Lunes 3.5.2021
/Última actualización 4:18
La cantautora y actriz uruguaya Bárbara Jorcin acaba de lanzar “Si canto es porque puedo”, su segundo álbum, de la mano del sello Little Butterfly Records. El material fue grabado, mezclado y masterizado en Estudio Vivace por Gustavo Ruvertoni y Franco Polimeni en agosto 2020, amplía la instrumentación de la mano de la producción y arreglos de Polimeni, lo que lo distingue de “Índigo”, el debut discográfico de 2018.
De todo este viaje creativo, y de proyectos paralelos, habló la oriental con El Litoral.
-¿Cómo fue el proceso de composición de las canciones de “Si canto es porque puedo”?
-Las dos veces que tuve la oportunidad de hacer discos nacieron de una recopilación de canciones y no de la idea de hacer un disco nuevo. Me parece importante eso, porque sé que muchos artistas laburan al revés: hora de un disco nuevo, “ya es momento”, entonces empiezan a componer. En mi caso siempre estoy componiendo canciones, entonces las primeras que hice se agruparon en “Índigo”, mi primer disco, y esta segunda tanda van desde 2018 hasta 2020.
Siempre pasa algo curioso, que al final tienen un hilo conductor, a pesar de que no cuentan las mismas historias ni tiene un hilo temático, “acerca de algo”. Pero se unen mucho por la intensidad de cada historia, cada una tiene para mí un sentido muy importante y cuenta algo que deja un mensaje. Eso las une, por supuesto también la instrumentación.
-El disco se grabó en agosto con producción, dirección musical y arreglos de Franco Polimeni, que armó un orgánico instrumental muy específico: piano, violín, contrabajo y percusión, sumando fagot en “El mar”. ¿Cómo se definió esa propuesta estética y cómo fue el proceso de grabación?
-Soy muy fan de la música clásica y de todo lo que es orquesta, estudié piano clásico. Me cuelga mucho escuchar música clásica (del barroco al romanticismo); la instrumentación la elegí yo. Ya en “Índigo” cuando lo presenté en vivo ya tenía estos instrumentos, me enamoré de esta combinación que es bastante antigua pero que me encanta: las cuerdas, el piano y la voz. Los músicos eran los mismos que en “Índigo”, excepto el percusionista, el “Gancho” (Pablo) Leites. El fagot fue idea de Franco: yo por supuesto conocía el instrumento pero nunca se me había ocurrido para la canción “El mar”: tiene un sonido un poco marítimo, logra que parezca música de cine.
La pandemia me sirvió para estudiar y poder producir. Tuve que estudiar mucho el piano, porque comparado con mi primer disco es mucho más complejo lo que hago, lo que fuimos armando con Franco. Marzo, abril y mayo tocaba las canciones todos los días, después cortamos por la pandemia, y logramos grabar en agosto. Grabamos la instrumentación en tres días seguidos, dejamos una semana para descansar y después grabamos las voces.
Nada de hacer arreglos en el estudio: soy muy exigente con eso, así que todo estaba escrito; ya habíamos ensayado un montón de veces con los músicos. Tiramos cinco tomas máximo de cada tema y salió.
-Grabando con los instrumentos juntos.
-Sí, porque es como habíamos ensayado; excepto la percusión: no le daban las manos al tipo para todo lo que tenía que grabar. El Gancho tenía un gran quiosco, un montón de cosas. Solamente en “Lanza” la batería es la tradicional, después hay de todo: tienen un montón de instrumentos. Había un zurdo, un tambor africano, así que le dejé la libertad a él. Después pusimos y sacamos cosas.
Lo de las voces también fue distinto a “Índigo”, que se grabó todo al mismo tiempo. Porque era mucha presión realmente, y la grabación también es más difícil cuando hay que microfonear todo; después para mezclar; se te mete el piano en la voz, la voz en el piano. Las voces las hicimos por separado, y para mí fue como tremenda tranquilidad también.
-“Índigo” es esencialmente un disco de voz y piano, de una pianista cantando.
-Sí, totalmente. Para “Índigo” era: “¿Qué es lo que sé hacer? Componer, tocar el piano y cantar. Listo: tengo que poder bancar un disco con esto”. Salió de esa manera; por supuesto es mucho menos masivo, porque siempre que falta la percusión la gente quiere hacer palmas arriba y no sabe donde. Lo quiero muchísimo, pero en comparación a este creo que se creció musicalmente, y siempre agregar instrumentos es una buena idea. Estoy copada con cantar acompañada.
-Te alternás con Franco en el piano, que siempre fue tu instrumento y tu territorio. ¿Cómo se dio eso?
-Fue una decisión horrible de tomar. Decía “no, lo quiero hacer todo yo”, pero Franco es un pianista excelente, maravilloso; es una locura lo que toca. Y a mí me daba la oportunidad de salir del piano y poder expresarme un poco más. Porque por supuesto cuando estoy tocando y cantando estoy pensando en 18.000 cosas, sobre todo si la canción es realmente difícil: “Lanza” es muy compleja, en la que tengo que expresar un montón porque estoy protestando; pero al mismo tiempo tengo 108 acordes por minuto.
Soy actriz, me encanta actuar y también interpretar lo que estoy cantando. Franco toca en cinco canciones del disco, fue para mí una idea que aportó muchísimo, él lo hace copado, y aporta cosas que no puedo hacer.
-Delegar siempre es difícil para mí: quiero tener el control del universo.
-El corte de difusión es “Lanza”, que por un lado es una obra de jazz vocal con scat incluido, y por otro es un manifiesto feminista. ¿Cómo se construyó?
-Bastante interrumpida. El otro día estaba revisando el celular y me di cuenta de que tenía melodías muy parecidas en 2017. Cada vez que tengo una idea paro lo que estoy haciendo y empiezo a grabar: sea en el piano, escribirlo, pongo el celular. “Lanza” partió de una melodía que se me ocurrió, y en la que empecé a improvisar, había mucho scat.
Después la ordené, “de toda esta hora y media voy a tomar lo rescatable”, armé la melodía ladrillito por ladrillito, y puse los acordes en el piano. Puse una letra que no decía mucho: era una protesta mucho más general, “yo a la defensiva contra todo”, como siempre. Después me pareció: “Me tengo que animar a hacer un reclamo que quiero hacer, tiene que encontrar su lugar”. Estoy atravesada por el feminismo hace dos, tres años, no hace tanto que empecé a entender este modo de vida que es para mí, y que me salvó de muchísimas cosas. Así que dije: “Me la voy a jugar, y por más que después tenga haters, o que a nadie le guste porque estoy diciendo feminismo (que a veces es mala palabra), tá, me la voy a jugar igual”.
Después con Franco laburamos lo que son más arreglos, y le encontramos el camino rítmico, que para mí era confuso: quería algo de funk, de jazz, scat, pero la letra es súper cotidiana.
-“Sufro porque existo, existo y no sé por qué”, de “Adentro” debe ser una de las frases más existencialistas del disco.
-Durísima para mí, hablar un poco de mi miedo más grande y existencialista: “Che, no tengo idea de por qué estoy acá y qué es lo que tengo que hacer; para dónde tengo que ir, y cómo hago para tener éxito, y si ese éxito me hace feliz o no”. Son preguntas que todo el mundo si se lo permite se las hace; me parecen sanas pero son tristísimas. La grabé llorando, quedó grabada así: empieza más fuerte y después se empieza a desarmar. Tiré tres o cuatro tomas, en todas lloraba: “Chicos, no puedo hacer esto, es imposible”.
Y Franco me dijo: “No, realmente es por ahí, tenemos que usarlo”. Lo odiaba, pero terminó quedando de esta manera, con la voz híper quebrada, y tuve que tomar valentía para sacarla: porque una cosa es hacerla y tenerla para vos, y otra desnudarla al mundo, “escuchen mis tristezas y mis angustias”. Me encanta, me atraviesa mucho, me cuesta escucharla: es la que paso del disco, “esto es un montón para este momento”. Creo que se trata de animarse y de ser honesto: para mí no tiene sentido si no escribo canciones honestas.
-El álbum cierra con una versión de “Corriente alterna” de Leo Maslíah. ¿Cómo salió la idea, y cómo es el desafío de interpretar una canción así? Si no le encontrás la vuelta puede ser un pelotazo.
-Totalmente. Creo que cuando una composición es tan maravillosa como todo lo de Leo, o lo llevás al extremo y rompés todo, o no hagas nada. Leo ya es extremo, esta es una canción de amor en definitiva: todo el mundo tuvo esa persona que te deja permanentemente, y estás: “Te quiero dejar pero no puedo, porque te amo; pero te vas, y yo te chupo un huevo”.
Fue como: “Ok, Leo ya está loco, vamos a enloquecernos un poco más nosotros dos (Franco, que toca el piano, y yo) y hagamos nuestra propia versión”. Nos pareció que tenía sentido en cada estrofa modulara, y subiera cada vez más: la tocamos en vivo y terminamos: “Che, esto es una maratón”. Es difícil, tiene muchísima letra, pero es la más divertida del disco; me encanta cantarla, me rompe el corazón y me hace reír al mismo tiempo. Fue explotar un poco la locura y la ansiedad que los dos tenemos, y crear esta versión que no para de subir.
La grabamos improvisando; había un par de cosas seteadas, pero en un momento para, y digo “mayor”, él hace un acorde mayor. Lo estaba mirando, “acá seguimos, acá paramos”. Sola no hubiera podido hacerlo de ninguna manera, y estoy contenta de no haberlo intentado: fue mucho mejor hacerlo de a dos y con Franco, que es un músico maravilloso, tanto como Leo.
-¿Por qué se demoró tanto la salida?
-Quedó mezclado y masterizado a fines de noviembre. Diciembre fue un mes complicado por la pandemia, pero no me acuerdo por qué; mi mánager el sello discográfico y las de prensa me decían “en diciembre no se lanza nada”. Aparte me quedaban lanzar los singles, lo que se hace ahora: tirás un par de canciones antes, contás más o menos de qué va el disco, y después sí con esa expectativa lo lanzás.
Entonces sacamos “Lanza” el 18 de diciembre. Después estaba enero de por medio, la gente no escucha mucha música, están todos en la playa; entonces lanzamos el segundo single en febrero. Después en marzo acá se pudrió todo con la pandemia, y quería a la gente como un poquito más atenta; me daba la sensación de que ya estábamos todos muy podridos del celular, de los números de muertos. Nos pareció que en abril, después de Semana Santa, tenía sentido.
Por mí lo lanzaba en noviembre. Estoy aprendiendo a delegar y a trabajar con gente que sabe más que yo en prensa, y en cómo funcionan los medios, las redes y las plataformas. Me parece que estuvo bueno: estamos muy mal ambos países con la pandemia, estamos más amigos con la situación (ya la entendemos, más o menos sabemos qué tenemos que hacer; que estamos haciendo las cosas mal también lo sabemos). Así que me parecía importante que haya un orden general en el caos que estamos viviendo para lanzarlo.
-¿Cuál fue el segundo single?
-“A tu lado”, la canción número ocho. Es una balada de amor, que también la juzgué mucho: no sabía si quería que estuviera en el disco, porque es como la canción cursi y melosa, de cuando una está enamorada. Me costó, pero es una canción muy linda, la quiero un montón; hicimos con mi pareja (el fotógrafo Ramiro Firme) un video en YouTube, que fue nuestro registro del verano.
Estoy aprendiendo a no juzgar y no calcular tanto, y a lanzar las canciones: a las personas que no les gusta “Lanza” quizás les gusta “A tu lado” y viceversa. Creo que es un disco muy versátil en ese sentido, que acapara edades y gustos distintos, y distintos géneros musicales. Eso siempre es positivo.
-Te sumaste a Eté & los Problems como tecladista y corista, con los que grabaste el EP en vivo “Mudar”. ¿Cómo fue la conexión con Ernesto Tabárez para entrar y compatibilizás esta actividad con tu carrera solista?
-Nos conocimos de casualidad en un cumpleaños en 2019, y nos hicimos los que no nos conocíamos, porque somos así los dos (risas). Después él buscó mi música, le gustó y me invitó a tocar el 5 de abril de 2019 con ellos como pianista, me comí todos los discos y dije: “Sí, está buenísimo”. No soy muy del rock nacional, pero me gustó mucho lo que ellos hacen, y sobre todo las letras de Tabárez y su voz, su timbre.
Entonces fue como “Sí”; después entendí que tenía que decir que sí de todas maneras: son los Problems y tienen tremenda carrera y trayectoria acá, también en Buenos Aires. Después me invitaron dos veces más: una en Buenos Aires, en el Xirgu Untref, y acá en Montevideo.
Después reformularon la banda, porque se fueron el guitarrista y el bajista, y entramos tres personas nuevas: los dos reemplazos y yo, y tuvimos que componer todo lo que hace el teclado porque no había. Ha sido tremendo aprendizaje, ahora estoy tocando un sintetizador, que no tenía idea ni de cómo se enchufaba. Estoy copada, aprendiendo muchísimo; ahora hace un tiempito que no nos vemos, porque no hemos podido tocar.
Es distinta la música, la energía arriba del escenario. Cuando toco como solista tengo una exigencia y un nivel de presión que realmente no se lo regalo a nadie: disfruto mucho pero estoy pendiente de que todo salga bien. Con ellos es todo muy divertido, hay otra gente encargándose de eso, que me encanta.
Tuve que aprender a meter el piano y que no sea lo principal. Al principio cuando tiraba ideas me decían: “Barbie: tocá menos. El bajo lo está haciendo el bajista, no lo hagas”. Metía los diez dedos en el piano y tocaba las líneas del violero, el bajo, cantaba. “Señora, no, cálmese”. Tuve que aprender a sacar la mano y aprender qué lugar tiene el teclado en una banda de rock.
-Después de tocar con hombres un montón de tiempo, Tabárez se copó con las Niña Lobo y grabó con ellas, te convocó a vos para la banda. Está abriendo un juego a lo femenino.
-Lo más importante es dar el espacio siempre. En Uruguay y en la Argentina hay mucho talento y tenemos mucho para dar, propuestas distintas. Creo que se dieron cuenta las bandas de rock y empezaron a hacer invitaciones a las mujeres. También pasó con Niña Lobo: son súper talentosas y la música que hacen está buenísima. Me alegro por Ernesto de haber tomado esas decisiones, y yo también aporto mucha energía femenina: cuando grabamos “Mudar” hicimos una foto final del equipo y eran 43 hombres y yo.
-Sí: todavía no hemos podido girar pero me dicen: “Mirá que no siempre vamos a tener cuarto separado para vos así que andate acostumbrando al olor a huevo” (risas). Con esa energía masculina sé lidiar y me divierte; pero bueno, ellos tuvieron que aprender a lidiar conmigo también, que no me callo una, hay cosas que no me van, tengo esta cosa medio de líder.
“Lanza” habla de esto también: de que no puede ser que haya 40 personas, sean todos hombres y yo sea la única. No puede ser que no haya tantas mujeres sonidistas, en la iluminación, ni técnicas. Pero creo que esto va a empezar a cambiar, y hay que alentar a cada vez más mujeres a que cubran estos rubros.
-¿Qué pensás que vendrá para vos en este 2021?
-El mundo virtual va a seguir un tiempo más, eso seguro. Lo que estoy buscando ahora es que la gente lo escuche y le llegue, que esté en Spotify. Ahora terminé de subir a mis redes una foto analógica que pertenece a cada una de las canciones como representación visual.
La idea sería, si se puede, presentar el disco en la segunda mitad del año en Montevideo, en Tarariras (mi ciudad natal) y hacer una gira por el interior. Y ya el año que viene poder ir a Argentina y tocar allá. Pero hay que ver qué va a pasar con el bicho este.