Viernes 29.11.2024
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En 2009, Laura Batkis preguntó a Miguel Ocampo, durante una entrevista, “¿Qué es el arte para vos?”. El pintor no dudó en responder: “el sentido de la vida”. Nacido en Buenos Aires el 29 de noviembre de 1922, Ocampo se formó en arquitectura antes de dedicarse a la creación artística. Sus primeros pasos lo llevaron al taller de Vicente Puig, un pintor uruguayo pionero del modernismo.
El artista junto a una de sus obras. Foto: Archivo El Litoral / Gustavo VittoriMás tarde, se trasladó a Europa, donde asistió al taller de André Lothe. Según María José Herrera, historiadora del arte y asesora curatorial del Museo Miguel Ocampo, el artista formó parte de la vanguardia de los años 50 con el Grupo de Artistas Modernos de la Argentina. Este colectivo incluía figuras como Fernández Muro, Sara Grillo, Alfredo Hlito, Tomás Maldonado, Lily Prati, Enio Iommi, Claudio Onetto y Clorindo Testa. Herrera describe al grupo como "una corriente que provenía de la geometría y el arte abstracto, que habían visto nacer el arte concreto pero buscaban algo más libre. La pintura de Miguel fue mucho más libre porque era una abstracción más sensible, a lo Paul Klee".
Archivo El LitoralSegún el portal Arte de la Argentina, durante su etapa en Roma, la geometrización de la imagen en la obra de Ocampo evolucionó gradualmente. En París, adoptó una interpretación libre del informalismo, con el color como protagonista. Su período en Nueva York estuvo marcado por el uso de la luz y el color, a los que sumó elementos como la ondulación de la línea, la diferenciación entre planos, el puntillismo y el salpicado.
Archivo El LitoralA finales de los años 70, eligió La Cumbre, una localidad cordobesa ubicada 80 km al noroeste de la ciudad de Córdoba, como su lugar en el mundo. Durante los años que vivió allí, se inspiró en los paisajes del valle de Punilla para crear obras en clave abstracta que reflejan la belleza de ese entorno natural.
Archivo El LitoralGabriela Origilia, en un artículo para La Nación, destaca cómo Ocampo transformó las corrientes artísticas en un lenguaje propio. “A lo largo de su carrera, lo abstracto y lo figurativo no fueron contradictorios ni generaron conflictos. En el ámbito de la figuración sólo entra la naturaleza —el paisaje y el cuerpo—, mientras que lo urbano, esa sobredosis que experimentó, huye de sus cuadros”, escribió.
Archivo El LitoralEn una entrevista con La Voz del Interior en 2018, la hija del pintor reveló la fascinación de Ocampo por el color. Según ella, el artista buscaba que los colores en sus cuadros fueran continuos, sin límites. Ocampo reflexionó en una ocasión que “la forma es un elemento homogéneo, mientras que el color tiene un componente inasible y virtual: la luz”. Este concepto ocupó gran parte de su atención: “Traté con ella como un elemento aislado dentro de la pintura abstracta”, afirmó.
Archivo El LitoralPor su parte, Fabián Lebenglik escribió en Página/12 que, aunque Ocampo mantuvo siempre un estilo personal, transitó con comodidad entre las grandes tendencias artísticas. “A lo largo de su vida, el pintor se acercaba y luego tomaba distancia de las líneas dominantes de cada época. Así, su obra alterna entre la conexión y el aislamiento frente a las corrientes predominantes”, señaló.
Archivo El LitoralEn 2007, Ocampo inauguró una sala anexa a su atelier en La Cumbre, diseñada para compartir con la comunidad sus más de 2000 dibujos y pinturas. Este espacio, inspirado en los pabellones de la Bienal de Venecia, sigue abierto al público y es un punto de interés para quienes visitan la región. En esa misma época, recibió el título de Ciudadano Ilustre de La Cumbre, donde falleció el 24 de noviembre de 2015, pocos días antes de cumplir 93 años.
Archivo El LitoralMaría José Herrera subrayó la influencia de los paisajes cordobeses en la obra de Ocampo. “Acostumbrado a disfrutar del campo desde niño, quedó cautivado por los teatrales cambios de luz y color de las sierras. Este entorno lo inspiró a convertir La Cumbre en su hogar. El edificio del museo saca provecho de la incandescente luz serrana, el poder aislante de las piedras y la frescura de los estanques que lo enmarcan. Visitarlo es una experiencia que une arte y paisaje”.