Natalia Pandolfo
El sociólogo llegó a Santa Fe esta semana para dar dos conferencias abiertas. Su producción teórica aborda, entre otras, la problemática de la violencia en el fútbol. “La lógica del aguante te dice que, en realidad, en ciertas circunstancias, pelearse no sólo está bien, sino que es obligatorio”, explica.
Natalia Pandolfo
npandolfo@ellitoral.com
En el cruce entre el deporte y las ciencias sociales se instala Pablo Alabarces. Cuando se le pregunta por qué decidió ubicarse en ese punto de la cancha, recibe el centro y pega una voltereta en el aire: “Lo que habría que preguntarse es por qué a nadie se le ocurrió antes”, remata.
Sociólogo, hincha de Vélez, profesor de la UBA, investigador principal del Conicet, conferencista invitado en universidades de todo el mundo, llegó a Santa Fe para dar dos charlas abiertas al público en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la UNL, en una actividad organizada por el Departamento de Sociología. A la mañana tuvo lugar “De la clandestinidad a la intervención pública: avatares de los estudios sociales del deporte en América Latina”; y por la tarde, “Brasil, decime qué se siente’. Fútbol, música, narcicismo y estado, o el fracaso de Mascherano”.
—¿Cómo fue que empezaste a pensar el fútbol?
—Hace 25 años de esto. Yo tenía (lo que sigue siendo) mi cátedra en la UBA. Descubrí que no se había hecho casi nada sobre el tema. Siempre digo que la pregunta correcta no es por qué lo hice yo, sino cómo fue que nadie lo hizo antes. Me hace gracia ese misterio. Fue la búsqueda de un tema nuevo, que vinculara las cuestiones de la cultura popular con la cultura de masas. Cuando me quise acordar, ya no me podía despegar del tema.
—Una posible explicación que desarrollaste a lo largo de todo este tiempo respecto de la violencia en el fútbol es lo que denominaste “teoría del aguante”, ¿cuáles son sus puntos principales?
—Llamarlo “teoría general del aguante” implica pensar el aguante como categoría, y no simplemente como descripción. Es decir, no sólo uno describe en qué consiste el aguante, sino que se pregunta cómo funciona y para qué sirve. En este sentido hablamos de teoría. La clave está en entenderla como una lógica moral: no una ideología, una concepción del mundo y de la vida, sino como una lógica que ordena el mundo entre lo que está bien y lo que está mal.
Dentro de eso, pelearse está bien. Cambia el régimen moral habitual, según el cual la violencia es mala. La lógica del aguante te dice que, en realidad, en ciertas circunstancias, pelearse no sólo está bien, sino que es obligatorio.
Entonces, en el momento en que lo entendemos como lógica moral, comprendemos que los comportamientos llamados “violentos” no son espontáneos, producto de conductas animales sino que, por el contrario, son perfectamente lógicos. Eso te permite entender el comportamiento del otro; y en el momento en que vos entendés, también podrías modificarlo.
Si vos partís de la base de que el comportamiento del otro es animal o irracional, lo único que te queda es reprimirlo. Lo que nosotros afirmamos, con la “teoría del aguante”, es que no existen los violentos, sino que existen conductas violentas producidas por ciertos sujetos, en circunstancias particulares, de acuerdo a la lógica del aguante. No es la misma respuesta.
—¿Esta misma lógica se aplica, por ejemplo, al ámbito del rock?
—Se aplica con variantes. El aguante futbolero implica que hay que tener más aguante que el otro. Y si ese otro está presente, la única manera de definir quién tiene más aguante es el enfrentamiento. En cambio, al interior del rock, se afirma que se tiene aguante si se demuestra con cierto tipo de conductas que no incluyen el combate, porque no hay otro con el que enfrentarse. Pero, por ejemplo, el consumo de drogas o de alcohol tiene que ver con esa demostración de aguante.
La idea es que no son conductas animales ni instintivas, sino sujetas a lógica. En el caso de los ricoteros, por ejemplo, te aparece una insistencia fuerte del Indio, sobre la cual los participantes manifiestan un respeto reverencial, en relación al “nos tenemos que cuidar nosotros”. El aguante se vuelve perfectamente autorregulable, en tanto que lógica racional, alimentada por esta idea de que “tenemos que cuidarnos”. Cierra, y no tiene por qué transformarse en perjudicial para la vida ni la salud de nadie.
Tres semanas después, con los resultados de la investigación del recital del Indio, te encontrás con que los dos muertos fueron por sus propios “excesos”, entre comillas, y no por los excesos del otro.
—Sobre la problemática de la violencia en el fútbol, decís que el caso argentino es el peor de América Latina y lo atribuís a la falta de capacidad de las autoridades para comprender la lógica de este fenómeno.
—No es falta de capacidad: la desconocen radicalmente. Vos no podés trabajar sobre el comportamiento del otro a partir de la lógica de tu propio comportamiento. No podés tratar al otro haciendo de cuenta que el otro debe hacer lo que vos harías. El etnocentrismo del tipo que tiene que dirigir las políticas implica que las únicas categorías válidas son las propias. Como las categorías del otro son otras, el tipo no las puede aceptar. Entonces, eso produce un fenómeno de ignorancia monumental. Se pretende tratar a los asistentes a un recital del Indio como a los que van a un concierto de Tini Stoessel. Nunca puede funcionar.
El problema es que el “funcionario en cuestión” cree que todo el mundo debería ser como los seguidores de Tini.
Lo que me molesta mucho es que todo esto no es una cuestión de opiniones: son veinte años de investigación, respaldados por la teoría internacional y, lo que es más cómico, financiados por el propio Estado. El Estado, en un momento, nos pidió que averiguáramos cómo era esto. Fuimos, averiguamos. Fue un proceso muy largo, desde 1994. Y luego no hicieron absolutamente nada.
—La medida de dejar afuera al público visitante como modo de abordar el problema viene a corroborar que no se comprendió la idea...
—Tiene que ver con sus propias decisiones, tomadas sin consultar y sin tener en cuenta veinte años de producción bibliográfica al respecto, generada por fondos del propio Estado Nacional. Nos dan becas, hacemos doctorados: esto está absolutamente reconocido. Pero en sus áreas de Seguridad y Política Deportiva, deciden ignorarlo. Los resultados están a la vista.
En palabras
"Vos no podés trabajar sobre el comportamiento del otro a partir de la lógica de tu propio comportamiento. No podés tratar al otro haciendo de cuenta que el otro debe hacer lo que vos harías. El etnocentrismo del tipo que tiene que dirigir las políticas implica que las únicas categorías válidas son las propias. Se pretende tratar a los asistentes a un recital del Indio como a los que van a un concierto de Tini Stoessel. Nunca puede funcionar”.