(Enviado Especial a Doha, Qatar)
(Enviado Especial a Doha, Qatar)
En los centros de prensa se mezcla todo: idiomas, costumbres, ritmos de trabajo, tecnologías, etcétera. También se mezclan los estados de ánimo. Depende mucho de las diferencias horarias. No sé por qué, pero el momento crítico es llegando a las 7 de la tarde. No hay una sola jornada de trabajo que este periodista haya terminado antes de las 3 de la mañana. Y las horas de sueño no son, ni por asomo, las que se recomiendan. Pero siempre digo que uno es un privilegiado en poder hacer lo que le gusta, lo que siente, lo que lo apasiona y disfrutar de estos eventos tan multitudinarios y fascinantes por el lugar que se lo mire o analice.
Pero no hay dudas que cansa. Y si uno se frena, aunque sea un instante, puede ocurrir que, por ejemplo, en un centro de prensa bastante concurrido y casi sin bullicio, se escuche allá a lo lejos un par de ronquidos de quiénes creen que desparramarse en un sillón para relajarse un poco, puede resultar algo reparador y beneficioso.
Las jornadas suelen ser largas y muchos deciden ver más de un partido por día, algo que este Mundial tan particular lo permite por la escasa distancia entre los estadios (en 70 kilómetros están todos). Pero ir de un lado al otro demanda tiempo. Hay combinaciones que hacer en el Metro, embotellamientos si se decide acudir al uber o al taxi y no es sencillo llegar a un estadio al otro. Está bueno empacharse de fútbol en un escenario de esta naturaleza. Pero cansa. Y no se pueden evitar los cabezazos o un par de ronquidos suficientemente potentes para llamar la atención de todos. Y todavía falta mucho.