Miércoles 4.1.2023
/Última actualización 18:41
"El 9 punto 13 del título le valió el reconocimiento. Su brillante desempeño lo ubicó entre los mejores del país. Javier Rodrigo fue el mejor graduado de la UNL en la carrera de Historia y recibió un diploma por ubicarse entre los mejores promedios de de la Argentina por la Academia Nacional de Historia. Con humildad, pero sin ocultar su satisfacción, el destacado joven visitó la redacción de El Litoral para dar su impresión sobre la distinción recibida: "No la esperaba, pero eso lo hizo más lindo. Mi familia se puso muy contenta y eso también me pone feliz", dijo en diálogo con El Litoral.
La ceremonia de entrega tuvo lugar en un emblemático lugar de la Ciudad de Buenos Aires: el recinto del antiguo Congreso Nacional. "El marco lo hizo muy especial. Ahí dieron discursos personalidades muy importantes del país como Bartolomé Mitre y Alfredo Palacios. Y estar ahí con esos gigantes de la academia de historia como Natalio Botana -presidente de la Institución- que tanto nos marcan durante la carrera lo hizo todavía más emotivo", dijo el laureado santafesino.
Conseguir buenas notas cree que fue, antes que todo, resultado de su pasión por la Historia: "Nunca fui de tener muy en cuenta las notas, me movían las ganas de estudiar lo que me gustaba", consideró el licenciado en Historia.
Estudiar confesó que le gustaba más hacerlo solo, "a mi tiempo", pero que también accedía a repasar en grupo para "no dejar a nadie 'tirado'". Recordó dedicar largas tarde y noches a la lectura porque "a la mañana me cuesta arrancar". Su estado ideal para la concentración dijo que era con música o gente a su alrededor: "me cuesta el silencio". Y su manía preferida siempre fueron las caminatas dentro de su casa: "dar vueltas me sirve para asentar lo que leí".
Cuadro de honor. Sin ocultar su satisfacción por la distinción recibida, pero con la humildad que lo caracteriza, Javier Rodrigo visitó la redacción de El Litoral para contar su historia. Crédito: Mauricio GarínSiempre estuvo ahí
Historia, de todos modos, no fue su primera opción. Cuando terminó el secundario, en la escuela Comercial, se anotó en Abogacía. Aunque, luego, la dejaría. "Me iba bien, ya había sacado varias materias, pero cuando entré a la parte más dura me di cuenta que no era para mí".
En esa decisión académica pesó, también, una experiencia personal: "Cuando falleció Verónica, mi mamá, tuvimos que encargarnos del juicio sucesorio. Fue muy engorroso y nos demandó un montón de tiempo. Y todo eso fue para demostrar algo tan sencillo. Creo que volver a estar en contacto con toda esa parte burocrática del derecho me hizo dar cuenta que no me gustaba".
La respuesta al por qué se decidió por Historia, la encontró en una temprana etapa de su vida. "De chiquito me gustaba mucho el Age of Empires (juego de computadora). Me encantaba leer lo que explicaba sobre cómo vivían las aldeas y civilizaciones de las distintas partes del mundo y en distintos períodos históricos", recordó.
También tuvo que ver su gusto por el cine, que se lo atribuye a su madre. "A mi vieja le encantaba mirar películas. Corazón Valiente la debemos haber visto mil veces, porque como muchas mujeres en ese momento estaban fascinadas con Mel Gibson", dijo, entre risas. "Hoy me pasa que cuando estoy leyendo algo que me gusta mucho, me imagino películas que se pueden hacer con esos temas", agregó.
A su papá -Luis Rodrigo, prestigioso periodista político de este diario- le debe sus influencias. "Me gusta leer y creo que en gran parte se lo debo a mi viejo. De chico me acuerdo de verlo siempre leyendo. Al día de hoy pasa que es un tema de conversación entre nosotros, él me cuenta cosas de la actualidad y yo se lo relaciono con algo que estoy investigando", comentó.
De sus abuelos, ya fallecidos, tiene en claro que recibió su faceta de investigador: "Tenían una obsesión por la alcurnia familiar. Les encantaba investigar quiénes fueron y de dónde venían nuestros antepasados. Aunque tampoco es que era para tanto", acotó, sin perder el sentido del humor.
Politizar la historia
Javier no se desentendió de la política estudiantil. En la secundaria, participó del centro de estudiantes. Y ya en la universidad integró la comisión de Kairós, la agrupación de estudiantes y graduados del Departamento de la Facultad de Humanidades y Ciencias.
"Siempre me interesó participar de la vida política estudiantil. Creo que es una pata más en la formación. Aunque muchos de mis compañeros lo hacían mejor que yo", comentó entre risas.
Las culturas políticas son parte, hoy, de su objeto de estudio. Actualmente, el joven es miembro del grupo colaborador del proyecto "Culturas políticas en escalas. La experiencia democrática entre lo nacional, subnacional y regional (siglos XX - XXI)", con la dirección de Bernardo Carrizo. En ese marco, estudia la forma en que el código de honor se vinculó con un conjunto de prácticas, discursos y representaciones de la provincia de Santa Fe entre 1890-1920. Por este camino, se propone explorar los matices del proceso de modernización política en su dimensión provincial.
"Bucear entre los pequeños detalles de la Historia es lo que más me gusta de la investigación. Aunque cada vez creo menos en eso de que conocer más lo que hicimos nos ayuda a hacer mejor las cosas después. Pero sí me parece que nos ayuda a entender dónde estamos parados ante los sucesos que ocurren en el presente", meditó.
"Disfruté mucho la vida en la facultad. Pude conocer muchas personas interesantes, ya sea compañeros o profesores, de las me hice muy amigo", dijo Javier. Es que el joven consideró que necesario balancear los estudios con vida social y el disfrute de otras actividades. Él se apegó a la cinefilia y al gusto por la música. Pero su otra pasión es Unión, club del que es hincha y con el que fantasea alguna vez armar un museo de la historia "Tatengue". A modo de consejo, recomendó a los jóvenes estudiantes "no enloquecerse con terminar la carrera" sino "disfrutar de la vida durante la facultad".
Desde el aula
"Tengo la visión del que recién llega", dice sobre su rol como docente. Javier da clases en cuatro escuelas de la capital provincial. Allí se enfrenta a una nueva faceta profesional y a las distintas realidades sociales que conviven en la misma ciudad. "Noto que hay una gran distancia entre las expectativas sobre la escuela y lo que se puede hacer con los recursos que hay disponibles", plantea.
Cuenta que lo impactó trabajar en una escuela con integración de alumnos con discapacidad. "Se dan muy buenos resultados y ayuda a entender que pese a las diferencias todos tenemos los mismos derechos".
Señala la necesidad que existe de que haya mejores condiciones. "Queda claro que se necesita que haya más cargos disponibles y mejores salarios que corresponde a la gran tarea que se hace, pero qué trabajo lo tiene hoy en la Argentina, desgraciadamente".
No le esquiva a las reformas que busca implementar el Ministerio de Educación en el secundario. "Me molestó un poco. Estoy de acuerdo con muchas cuestiones, pero noté mucho apuro en implementarlas, cuando la realidad es que cualquier cambio lleva mucho tiempo en las escuelas"
Se muestra en desacuerdo con la idea de medir "con la misma vara" a todos los alumnos. "Hay jóvenes que necesitan más acompañamiento para achicar diferencias preexistentes. No se puede pedir el mismo rendimiento a un chico tiene que salir a trabajar o una chica que fue madre que al que tiene un presente más acomodado o que tiene profesionales universitarios en la familia".