Sábado 16.5.2020
/Última actualización 13:07
La brecha entre el rendimiento potencial y el real del trigo sigue siendo muy grande, con porcentajes que varían de un 20 a un 50% según la región triguera. En el NOA es de un 50%, en la región Centro (S de Córdoba y Santa Fe; Norte de Buenos Aires) varía entre un 30-35% y en el SE de la provincia de Buenos Aires (subregión IV) de un 20%.
Según datos del EEA INTA Oliveros, específicamente para el Sur de Santa Fe, el rendimiento promedio obtenido con las tecnologías disponibles y ya en uso por los productores, es del orden de 4.200 kg ha-1, mientras que el rendimiento promedio de la región está en el orden de los 3.500 kg ha-1. Si se tiene en cuenta que el rendimiento alcanzable, combinando las mejores tecnologías de manejo e insumos y limitado solamente por déficit hídrico, es de 5.900 kg ha-1, es posible pensar que se pueden mejorar sustancialmente los rendimientos promedios de esta zona.
Sin duda, deben tratar de colocar el Periodo Crítico del cultivo en condiciones ambientales que maximicen el rendimiento, con el mínimo impacto negativo en el ambiente. En trigo, este período se ubica 20 días antes de antesis y los 10 días posteriores. Por este motivo se debe conocer las etapas de crecimiento y desarrollo del cultivo y de los componentes de rendimiento que se generan en cada una de ellas. Frente a un estrés puntual, el componente de rendimiento más perjudicado es el número de granos por unidad de superficie.
Un factor decisivo en el rendimiento del trigo es el barbecho previo a la siembra, tiempo en el cual el suelo debe permanecer con suficiente cobertura de rastrojos del cultivo anterior y libre de malezas.
El trigo es uno de los cultivos que por su estructura y la época en que se desarrolla, es “poco afectado” por la competencia de malezas. No obstante, se debe procurar que no presente competencia por malezas en las etapas tempranas de crecimiento y desarrollo. El consejo es no sembrar con malezas vivas y aplicar herbicidas en época temprana para controlarlas.
Variedades y fechas de siembra
Con respecto a las variedades a utilizar, desde INTA señalan que las ciclo largo e intermedio, con un rendimiento promedio de 4.484 kg ha-1, tuvieron un mejor comportamiento que las de ciclo corto que alcanzaron 4.195 kg ha-1, con una diferencia de 289 kg ha-1.
En el Sur de Santa Fe se determinó que las siembras tempranas, de fines del mes de mayo/principios de junio, maximizan el rendimiento del cultivo porque ubicarían el periodo de antesis/inicio de formación del grano a una menor temperatura, incrementando el número de granos por área y el peso de estos. Los mayores pesos de granos se han obtenido con temperaturas durante la etapa de llenado de los granos, entre 17-19 ºC, y con una amplitud térmica no inferior a 12-13 ºC.
Es importante una correcta elección del genotipo porque, además del rendimiento, define la calidad industrial del trigo según el uso de las harinas, estando las variedades comerciales tipificadas en tres Grupos de Calidad. Pero este es un carácter complejo, que no solo está condicionado genéticamente en su manifestación, sino también por factores ambientales como la temperatura y el manejo, especialmente la fertilización nitrogenada.
Para establecer una adecuada densidad de siembra (pl m-2), hay que tener en cuenta que, para un excelente rendimiento, debemos lograr entre 500 600 espigas m-2. La cantidad de semillas a sembrar para alcanzar ese objetivo, además del poder germinativo, dependerá de la capacidad de macollaje, la que es dependiente de la variedad y de la fecha de siembra.
Por otro lado, es determinante la cantidad de agua que se puede almacenar en el suelo para cubrir los déficits hídricos, muy comunes en la zona a principios de la primavera, cuando el cultivo comienza a incrementar el consumo de agua.
Es necesario determinar la lámina de agua disponible en el perfil del suelo, focalizando esta determinación en los primeros 40 cm de profundidad donde se desarrollan el 75% de las raíces. Conociendo la disponibilidad de agua, se puede estimar el rendimiento posible de alcanzar y con ello, definir con más precisión algunas de las tecnologías a aplicar, en especial la fertilización.
La importancia de la fertilización
Los sistemas de producción de trigos eficientes y efectivos requieren de una nutrición balanceada para maximizar la eficiencia del uso de los recursos e insumos. La aplicación de nutrientes (dosis, fuentes y momento) se debe realizar en función del análisis químico del suelo. Principalmente debemos tener en cuenta: % M.O.; NO3 (mg kg-1); SO4 (mg kg-1); P (mg kg-1); pH y relación C/N.
La fertilización es una práctica de manejo que incrementa los rendimientos de trigo entre el 10 y 30% respecto a los cultivos sin fertilizar.
En estrategias de manejo de alta producción, un nutriente que no debe faltar es el Zn, ya que es escaso en el 70% de los suelos de la región triguera. En el sur de Santa Fe la aplicación foliar con Zn a macollaje, incrementó el rendimiento entre el 10 y 17% respecto al tratamiento con NPS.
Otro aspecto para tener en cuenta es la sanidad. Las enfermedades foliares (royas, mancha amarilla y septoriosis de la hoja), cuyos efectos negativos, si bien muestran diferencias muy marcada entre años, son muy importante en la determinación del rendimiento. Se evaluaron pérdidas de hasta un 17% en la biomasa a madurez fisiológica y de un 19% en el peso de la espiga.
Para el caso de roya anaranjada (Puccinia triticina) se ha estimado, en el sur de Santa Fe, una tasa promedio de pérdida de rendimiento de 7178 kg ha-1 día-1desde la aparición de la enfermedad, lo cual indica la conveniencia de un control temprano mediante la aplicación de fungicidas, e implica la necesidad del monitoreo de los lotes para constatar su nivel de incidencia. Asimismo, es muy importante la elección de variedades de mejor comportamiento frente a las enfermedades.