Domingo 1.8.2021
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“La crisis económica de América del Sur, agravada por la pandemia, ha dado lugar a un proyecto cinematográfico argentino poco ortodoxo financiado por la multitud, ‘La uruguaya’, que comenzará a rodarse en otoño (boreal)”, escribió Anna Marie de la Fuente para la revista estadounidense Variety. “El autor y líder del proyecto, Hernán Casciari, ha modelado la estrategia de financiamiento en su propia editorial Editorial Orsai, que depende de los lectores para financiar la publicación de sus libros y la revista de la casa. En solo dos meses, Casciari logró reclutar a 2.000 personas para invertir en el drama. Cada uno de los inversionistas, que contribuyó con un mínimo de 100 dólares (se dice que uno ha invertido hasta 20.000) recibe una participación accionaria en la película, así como un crédito de productor asociado”.
Así reflejó la centenaria publicación especializada en cine este particular proyecto, en el que participa un santafesino: se trata de Javier Beltramino, ex director de producción de Telefónica Studios, quien desde hace años quiere llevar a la pantalla esta novela de Pedro Mairal, sobre un encuentro crucial entre un escritor argentino de mediana edad y una joven uruguaya.
Para adentrarse en las particularidades de este proyecto, que será el primero de la flamante productora Orsai Cine, El Litoral dialogó con Casciari y Beltramino.
-¿Cómo salió la idea de apostar por llevar a la pantalla esta novela de Pedro Mairal?
-Tuvimos primero la idea de la logística de cómo íbamos a hacer una película sin financiación oficial, sin subsidios ni nada; tuvimos esa idea antes de saber qué película íbamos a hacer, y después empezamos a buscar con cuál íbamos a empezar: necesitábamos que sea una película que la comunidad Orsai (que era quien iba a financiarla de algún modo) conociera de antemano. No empezar de cero, sino con algo que pudiéramos decir “se trata de esto, ya la conocen”.
Cuando apareció “La uruguaya” de Pedro nos dimos cuenta de que cuajaba por todos lados: por la historia, porque es muy sencilla de contar, porque Pedro es un autor que nos acompaña en la revista Orsai, en diversiones ediciones de sus libros; porque la comunidad lo conoce; porque la historia es buenísima y porque se podía filmar en Buenos Aires y Montevideo. Cerraba por todas partes, entonces fue muy simple que darnos cuentas de que iba por ahí.
-Salió en una charla: “Vamos por esta”.
-Sí, de hecho conocimos la novela de Pedro antes de que se publicara, por la amistad con él. Sobre todo mi socio, Chiri (Christian) Basilis, creo que hasta leyó las pruebas de galera de la novela, así que lo sabíamos desde el principio.
-Hay ciertos tópicos de las películas de Woody Allen: el escritor maduro y la chica joven, la fuga hacia la playa. ¿Ven algo de esto? Más allá de que Mairal busca homenajear a Jorge Luis Borges, Juan Carlos Onetti y Julio Cortázar.
-Nunca lo había visto por ese lado, pero puede ser: de hecho en esas referencias que hacés hay algo de eso. Pero nunca había relacionado a Mairal con Woody Allen: es la primera vez que me pasa por la cabeza.
-Estaba la idea de ustedes de entrar a producir y hacerlo de esta manera; la aventura les llegó en medio de la pandemia, una incertidumbre. ¿Cómo fue seguir la idea cuando el mundo se movía en otra dirección?
-Fue casi propicio: entretener a la gente cuando está encerrada es más fácil. Y en este caso los primeros seis meses del proyectos fueron con todos los socios encerrados; entonces todas las reuniones de Zoom, todas las novedades, las encuestas, las votaciones, todo lo divertido que tiene el proyecto tenía a casi la totalidad de los socios con muchas ganas de entretenerse, ya que no tenían posibilidades de salir al teatro, al cine o a la cancha. Es como que la pandemia en esta clase de proyectos disciplina mucho al usuario.
-Hubo una información constante a los “coproductores asociados”, como así también mecanismos de participación. ¿Cómo fue socializar la toma de las decisiones?
-Hay algo que hacemos desde hace muchísimos años con la revista Orsai, de la forma más natural del mundo, que es conversar con la comunidad sobre el precio de la revista, sobre cómo la vamos a distribuir. Entonces tenemos una cintura, una experiencia, un pequeño background de conversar con la gente sobre logística, distribución, método de trabajo. No es nuevo para nosotros; es nuevo en el formato audiovisual: para qué lo estamos haciendo. Pero la forma de hacerlo es un ejercicio muy habitual en todo lo que hacemos en Orsai.
-¿Cuál fue el impulso para decir: “Vamos a meternos en el cine para producirlo de una manera diferente”?
-Del mismo modo que nos pasó con la revista. Entendíamos hace diez, 12 años que la industria editorial estaba en problemas, no era divertida. La búsqueda constante de la rentabilidad a como dé lugar estaba empezando a destruir la calidad, el talento y sobre todo la diversión. Entonces empezamos a hacer un medio gráfico que no excluyera todo eso y que le diera una importancia relativa a la rentabilidad.
Después de diez años, entendemos que somos muy expertos en eso: aprendimos a hacerlo, todos los tropezones iniciales se convirtieron en una forma automatizada y fantástica de hacer una revista de cultura sin publicidad y sin subsidios, para muchísima gente, que se agota antes de salir a imprenta; y que no tiene más que rédito. Cuando se automatizan esos recursos, cuando ya no hay un gran desafío porque ya lo sabés hacer muy bien, lo que te queda es decir: “¿A ver qué otra cosa no funciona bien y nos gusta mucho? Bueno, el cine, a full, sin duda”. Eso de que el Incaa te tenga que dar plata para que hagas una película, me parece todo una pelotudez muy grande.
-¿Cómo fue crear Orsai Cine, y qué implicó desde el punto de vista organizativo, institucional y empresarial?
-Lo único que tuvimos que hacer de enorme importancia estructural fue un desarrollo tecnológico. Al no existir este proyecto, tampoco podíamos comprar una plataforma de otros que lo hayan hecho antes. Tuvimos que desarrollar una aplicación que permitiese votar de un modo más o menos parecido al de los diputados cuando sacan un ley, para poder tener quórum; un sistema en donde una cantidad de personas muy numerosas pueda interactuar y debatir sin que se genere un caos, que eso ocurra de forma natural.
Después hubo un trabajo administrativo, que fue abrir nuestra empresa Orsai también en Montevideo, para no tener la necesidad de transportar dinero con todos los problemas que eso conlleva. Tuvimos la posibilidad de que las personas que financiaron la película lo pudieran hacer tanto en un banco de Buenos Aires como en uno de allá.
-¿Está abierta la recepción de coproductores o cerraron?
-Alcanzamos muy rápidamente el dinero que necesitábamos, y ahora el 1 ó 2 de agosto abrimos el segundo proyecto, que es una serie de televisión, en donde van a poder financiar todos los integrantes de la comunidad de nuevo, y gente nueva por supuesto, que estaba como desesperada. Porque cuando cerró la convocatoria económica se quedó mucha gente afuera con ganas de invertir. Entonces abrimos una lista donde hay más de 3.000, 4.000 personas, esperando que se abra un proyecto nuevo para volver a invertir.
-Que ya más o menos lo tendrán visto.
-Lo tenemos clarísimo, y lo vamos a difundir desde la primera semana de agosto.
-¿En qué momento Ana García Blaya como directora? ¿La convocaron por su trabajo en “Las buenas intenciones”?
-El 1 de enero empezamos a hacer la convocatoria económica, sabiendo que iba a ser una directora, no un director. Casi cerrando con una peruana, que había ganado un Óscar a Mejor Película Extranjera hace unos años, vimos “Las buenas intenciones” de casualidad: la vio Chiri y me dijo inmediatamente por WhatsApp: “Mirá esta película que está en Flow, no puedo parar de llorar, es increíble”.
Rápidamente empezamos a googlear quién la había hecho, a mí me sonó mucho el nombre y el apellido. Después de dos o tres horas de charlar con Chiri descubrimos que había escrito para Orsai, una persona a la que no recordábamos; él después se acordó que había jugado al fútbol con ella en un asado. Y nos habíamos cruzado 80 millones de veces.
Terminamos descubriendo que era la persona perfecta para hacer la película, por ocho millones de razones, entre ellas que había hecho una ópera prima maravillosa, con muy poco dinero. No solamente tomamos la decisión de incorporarla como directora, sino también a todo el equipo de “Las buenas intenciones”.
-Chiri encabeza un numeroso equipo de guión, integrado por Sofía Badía, Alejo Barmasch, Juan Games, Marcos Krivocapich y Melania Stucchi.
-Y falta Josefina Licitra, que se suma siempre a nuestros proyectos cuando están empezados, y que termina definiendo todo con Chiri y Pedro en el área chica.
-¿Cómo fue la dinámica de ese grupo?
-Sé que lo hacen con muchas ganas, y están todo el tiempo conectados desde su casa, hacen un montón de experimentos, también lo van a hacer en el proyecto nuevo.
En general lo que estamos armando con Chiri es un equipo de trabajo con el que podamos hacer un montón de cosas: no cambiar de equipo, sino jugar con el mismo equipo en diferentes formatos audiovisuales. Entonces tomamos la decisión para empezar de convocar a autores muy jóvenes que nos parecen muy promisorios, que han hecho cosas literarias para la revista, para la editorial.
Queremos trabajar con ellos para que no sean proyectos de gente vieja: Chiri y yo tenemos 50 años. La idea de renovarse generacionalmente me parece fundamental: están con nosotros también por eso, porque son carne fresca.
-Si la idea es armar equipo para que haya continuidad, está bueno. Quizás alguno que en esta oportunidad aportó menos ya se está fogueando para el próximo proyecto.
-Absolutamente, esa es la idea.
Gentileza Orsai Cine La pareja protagónica salió de un casting de 700 participantes, y los inversores votaron entre nueve duplas finales.La pareja protagónica salió de un casting de 700 participantes, y los inversores votaron entre nueve duplas finales.Foto: Gentileza Orsai Cine
-Hicieron un casting abierto con voto popular para los personajes protagónicos, donde quedaron seleccionados Sebastián Arzeno y Fiorella Bottaiolli. ¿Cómo fue la selección?
-Creo que se presentaron más de 700 candidatos y candidatas para los papeles protagónicos; después de una decisión de los socios productores. Primero preguntamos si querían hacer un casting abierto para encontrar rostros desconocidos o si querían que convocáramos a actores célebres. Pusimos los pro y los contra de cada decisión, y los socios productores llegaron a una votación muy peleada, 47 a 53, que no nos pareció que hubiera que hacer caso a ninguna de las dos, sino proponer ambas. Entonces hicimos un casting abierto, en donde tanto se podían presentar actores y actrices desconocidos como no. De hecho hubo actores conocidos para el protagónico.
La decisión final la tuvieron los 2.000 socios, pero antes de eso hubo un trabajo exhaustivo de María Laura Berch, la directora de casting, junto con Ana García Blaya. Se revisaron las 700 postulaciones, se hicieron un montón de preselecciones, hasta que le propusimos a los socios nueve parejas posibles.
-Competían las duplas armadas, no los varones y las chicas entre sí.
-Claro, porque más que buscar actores y actrices se buscaba la química entre ellos. Por eso propusimos nueve parejas diferentes: algunas repetían varón, otras repetían mujer; pero eran nueve parejas que la directora de casting entendía que podían hacer la película.
Lo que sí iban a ser películas diferentes: en una la dupla generaba una química era más de comedia que de drama; otros generaban una química más patética, densa. En realidad lo que estaban eligiendo más que parejas era que clase de película querían hacer.
-Te iban a definir el tono final, más allá de lo que la directora o los guionistas pensaron.
-Sin duda: de hecho una vez elegida la dupla protagónica, Chiri y el equipo de guionistas se pusieron a trabajar en los parlamentos de vuelta; porque son una clase de actor y actriz, y la película tiene que acompañarlos como un molde, como un guante. Es muy divertido el sistema.
-Eso implica soltar el control y que lo defina el colectivo, para un lado que ustedes no habían imaginado.
-Eso pasa en el cine de una forma arbitraria y fea. El señor que pone la plata en un momento dice: “Quiero que mi amante esté”. O dice: “Los inversores son de Nueva Zelanda; esto tiene que pasar allá”. Acá en cambio hay una comunidad divirtiéndose, y haciéndolo de un modo muy democrático.
-Es el riesgo de toda industria: depende de la financiación.
-Por eso, las cosas que intentamos hacer a priori, desde el principio, intentan que no sea la plata la que decida de un modo absurdo. Que realmente podamos trabajar de forma creativa; que lo que más importe sea el resultado y no su rentabilidad.
-El rodaje está previsto para comenzar en octubre. ¿Cuánto esperan que mejore la situación pandémica para entonces, y qué protocolos y previsiones están tomando para ese momento?
-Hay una preparación más o menos lógica. Sobre todo los productores ejecutivos están viendo cómo está trabajando para ir acomodándose a eso. Se aumentaría el presupuesto en caso de que tengamos que hacer protocolos intensivos en un 10, 15 %, por vacunación, tiempo de aislamiento; en tal caso abriríamos una tercera ronda de financiación. Por lo que estamos viendo no va a pasar, pero siempre sabiendo que todo lo que uno prevé en medio de una pandemia puede cambiar rápidamente.
Después hay un montón de trabajo que están haciendo Joaco (Joaquín Marqués), Javier (Beltramino), Gabo (Gabriel Grosvald), los productores ejecutivos, con el municipio de Montevideo: para conseguir vacunas, un montón de cosas que estamos haciendo; como me imagino que cualquier proyecto cinematográfico está haciendo en cualquier parte del mundo.
-En tu caso, Javier, venías de trabajar a través de Telefónica Studios en una gran diversidad de películas desde “Metegol” a “Neruda”. ¿Cómo viviste esta vuelta al ruedo en el rubro, junto a Joaquín Marqués y Gabriel Grosvald?
-En realidad mi vínculo con “La uruguaya” comenzó antes de que fuera publicada. Con Mairal tenemos un amigo en común, Chiri Basilis, el jefe de guión, y fue quien me envió el PDF de la novela diciéndome “lee esto, va a ser una golazo, y hay que hacer la película”. En un acto de inconsciencia, le compré a Pedro los derechos. Luego de años chocándome contra obstáculos increíbles -o argentinos obstáculos-, a fines del año pasado Casciari, íntimo amigo de Chiri, me llamó para contarme sobre Orsai Cine y su deseo de que “La uruguaya” fuera el primero de sus proyectos cinematográficos.
Dado el amor que le tengo tanto a la novela como a los años de trabajo que le he dedicado, no dudé un instante en cederle los derechos al escuchar su plan para conseguir el dinero para que la película al fin se concrete. Soy uno de los productores, junto a Joaquín y Gabriel, con quienes nos complementamos muy bien, dado que los tres venimos de producir de formas muy diferentes. Teniendo en cuenta la época que nos toca -y tocará vivir- hoy en día estoy convencido de que el modelo de financiación y producción de Orsai Cine será una alternativa para muchos proyectos de la región.