Miércoles 3.4.2024
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El cuento “El avión de la bella durmiente”, de Gabriel García Márquez, es la historia de un hombre que se queda prendado de la mujer que el destino coloca como compañera de asiento durante un viaje en avión precedido de una de las nevadas más grandes del siglo XX. Quiere conocerla, hablar con ella, expresar lo que siente ante su belleza, pero la dama no hace más que dormir. En un momento, el protagonista recuerda una novela de Yasunari Kawabata sobre los ancianos burgueses de Kyoto que “pagaban sumas enormes para pasar la noche contemplando a las muchachas más bellas de la ciudad, desnudas y narcotizadas, mientras ellos agonizaban de amor en la misma cama”. Así, García Márquez demuestra lo universal de ciertos sentimientos. Y pone de relieve como autores como Kawabata son capaces de evidenciarlo.
La reciente publicación en español de la novela póstuma de Kawabata, “Dientes de león”, fue un motivo de satisfacción para los lectores occidentales que admiran la literatura japonesa y, en particular, para los seguidores del escritor que ganó el premio Nobel en 1968. Esta novela inédita, aunque incompleta, es un compilado de lo mejor de su prosa y ofrece perspectivas diversas en relación a su genio literario. Esta obra se suma a la Biblioteca Kawabata de Seix Barral, que en marzo incluyó reediciones de otras dos obras emblemáticas del autor como “Historias en la palma de la mano” y “El maestro de go”. Lo cual sirve de excusa para recordar a Kawabata, uno de los literatos más lúcidos del siglo XX.
ArchivoYasunari Kawabata nació el 11 de junio de 1899, en Osaka. Su temprana orfandad hizo que la pérdida y separación influyeran en su sensibilidad para abordar estos temas desde la literatura. Esas vivencias iniciales, sumadas luego a los estudios universitarios de literatura japonesa lo impulsaron a escribir y publicar. Así sobresalió como una figura significativa dentro de la escena literaria japonesa en la década de 1920.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Kawabata fue reportero. Después, se dedicó a su trabajo como escritor. Publicó varias obras como “País de nieve” y "Mil grullas" que lo establecieron como referencia de la literatura japonesa moderna. En 1968, fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura, algo inédito hasta entonces para un japonés. Se valoró su capacidad para gestar “narrativas maestras, que muestran la esencia de la mente humana en sus laberintos más ocultos”. Al final de su vida, sufrió depresión y soledad. El 16 de abril de 1972, murió producto de un escape de gas en su departamento. Nunca quedó claro si se trató de un accidente o de un suicidio.
Resonancias en todos los lectores
Kawabata conocía bien la tradición literaria japonesa y se inspiró para sus escritos en clásicos como “El cuento del cortador de bambú” y en la poesía waka y haiku. “¿Por qué florecía aquel loto en medio de una hoguera? ¿Por qué no se marchitaba?” escribió en "Lo bello y lo triste" (1965). Desde este punto de vista, trabajó sobre temáticas comunes a todo tiempo y lugar como el amor, la soledad, la pérdida y la naturaleza efímera de la vida. “La butaca que giraba en el vagón panorámico volvió a su memoria. Era como si viera su propia soledad, que giraba y giraba dentro de su corazón”, afirmó en otro tramo del mencionado libro”.
ArchivoSu poder para exponer las emociones humanas y la psicología de sus personajes logran la identificación con el lector, al modo de García Márquez. No importa si se trata de un rico japonés entrado en años o un hombre occidental de mediana edad, ambos sienten lo mismo ante la belleza. “Los viejos tienen la muerte, y los jóvenes el amor, y la muerte viene una sola vez y el amor muchas” escribió Kawabata en la “La casa de las bellas durmientes”.
El estilo literario del escritor japonés reeditado por Seix Barral se caracteriza por la sutileza y la precisión, que permite hallar en su prosa atmósferas evocadoras. “-Hay mosquitos -dijo ella de pronto, se puso de pie y sacudió las faldas de su kimono. En la solitaria quietud del bosque ni uno ni el otro tenían algo que decir”, expresó en “País de nieve”. A lo cual se añade el influjo de la cultura japonesa y de las propias alternativas del momento histórico en el cual vivió el propio escritor. Uno de sus temas es el choque entre la tradición y la modernidad, recorrido que hizo Japón desde finales del siglo XIX. “Lo que llamamos pasado no es propiedad de nadie. Pero si me presionaran a decir algo diría que tal vez sólo ejercemos propiedad sobre las palabras presentes que cuentan el pasado”, indicó en “Primera nieve en el monte Fuji”. Algo que se puede unir con una imagen que presenta en “Lo bello y lo triste”: “el sonido profundo de una enorme campana de templo budista resonaba con largos intervalos y la prolongada reverberación traía a la conciencia el Japón de antaño”.
ArchivoKawabata influyó en varios escritores japoneses posteriores, pero también en otros puntos del planeta: su obra fue traducida a diversos idiomas, que intentaron reflejar la belleza y sensualidad de sus novelas desde una mirada intercultural. “Me sorprendió la hermosura de su cuello alargado visto de perfil. Aun en una mujer hubiese sido un cuello largo y delgado. Pero sus dimensiones no daban la sensación de ser exageradas. Poseía una hermosa forma natural. La exquisitez de su curvatura era indecible”, escribió Kawabata en “Primera nieve en el monte Fuji”.
Volver a recorrer las páginas de Kawabata es como volver a ver “El padrino” (1972), emocionarse con “Los 400 golpes”, escuchar las óperas de Verdi, dejarse llevar por las sinfonías de Mozart, observar un cuadro de Van Gogh o redescubrir los tangos de Homero Manzi. Es un recorrido por la experiencia humana en todas sus dimensiones.