Sábado 6.7.2019
/Última actualización 11:32
El certamen nacional “Un docente que emociona”, organizado por la Fundación de Educación Emocional Argentina, seleccionó una propuesta de la escuela San Roque entre las mejores para evitar situaciones de conflicto en las aulas. Con esta premiación, la maestra Analía Romero asistió al congreso de la Organización en la provincia de Córdoba. Además, consiguió una capacitación de Lucas Malaisi, presidente de la Fundación, a la que asistieron más de 200 representantes de distintas instituciones escolares santafesinas.
Luego de la misma, Malaisi conversó con El Litoral sobre esta estrategia educativa. En una reseña de la conferencia, dijo que la Educación Emocional trata de “brindar un lugar a los jóvenes, así como lo tienen para lengua o matemática, en el que puedan tomar conciencia de cuáles son sus emociones para, luego, expresarlas asertivamente”. Así, en este espacio para desarrollar la inteligencia emocional, Malaisi sostuvo que los alumnos pueden “por un lado, evitar las conductas sintomáticas y violentas (como el bullying, consumo de drogas, actitudes delictivas) por medio de conductas sanas; y por otro, promover el auto-conocimiento, donde se descubran los propósitos de la vida y las pasiones individuales”.
Según el psicólogo sanjuanino, estrategias de este tipo se vuelven fundamentales ya que “en la actualidad, vemos cada vez más personas que transitan la vida cumpliendo mandatos, tratando de satisfacer a alguien más, sin conocerse a sí mismos”.
— De alguna manera, lo que se busca es favorecer el equilibrio emocional desde temprana edad...
— En una vida llena de desafíos, tendemos a ser inestables. Pero si desarrollamos habilidades, podemos conseguir algo de estabilidad en medio de este camino. Es como ese deporte en el que intentan sostenerse en una cuerda. En la día a día, la cuerda se mueve, puede ser por mudanzas, un despido en el trabajo, una ruptura amorosa. Pero, si uno puede desarrollar cierta técnica, puede mantenerse estable con mayor facilidad.
— Tradicionalmente, las familias intentaban cumplir, mal o bien, con este rol. ¿Qué ha cambiado?
—Se hacía porque había más tiempo y menos problemáticas sociales que ahora. Violencia, adicción, depresión, son cuestiones actuales que las familias no saben cómo abordar. Entonces, intentamos formalizar un espacio coyuntural en el que, a través de las escuelas y en compañía de las familias, brindemos estos recursos.
Así, las comunidades pueden volverse a las escuelas en búsqueda de “correctivos” que no se están dando en las demás instituciones. Lo conveniente es que se dé tempranamente, trabajar desde niños para que, luego, no tengan que intervenir la justicia, centros de rehabilitación y demás instituciones disciplinadoras.
La educación emocional tiene entre sus objetivos mixturar la pedagogía con la salud mental. “Es una estrategia en la que se vehiculizan hábitos salutógenos, mediante la educación cotidiana que reciben los chicos en las escuelas”.
— ¿Cuánto influye este tránsito en la figura de la Autoridad sobre la estabilidad de las emociones?
— Muchísimo. Las generaciones de adultos de hoy vivimos, cuando fuimos niños, una educación más bien rígida y restrictiva, padeciendo cierto autoritarismo de nuestros mayores. Entonces, ya de adultos, vivimos pensando que no queremos que esto lo sufran nuestros hijos. Por lo cual, ahora estamos transitando un pasaje del autoritarismo al liberalismo total, sin límites.
Hay un fenómeno que describe esta situación, llamado el síndrome del Emperador, que explica que hoy tenemos niños que mandonean a sus padres y que no registran autoridad alguna. La verdad, ninguno de los extremos es bueno. Ni la sumisión ni la irreverencia, la clave está en el equilibrio.
— ¿Cuáles son los beneficios y riesgos de racionalizar los sentimientos?
— Los beneficios son muchísimos. Principalmente, la reducción de las conductas sintomáticas. A su vez, las investigaciones abundantes que hay sobre el tema indican que el 80% del éxito que tendremos en la vida dependen de las habilidades emocionales.
Ahora, tenemos que considerar que si racionalizamos las emociones de más, dejamos de sentir. Pero, si no contamos con estas herramientas quedamos presos de la emoción, sin poder hacer conciente lo que hacemos.
Entonces, una vez más, es importante no caer en los extremos y que pongamos esfuerzos poder avanzar con este tipo de enseñanza.
Mauricio Garín Según el psicólogo, en la educación transitamos un pasaje del autoritarismo al liberalismo sin límites .Según el psicólogo, en la educación "transitamos un pasaje del autoritarismo al liberalismo sin límites".Foto: Mauricio Garín
Con poco respaldo legislativo: desafío en la disparidad moderna
La actualidad en la que vivimos hace que los jóvenes padezcan, por un lado, dolencias sociales y, por otro, biológicas. Un contexto de pobreza desde temprana edad “afecta de gran manera, especialmente en el desempeño”, explicó Malaisi.
“El cerebro tiene diferencias neuronales según cómo lo utilizamos. Estas conexiones, además, dependen de la alimentación. Y hay una ventana crítica de tiempo que, de no tener una adecuada nutrición, genera dificultades en el futuro de esa persona. Por eso, es fundamental una dieta adecuada en la infancia, para tener un cerebro sano que se desenvuelva de manera adecuada en las distintas áreas del conocimiento, las cuales se encuentran atravesadas por la inteligencia emocional”.
Asimismo, la explosión en el desarrollo tecnológico en la última década enfrenta a una gran cantidad de jóvenes a nuevas formas de relacionarse en sociedad. En este punto, Malaisi comentó que el “cableado” neuronal depende del tipo de actividad que se desarrolle y las sensaciones que esto genera. Si bien no se considera un especialista en este ámbito, citó el caso de la “depresión Facebook”.
Básicamente, consiste en una angustia provocada por ver que el otro la está pasando muy bien, ya que siempre se publican fotos positivas y en la mejor situación posible, dando paso a una idealización del otro. Cuando suceden este tipo de eventos que generan displacer, se activa el sistema simpático y se desactiva la regulación de la creatividad, memoria, inteligencia. Así, cuando tenemos miedo, angustia o tristeza, se desploma la realización en todas las actividades.
Este escenario reciente permite el lugar para distintas problemáticas como el cyberbullying, grooming, sonambulismo.
“Todas surgen desde el uso irresponsable de la tecnología. Con la inteligencia emocional las tomamos como lo que son, herramientas, y buscamos el desarrollo de las habilidades para potenciar su uso positivo”, afirmó Malaisi, y dejó, como ayuda, la referencia de la aplicación Emotion App que puede ser descargada de forma gratuita, como ayuda en la toma de conciencia sobre las emociones.
La experiencia se ha propuesto como iniciativa de ley. Ha sido ingresada tanto en distintas legislaturas provinciales como en el Congreso de la Nación. Únicamente, se ha formalizado solo en Misiones y Corrientes.
“A nivel nacional, el proyecto elaborado por nuestra asociación está en comisiones. El proceso es bastante complejo y burocrático. En Santa Fe, la iniciativa fue presentada, pero, hasta el momento, no tuvimos mayores avances. Esperamos que reciba el tratamiento que se merece”, reclamó Malaisi.
Sobre su abordaje en lo sentimental, la Educación Emocional tiene relación con la Educación Sexual Integral. Aunque son abordadas desde diferentes perspectivas, ambas tiene como eje la contención social desde el ámbito escolar. Por este motivo, Malaisi sostuvo que “son dos formas de educación diferentes, pero con puntos de intersección”.
“Desde mi perspectiva, es predominante el uso de las emociones al de la sexualidad. Considero un error trabajar las emociones a través de las ESI, porque podemos caer en el riesgo de la hipersexualización. Lo que corresponde a un espacio debe tener su lugar y lo que corresponde al otro, también, trabajar desde el suyo”, dijo, ante la consulta de cierta tensión en ambas disciplinas. Hacia el final, consideró que “las cuestiones referidas al amor, el respeto, el cuidado personal y del otro, pueden y deben ser trabajadas en conjunto”.
San Roque camina hacia la felicidad
La experiencia “De mi taller. Quiero hablar de felicidad”, de la docente Analía Romero, se desenvuelve como actividad extra-curricular para los alumnos de 7mo grado de la escuela San Roque. “Brindamos un espacio en el que el eje central está puesto en el conocimiento de uno mismo y el fortalecimiento del autoestima. Con esta estrategia pedagógica, buscamos hacer un camino donde la felicidad sea el objetivo, desarrollando habilidades sociales y emocionales, y favoreciendo la convivencia pacífica dentro de las aulas”, dijo, Romero, sobre su creación.
De acuerdo a lo comentado, explicó que ante una situación detectada desde el cuerpo docente (peleas, bullying, discriminación), intentan que sea subsanada por medio de este taller. “Lo primero que hacemos es poner en palabras todo lo que sentimos, porque es importante poder contar las emociones”. A partir de ahí, a veces surgen situaciones de violencia que, expresadas en este marco, lleva a los chicos a reflexionar sobre sus actitudes.
A tal punto el contenido cala el taller en los jóvenes que, según contó Romero, el año pasado un estudiante pidió disculpas personales y públicas. En la campaña “San Roque libre de bullying” realizada al final del año, les solicitó a las docentes contar su testimonio desde la posición que tuvo como agresor en los distintos cursos donde se daba la exposición. “Somos concientes de que no se puede solucionar todo, y que seguramente queda mucho que no podemos resolver en el camino, pero intentamos caminar hacia eso”, finalizó la profesora.