Martes 24.11.2020
/Última actualización 21:17
Véase el anverso y el reverso de lo que cambió la pandemia por el Covid-19. La pregunta más fácil de hacer es qué modificó en términos sociales, o sea el anverso. "Pero, ¿y si pensamos al revés, qué no pudo cambiar el coronavirus?", invita a la reflexión Gabriel Obradovich (42) sociólogo y docente de la Cátedra de Sociología de la Facultad de Humanidades y Ciencias (Fhuc) de la UNL. El especialista propone mirar así la cara opuesta del asunto.
Es que a casi 9 meses de la declaración de la cuarentena, mucha agua pasó bajo el puente: las "filminas" del presidente de la Nación (que hoy muestran otros datos muy distintos a aquéllos), la aceptación a la "norma" de quedarse en casa, los aplausos desde los balcones a médicos y enfermeros. Y después el hartazgo, las marchas anticuarentena, las reacciones negacionistas (como la quema de barbijos en el Obelisco); el "pico" de contagios que nunca llega, la Sputnik V, Vladimir Putin y después: ahora, las expectativas sociales están depositadas en las vacunas contra el Covid-19.
Se habló mucho de qué fue cambiando la pandemia. Pero entonces, ¿qué no cambió? "Lo que no puede cambiar (el coronavirus) es que las personas tengan encuentros cercanos con distintos fines: emocionales, afectivos, amistosos, de pareja, familiares, y de algunas actividades laborales donde los encuentros cara a cara son imprescindibles", asegura Obradovich. Sí: los contagios se reprodujeron, con el Amba como el primer epicentro, y ahora la dispersión de infecciones se expandió hacia otras provincias del interior. Pero hay cosas que son a pesar de: "Como sujetos, nos constituimos como hechos sociales y hechos interactuantes", acota el sociólogo.
Buena parte de las interacciones sociales no se modificarán tanto (por la pandemia) en sus estructuras sociológicas, asegura. Hay un elemento central que va dejando el coronavirus y es el siguiente: "La interacción social sistemática de las personas es algo que casi no se modificó, o acaso se pudo modificar pero por un corto tiempo. Y me parece que ahí hay un punto para reflexionar", agrega.
El especialista analiza, en diálogo con El Litoral, las "fases sociológicas" de la cuarentena -desde la euforia inicial hasta el cansancio-, e incluso ahora la "esperanza" mesiánica de una vacuna efectiva; los rituales que no pudieron ser-como-debieron-ser (un velorio, un nacimiento), las fiestas de fin de año como otro ritual que se aproxima; también los "desajustes" en la determinación de restricciones a la circulación, lo punitivo y el control social, e incluso el deseo erótico en la pandemia.
La declaración de la cuarentena (el DNU fijando en el país al Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio, Aspo, el 20 de marzo) abrió etapas: "En un primer proceso de cumplimiento de la cuarentena se produjo una efervescencia social y una cohesión de grupo: todos nos cuidábamos, nadie salía, todos acatábamos 'la norma', aplaudíamos desde los edificios a los profesionales de la salud".
El sociólogo Eduardo Fidanza -cita Obradovich- dijo que en esos primeros momentos hubo algo parecido a un 'fervor de guerra'. "Aumentaron las llamadas telefónicas, los videos donde se mostraba con entusiasmo 'el cambio de vida', donde se contaba lo bueno que era estar más tiempo en casa. Algunos hasta hablaron de la posibilidad de volver a habitar los campos... Ocurre que cuando hay un gran conflicto o un gran peligro, los grupos se cohesionan y se cierran: es la cohesión comunitaria", explica.
Esto se desfasó luego. En una segunda etapa, la cuarentena -quizás por el tiempo transcurrido- empezó a debilitarse, y los principales focos de contagios atravesaron a todas las capas de la sociedad: "Esos contagios, tanto en los sectores altos, medios y bajos de la sociedad, fueron por contactos sociales. No hay datos de grandes números de contagios en lugares de trabajo, comercios, etcétera, sino que la expansión de casos se dio centralmente en encuentros cara a cara", añade.
Hay algo que no cambia y que no va a modificar la estructura de la organización: la importancia de los encuentros, subraya el sociólogo. "Pero sí se modificaron pautas: posiblemente las personas, en lugar de juntarse con 10 amigos, elegían tres; o en lugar de verse con toda la familia, elegían a dos integrantes. Y tal vez hacían esas elecciones en función de los 'costos', por ejemplo, de las edades de sus padres y sus abuelos, de si eran grupos de riesgo, etcétera. Pero no pudieron dejar de vincularse. No cambió la pauta de la organización personal de las relaciones", insiste. Y ni siquiera la cuarentena, "la regla o la norma", la policía, lo pudo evitar.
Para el docente universitario, quizás faltaron campañas de concientización que fueran acompañando los procesos. Y da un ejemplo: "En el pico de casos, vos tenías la Costanera llena de gente, y el resto de la ciudad vacía. ¿A nadie se le ocurrió decir que quizás era mejor que se habilitaran caminatas de a dos personas por calles distintas, para que haya distanciamiento con otras personas? Es sólo un decir, pero creo que faltó ahí un ajuste, pues lo cierto es que no se podía prohibir la interacción social".
Las fiestas y "tres niveles" de encastre
-Ahora se vienen las fiestas de fin de año, que también son instancias muy movilizantes para muchas personas (ver Los rituales). ¿Qué cree que va a pasar con los comportamientos sociales en esas vísperas?
-Se podría pensar que la tendencia será que las personas buscarán juntarse. La motivación de verse con otros, insisto, es la motivación central de la vida. Hay distintas políticas de las que se están hablando, como la idea de "cerrazón" o de "burbujas sociales", esto es, de elegir algunas relaciones sociales específicas y de convivir sólo con ellas durante las fiestas. Esto me parece bien.
Pero también pienso en cierto encastre de tres niveles: un nivel macro, donde están la ordenación pública y las recomendaciones sanitarias; segundo, un trabajo con un actor intermediario y, tercero, un trabajo con las mismas personas interactuantes. Si puede afinar algún tipo de coordinación este estos tres niveles, creo que sería lo ideal.
Un ejemplo: primer nivel, el mensaje oficial ("cuidarse"). Segundo: si dos familias alquilan una casa quinta, que el intermediario (el agente turístico como contralor, segundo nivel) diga: "Acá sólo habrá dos familias y los integrantes no podrán superar tanta cantidad de personas". El tercer nivel será la concientización de esas dos familias, es decir, la conciencia del riesgo, de tomar los cuidados y distanciamientos con otras burbujas sociales. Si estas tres cosas funcionan, se podría atemperar la posibilidad de contagios.
Pongo por caso cómo se articularon bien estos tres niveles: la campaña del "conductor designado", que funcionó con éxito en Estados Unidos. Imaginemos: un grupo de amigos va a un bar. Uno de ellos es el conductor designado: ahí estuvo toda la política pública poniéndolo en conocimiento de los riesgos por manejar alcoholizado. Tenés un bar en el que antes de servirte cerveza se le pregunta al grupo de amigos: "¿Quién es el conductor designado?". Y a esa persona no se le va a servir alcohol.
Y en el tercer nivel está al resto de los amigos que le dicen al conductor designado: "Vos no vas a tomar alcohol porque manejás a la vuelta". Ahí se ven clarísimas las tres escalas bien encastradas: la política publica, el factor intermediario (bar) y la conciencia social de los amigos.
Gentileza Gabriel Obradovich es sociólogo y docente de la Cátedra de Sociología de la Facultad de Humanidades y Ciencias (Fhuc) de la UNLGabriel Obradovich es sociólogo y docente de la Cátedra de Sociología de la Facultad de Humanidades y Ciencias (Fhuc) de la UNL Foto: Gentileza
-En los últimos días, con los anuncios de las vacunas contra el Covid-19 que llegarán al país, empezaron a verse algunos comportamientos sociales de descontrol (el caso de Rosario semanas atrás, con las fiestas en La Florida). ¿Podrían surgir reacciones de "relajamiento", bajo el falso pensamiento de que "las vacunas ya llegan y estamos salvados"?
-Creo que no. Algunos grupos siempre estuvieron más relajados (las franjas etarias más jóvenes). Me queda la duda de si se profundizará con la "esperanza" de la vacuna. Esto de la horda saliendo a la calle no creo que ocurra; incluso tuvimos manifestaciones públicas anticuarentena, y esa movilización social se podría replicar, pero no tanto ampliar.
También creo que hay un uso político con anuncios "esperanzadores" del tipo: "Compramos las vacunas, ya está, ya viene", y esta promesa de salvación me parece poco seria en la planificación de la vida social. Prometer que "esto se termina mañana", esa "cosa mágica", es un error de la clase política, no sólo de la clase gobernante sino también de la oposición.
Los velorios fueron un gran problema y aún lo son, al igual que los nacimientos. "Hay grandes rituales emociones los cuales son muy difíciles no hacerlos con alguien. El elemento emocional es central, y cumple distintas funciones. Una de estas funciones es que ratifica el momento de tu vida, ése momento: si tenés un velorio y estás solo, hay algo de esa muerte del ser querido por la que no se puede empezar a hacerse el duelo sin que esté un otro. Lo mismo un nacimiento. Porque la presencia física de los otros crea el ritual, al mismo tiempo (los otros) están haciendo ese ritual. Es como tener un hijo y no poder decirle a nadie", grafica el sociólogo.
El tema de los rituales fue otro punto flaco que no se pensó ni planificó seriamente, advierte Obradovich. "Una cosa es pensar una política pública donde se parte de la idea de que la sociabilidad es imprescindible, y adecuás en consecuencia, y otra cosa distinta es prohibir sin entender. Y la prohibición actúa en este sentido como una evasiva social, que fue lo que pasó de junio en adelante, incluso cuando empezaron a subir los contagios en Santa Fe".
-¿Qué pasó con la sexualidad y el deseo erótico producto de lo que genera la pandemia, como estrés o ansiedad?
-En los primeros momentos de la cuarentena, en Estados Unidos se realizó un primer estudio que básicamente pronosticaba un baby boomer (una explosión de nacimientos y de las tasas de natalidad, algo similar a lo que ocurrió en la posguerra, desde 1946 a 1964). Después habrá que ver cómo siguió en período posterior, pero se puede inferir que en ese período las relaciones sexuales se cohesionaron también.
Pero claro, esa efervescencia social al inicio pasó con el transcurrir de los meses. Y seguramente aparecieron los problemas de pareja. Creo que hay la cuarentena por momentos, como las temporalidades de todo un proceso.