Futuro posible. Para la comunidad Qom, hablar de posesión de tierra es hablar de posibilidades concretas para sus niños.
Futuro posible. Para la comunidad Qom, hablar de posesión de tierra es hablar de posibilidades concretas para sus niños.
Transcurría el año 1994 cuando varias familias de la comunidad toba Qom provenientes de Castelli, Chaco, llegaron a la ciudad de Santa Fe en busca de posibilidades de trabajo. Se instalaron en los viejos vagones de Santa Fe Cambios, ubicados en la Estación Belgrano hasta que finalmente al año siguiente el gobierno las trasladó al barrio Las Lomas, en vista de lograr regularizar su situación de vivienda. De aquel entonces a la fecha, pasaron dieciocho años. La mudanza se concretó. Pero la comunidad toba aún no logra emplazar sus raíces en esta zona de Santa Fe. Cleto Mansilla, un miembro de la comunidad que durante años la dirigió, explicó por qué: “Desde hace casi 20 años venimos pidiendo ayuda del gobierno para el mejoramiento de nuestra situación de vivienda. Pero parece que no existimos. Cuando nos fuimos de los vagones, nos prometieron que se nos iba a dar la tierra, pero nunca pasó nada. Sobre el pasado y el futuro de su comunidad, Cleto comenta: “Vinimos a Santa Fe persiguiendo un sueño: el de prosperar. Lo único que queremos es trabajar, ya sea en la construcción o haciendo artesanías. Y para eso la seguridad que da una vivienda propia es fundamental. También pedimos a los gobernantes la posibilidad de capacitar a nuestros chicos. Muchos tienen 15 ó 16 años y ya están en condiciones de trabajar. Sin embargo, no tenemos opciones para educarlos en un oficio y brindarles expectativas que nosotros no tuvimos”. Cuando se recorre el barrio y se ven las condiciones de subsistencia, sobre todo de los pequeños, lo primero que se piensa es que el reclamo de esta comunidad no es inconcebible. “Diez hectáreas serían suficientes para toda la comunidad toba, para habitar y trabajar la tierra. Es que no tenemos espacio ni siquiera para construir una huerta o criar gallinas y poder abastecernos”, dice Cleto. Y finaliza: “Somos seres humanos y tenemos derecho a nuestra propia parcela. Pedimos tierra. Sólo eso”. Crónicas de Barrio pudo saber que las tierras donde reside la comunidad toba son propiedad del Movimiento Los Sin Techo, luego de que la Nación se las cediera en el marco de una gestión realizada por el recordado sacerdote Atilio Rosso. Desde el movimiento señalaron que están avanzando en la regularización dominial y que esas tierras, “tarde o temprano”, serán propiedad de la comunidad.
Educación intercultural
La realidad de Las Lomas se vio transformada con la llegada de la comunidad Qom; y eso fue evidente, por ejemplo, en el ámbito educativo. Liliana Marteleur, directora de la escuela primaria San Martín de Porres explica: “La comunidad Qom creció muchísimo y generó que la escuela empezara a brindar una educación intercultural bilingüe”. Hasta el año pasado, de los 300 alumnos que cursaron la primaria, la mitad eran de la comunidad toba. Por ello todos los chicos reciben educación Qom, intercambiando culturas en el proceso de enseñanza aprendizaje y respetando tanto las costumbres del criollo como las del toba. La directora de la escuela secundaria que funciona en el mismo edificio agregó que en el nivel superior las cosas son más difíciles. “Los primeros años del secundario son muy numerosos, pero pocos llegan a quinto porque muchos chicos necesitan salir a trabajar”. Hasta el año pasado, al secundario asistían unos 110 alumnos, de los cuales por cada 50 que ingresan sólo unos 20 egresan.
700 personas
integran la comunidad toba radicada en Las Lomas. Según un relevamiento realizado por sus autoridades, son 68 familias. De ese número, 49 tienen una vivienda -todas precarias y en su mayoría de chapas- y 19 viven de manera agregada. Cada familia está integrada por un número de 10 personas.
/// POSTALES
Artesanos del barro. La actividad principal de quienes conforman la comunidad Toba de Las Lomas es la venta de artesanías. Las realizan a mano, sin moldes. Paradójicamente, el material que les permite subsistir es el mismo que se les niega: la tierra. Las figuras hechas con barro se secan primero al sol, luego se hornean y por último se pintan para salir a venderlas casa por casa.
Comedor para los chicos. En verano, el comedor de la escuela del barrio está abierto. Allí almuerzan los alumnos que durante el año lectivo van a clases y niños del barrio que se acercan de manera espontánea. El día que Crónicas recorrió la zona, el menú era pizza casera con ensalada primavera. “Una de las comidas que más les gustan a los chicos”, dijo una de las cocineras.
Jugar en la calle. En este barrio reina el silencio. Se destaca sobre todo por la amabilidad de su gente, incluso de los más pequeñitos. Para éstos últimos, las calles de Las Lomas son un gran parque de juegos, y no es raro verlos andar en bicicleta, jugar con sus animales, bailar música evangélica o caminar en grupitos de vereda en vereda.
Esforzarse por el sustento. El barrio se nota calmo en cuanto a situaciones de violencia. No se observa desorden entre los chicos ni dentro ni fuera de la escuela. Las directoras del establecimiento educativo emplazado en el barrio aseguran que hay mucho sacrificio por conseguir el pan de todos los días y los chicos inevitablemente son partícipes de esa problemática en sus hogares.