preziuso, experto en Salud Mental y en Gerontología, y ex director de Adultos Mayores, acerca algunas respuestas posibles e invita a pensar en esta etapa de la vida desde otra perspectiva.
- ¿Cómo afectan a las personas mayores las restricciones que surgen de la pandemia?
- No hay una respuesta unívoca. Para eso habría que tener en cuenta la diversidad de los envejeceres en esta situación entendiendo que el envejecimiento es un proceso ligado fuertemente a un contexto histórico y social concreto. Es decir, es diferente hablar de los efectos que tiene en las personas que están en residencias de larga estadía o las que están en un entorno familiar; las que están en pareja o solas en su casa; o si están en un contexto urbano marginal o en una zona rural. Cada persona tiene el proceso único de su envejecimiento.
Tratemos de pensar esas generalidades que nos da un contexto social en general en esta época, una época donde se ha dado un avance muy importante en la longevidad, especialmente en la provincia de Santa Fe, lo cual implica que las políticas del área, la mirada de la sociedad sobre el envejecimiento merecen mucha atención, especialmente porque en esta situación significan una población de mayor riesgo.
Archivo La comunicación es imprescindible y el distanciamiento social se puede acortar o desdibujar desde el contacto mediado por las tecnologías, asegura Diego Preziuso.La comunicación es imprescindible y el distanciamiento social se puede acortar o desdibujar desde el contacto mediado por las tecnologías, asegura Diego Preziuso.Foto: Archivo
- ¿Ese factor puede condicionar más su estado de ánimo, generar nuevos miedos?
- Vemos personas a las que enfrentar una situación de tal incertidumbre genera un alto monto de ansiedad, incluso de angustia, no como una cuestión patológica: podemos entender a la angustia como un estado de extrema alerta frente a algo que percibimos peligroso y no sabemos qué es; simplemente nos dicen que es algo que está al filo entre lo orgánico y lo inorgánico y no lo podemos ver pero se transforma en una amenaza y en un peligro inmenso. Esto es lo que produce cierto miedo; y el miedo no es tonto porque nos ayuda a actuar con prudencia. Entonces, vale preguntarnos qué hacemos para enfrentar este miedo. Como pauta general podríamos decir que tendríamos que informarnos para darle una dimensión real a lo que significan riesgos o peligros teniendo conciencia de los cuidados a tener en cuenta.
En esta situación de distanciamiento va a haber una diversidad de reacciones o efectos sobre las personas. A algunos puede producirles insomnio, cierta depresión o ansiedad, cierta inquietud por cuidar en extremo las situaciones básicas de higiene; algunos optarán por no darle demasiada importancia y habrá que ayudarles con información clara para que no exageren ni minimicen los cuidados.
Considero que es un factor que condiciona el estado de ánimo del adulto mayor, que lo angustia o lo llena de preocupación respecto al miedo a contagiarse y también de contagiar a sus seres queridos.
- Esto impacta a nivel de salud física y mental...
- Como decía Fernando Ulloa, psiquiatra y psicoanalista argentino, la salud mental es esta capacidad de poner en juego los recursos que un sujeto tiene frente a los infortunios de la vida o a los múltiples rostros de la enfermedad o a la mediata o inmediata muerte. Me parece una definición magistral para entender de qué se trata poner en juego la salud mental. A las personas de todas las edades se nos presenta el desafío de cómo miramos a los adultos mayores. A veces se cae, sustentados en prejuicios, en infantilizar la vejez con campañas que miran a las personas mayores como si no tuvieran capacidad de autonomía y autovalidez. Creo que vale la pena ver cuál es el imaginario que tenemos respecto a la vejez, porque en esta época no podemos considerar que toda persona adulta mayor va a tener, necesariamente, alguna demencia o fragilidad.
Si analizamos algunos datos epidemiológicos del envejecimiento, vemos que de las personas mayores en la Argentina, que son alrededor de 5 millones con más de 65 años, el 35 % tendrá alguna discapacidad, el 30 % transita una vejez sana dentro de los parámetros esperados y otro 30 % va a presentar alguna enfermedad crónica pero que le permitirá mantener su autonomía. Y de estos un porcentaje menor son personas que presentan una vejez fragilizada. Entonces, se nos reduce bastante el campo para sostener el prejuicio de que todo envejecimiento es frágil.
Hay que quitar el peso de que la vejez es pérdida, porque es también ganancias en un montón de aspectos, desde tomar diferentes actitudes frente a la existencia hasta seguir desarrollando capacidades. La mayoría transita un envejecimiento dentro de lo esperado, un envejecimiento cerebral que mantiene las competencias cognitivas.
- ¿Qué situaciones o padecimientos se pueden potenciar en este contexto?
- Entre las situaciones que potencian el malestar subjetivo está el desmoronamiento de la cotidianeidad más o menos organizada, esa donde las coordenadas nos daban cierto encuadre a la existencia y hoy se han desdibujado de una forma intempestiva, inesperada y con una configuración siniestra de una amenaza de algo que no podemos visibilizar pero sabemos que puede estar presente. Y por otro lado la situación de construir esta modalidad de lazo social de una sociabilidad sin corporalidad o con una corporalidad diferente, sostenida por imágenes en pantallas con cuerpos sin olor, sin color, sin textura, sin esa sensación de proximidad, en una realidad que se transforma con una temporalidad diferente porque uno puede dejar un mensaje de voz, un video grabado y no estar ahí. Todo eso ha trastocado nuestra forma de socializar.
Diego Preziuso es Magister en Salud Mental, Psicopedagogo, Gerontólogo Social y ex Director Provincial de Adultos Mayores (2007-2014).
- ¿Cuál considera que es la mejor forma de acompañar a estas personas? ¿Qué actividades se pueden proponer para mantenerlas integradas?
- Para el acompañamiento de personas mayores en esta situación de pandemia lo principal es mantener la comunicación. El distanciamiento no implica aislamiento; el distanciamiento social se puede acortar o desdibujar desde el contacto mediado por las tecnologías. Esta es una ventaja con la que contamos en esta época o una desventaja para muchos que no acceden a las tecnologías, no solo por las resistencias de encontrarse con la innovación sino porque a veces no se cuentan con estos recursos por cuestiones económicas. Esto es un obstáculo, pero si se accede a esa comunicación virtual es recomendable tenerla como cierta rutina: saber que a tal horario se va a comunicar un nieto, un hijo para hacer más llevadera la instancia del distanciamiento social.
Es necesario que la persona mayor instale rutinas, que no se quede en la monotonía o en un pasar el día sin sentido. Que trate de leer, cuidar mascotas o las plantas, desarrollar o mantener algún hobby, ver un programa, leer el diario. Es importante moverse y no permanecer demasiado tiempo quieto en el mismo lugar; no instalarse en el dormitorio y que ahí gire toda la existencia. Tampoco es recomendable quedarse todo el día pegado a la televisión: sí mantenerse informado pero no obsesionarse.