El segundo cónclave del tercer milenio comenzará el martes 12 de marzo y el próximo papa necesitará en todas las votaciones la mayoría de los dos tercio de los votos de los cardenales asistentes para ser elegido.
Así lo contempla la Constitución Apostólica “Universi Dominici Gregis”, que precisa que si se llega a una votación entre los dos más votados, estos no podrán participar y que si se perpetrara el delito de simonía (comprar los votos) todos los culpables serán excomulgados, pero el voto será válido.
También prevé que los cardenales electores deberán abstenerse de toda forma de pactos, acuerdos, promesas u otros compromisos de cualquier género que les puedan obligar a dar o negar el voto.
Si eso sucediera, el compromiso adquirido sería nulo y nadie estará obligado a observarlo.
Los cardenales tampoco pueden hacer capitulaciones antes de la elección.
El cónclave comenzará en la tarde del próximo martes tras la misa solemne que se celebrará en la Basílica de San Pedro por la mañana, la llamada Misa votiva “Pro eligendo Papa”, a la que asistirán todos los fieles que lo deseen, así como el Cuerpo Diplomático.
Por la tarde, los cardenales se reunirán en la capilla Paulina y en procesión se dirigirán hacia la capilla Sixtina -que sigue siendo el lugar de los cónclaves- recitando las letanías y cantando el “Veni Creator Spiritus”, con el que invocarán la ayuda del Espíritu Santo.
Una vez dentro, se procederá al juramento, por el que se comprometerán a mantener el secreto de todo lo que se diga o haga.
Para garantizar el secreto, los especialistas han hecho severos controles para que no sean instalados medios audiovisuales de grabación y trasmisión exterior.
Después, el Maestro de Ceremonias Pontificias pronunciará la frase “extra omnes” y todos los ajenos al cónclave saldrán de la Capilla.
Abolidos los modos de aclamación y por compromiso, la elección se hará por escrutinio secreto. Para que sea válida se requieren los dos tercios de los votos, calculados sobre la totalidad de los electores presentes. Al ser 115, el elegido necesitará al menos 77 votos.
En la tarde del 12 de marzo se hará la primera votación y en los días siguientes si la elección no ha tenido lugar se llevarán a cabo dos por la mañana y otras dos por la tarde.
La normativa establece que después de tres días de escrutinios sin resultados positivos, las votaciones se suspendan durante un día para hacer una pausa de oración y coloquio entre los votantes.
Tras ese día de pausa volverán a celebrarse otros siete escrutinios y si se sigue sin elegir Papa se efectuará otro descanso y se volverán a hacer otros siete escrutinios. Si se sigue igual, habrá nueva pausa y, de nuevo, otras siete votaciones. Y así hasta el 33 o 34 escrutinio (dependiendo si el primer día se vota o no).
A partir de ese momento, hasta ahora, se pasaba a elegir Papa entre los dos cardenales que en el último escrutinio hubieran obtenido el mayor número de votos. La normativa exigía que el elegido lo fuera por mayoría absoluta (la mitad más uno).
Esto lo cambió en 2007 Benedicto XVI, que estableció que ya en este cónclave fueran necesarios los dos tercios de los votos en todos los escrutinios.
También estableció que si se llega al voto entre los dos más votados, éstos no podrán participar en la votación.
El procedimiento de escrutinio se desarrollará en tres fases: preparación y distribución de las papeletas por parte de los Ceremonieros, quienes entregarán dos o tres a cada cardenal elector; elección por sorteo de tres escrutadores (de entre los cardenales), de tres encargados de recoger los votos de los enfermos y de tres revisores, y si entre los elegidos por sorteo salen cardenales electores enfermos se extraerán los nombres de otros no impedidos.
Las papeletas tendrán forma rectangular y llevarán escrita en la mitad superior las palabras “eligo in summun pontificem”, mientras que la parte inferior estará en blanco para que se escriba allí el nombre del elegido.
Cada cardenal deberá escribir el nombre con una caligrafía lo más irreconocible posible y poner sólo uno, más harían el voto nulo.
Para asegurar que los cardenales estén solos, en el momento de la votación saldrán de la Sixtina el secretario del Colegio de Cardenales, el Maestro de Celebraciones Pontificias y los ocho ceremonieros.
Una vez escrito el nombre en la papeleta, cada cardenal llevará la suya, de forma bien visible, hasta la urna. Delante de los escrutadores pronunciará él juramento: “Pongo por testigo a Cristo Señor, el cual me juzgará, de que doy mi voto a quien en presencia de Dios, creo que debe ser elegido”.
Después colocará la papeleta en un plato y con éste la introducirá en la urna y luego volverá a su sitio.
Si alguno de los cardenales electores no puede ir hasta el altar a llevar su papeleta, un escrutador se encargará de hacerlo, después de que el purpurado pronuncie la fórmula.
Una vez que todos los cardenales electores hayan introducido su papeleta se procede a contarlas. Si el número de las mismas no corresponde al de electores se procederá a quemarlas inmediatamente y se realizará una segunda votación.
Si todo está en orden, los escrutadores se sientan en una mesa colocada delante del altar. El primero toma una papeleta, la abre y mira el nombre del elegido y la pasa al segundo, que hace lo mismo y la pasa al tercero, el cual lee en voz alta e inteligible el nombre, para que todos puedan escucharlo y anotarlo.
Concluido el escrutinio, se suman los votos obtenidos por los diferentes nombres y se anota. El último escrutador que lee las papeletas las va perforando con una aguja en el punto donde aparece la palabra “eligo” y la inserta en un hilo.
Al final se atan los extremos del hilo con un nudo y las papeletas así unidas se ponen en un recipiente o al lado de la mesa.
Si ninguno de los elegidos alcanza los dos tercios de la votación no hay papa y si lo logran ya hay nuevo sucesor de san Pedro.
En ambos casos habrá que proceder a un control de las papeletas.
Si todo es correcto y antes de que los cardenales abandonen la Capilla Sixtina todas las papeletas serán quemadas.
En caso negativo (fumata negra) habrá que volver a votar, si es positivo será “fumata blanca).
Una vez elegido, el cardenal decano -aunque en esta ocasión no será Angelo Sodano, ya que tiene 85 y no podrá entrar en la Sixtina, sino el cardenal Giovanni Battista Re- en nombre de todo el colegio pide su consentimiento al elegido con las palabras: “¿Aceptas tu elección canónica para Sumo Pontífice?”.
Dado el consentimiento se le pregunta cómo quiere ser llamado y después el Maestro de Ceremonias levanta acta.
Finalmente se anunciará al mundo con la fórmula: “Habemus Papam”.
EFE