Sábado 9.10.2021
/Última actualización 3:23
El viernes 15, a las 21, Kapanga se presentará en Tribus Club de Arte (República de Siria 3572) en una fecha que venía postergada desde abril, para festejar el cuarto de siglo, que los agarró en plena pandemia, durante 2020. Además, se agrega una fecha para el miércoles 13 en Rafaela: será a la misma hora, en el Cine Teatro Belgrano (Bv. Santa Fe 555). Las entradas para ambos shows están a la venta a través de Ticketway (la fecha capitalina suma además la boletería de Tribus, de jueves a domingo desde las 18). En ambos casos capacidad es limitada.
Antes del demorado regreso, El Litoral pudo conversar con el emblemático Martín “Mono” Fabio (vocalista de una formación que se completa con Miguel “Maikel” de Luna Campos en guitarra y coros, Javier “Memo” Manera en bajo y coros y Claudio “Mafia” Maffia batería y coros) sobre estos tiempos aciagos, y su nueva perspectiva sobre las cosas.
Gentileza producción Nos agarró bloqueados, no sabiendo para dónde disparar; nos agarró con miedo: estuvimos casi seis meses sin vernos, el único contacto que teníamos era vía WhatsApp , cuenta el Mono.“Nos agarró bloqueados, no sabiendo para dónde disparar; nos agarró con miedo: estuvimos casi seis meses sin vernos, el único contacto que teníamos era vía WhatsApp”, cuenta el Mono.Foto: Gentileza producción
-Habíamos hablado allá por abril, todavía recién se estaba abriendo un poco la película. ¿Cómo están viviendo este momento, en el que se ha recompuesto un poco la cosa?
-En abril no llegamos a ir a tocar, hubo una reprogramación. Yo te contaba: “Esto no se sabe: un día está abierto, otro día se cierra: es muy difícil trabajar así”. Bueno, ahora parece que por suerte se va aceitando el engranaje y de a poco se van abriendo cosas.
-¿Cómo repercute eso a nivel laburo y a nivel humano?
-A nivel laburo con mucha alegría, Después de un año y medio de casi no generar nada, ningún ingreso. Lo principal es reactivar la economía de la empresa, de Kapanga: somos unos cuantos que necesitamos este trabajo, porque no tenemos otro. Los asistentes, los que trabajan con nosotros, nosotros mismos: hace muchos años qué tenemos la misma gente. Nos dimos cuenta en la pandemia que muchos de nosotros no sabemos hacer otra cosa; No tengo ganas de volver a ponerme una pizzería, o trabajar en una: quiero seguir a muerte con la banda; 26 años vamos a cumplir en noviembre, toda una vida dedicada a esto. Cuando vos pensás que los Kapanga ya pasamos todos los 50, ¿Cuánto más podemos tirar el cuero? ¿Cuánto más podremos disfrutar de esto? Este año y medio fue muy difícil: es como si hubiéramos parado diez años.
-Aparte uno asocia a Kapanga con la alegría, y si uno está para atrás es muy difícil seguramente compartir la alegría con nadie.
-Es difícil para la gente, es difícil para nosotros, acostumbrados a una vida. Porque también hay otra cosa qué nos juega no sé si en contra; yo digo: “Nos tenemos que acostumbrar a esto o nada”. Los protocolos con la gente sentada: somos una banda que no sabemos lo que es un público sentado; Hay otros artistas que les cuesta menos: por ahí a Lisandro Aristimuño no le afecta mucho. Artistas que pueden tocar en teatros, con la gente sentada.
A nosotros, cuando se hizo la pequeña apertura en el verano, nos costó bastante, porque la gente estuvo un año encerrada. Soy de los que piensan que en un 20 por ciento de la vida de las personas el entretenimiento tiene que estar, tiene que formar parte. Cuándo decían cuáles eran los esenciales, yo me sentía esencial: para la vida de las personas, para mi vida. El entretenimiento: cine, teatro, el circo, la música; Fue un año y medio sin diversión: sin boliches, sin nada. Entonces la vida se transforma en muy triste si no tenés una alegría.
-Se siente diferente la nueva normalidad: es como chapar con el barbijo puesto.
-Es muy raro, tenemos que convivir con esto también. Pero a veces uno dice: “Los protocolos, y todos con el barbijo”. Yo me recontra cuidé durante un año y medio, me lo pesqué igual, no la pasé mal; me asusté, sí. Entonces también nos quedamos un poco temerosos al contacto: esta pandemia trajo cosas… y más como somos los latinos, los argentinos, que somos de abrazar, de besarnos, del contacto físico. Por ahí para los japoneses saludarse sin tocarse es costumbre; usar barbijo es costumbre hace 40 años; nos tenemos que acostumbrar a todo eso nuevo, que para nosotros es anormal. Un alemán no te va a dar un beso, no se te va a acercar a darte un abrazo. Somos diferentes y creo que la gente tiene esa necesidad de volverse a encontrar.
Pero hoy con las vacunas hay una esperanza: los números muestran que es efectiva, que evita un montón de muertes; todavía falta para que nos liberemos del todo: por ahora estamos manteniendo todos los protocolos, cuidándonos con todas las cosas que te piden para hacer un show. Te piden tanto alcohol en gel, tenemos. Pero se te complica: porque hay cosas que cambiaron, evidentemente.
-Colaboraron con La Perra que los Parió y Mateo Moreno en un tema que se llama “Por acá no pasarán”. ¿Cómo surgió la invitación, y cómo fue la grabación?
-Está bueno el tema, Es una invitación. La Perra es una banda con la que nos hemos cruzado varias veces, tenemos afinidad: el Perro ha venido a cantar de invitado con Kapanga. Por lo menos a mí esta canción me gusta mucho. En la pandemia hice varias colaboraciones con otros artistas: hice una con Jambao, que es un pibe que hace cumbia; hice una colaboración para un disco infantil; hice otra para El Bordo, y otra para una banda que se llama Literal
Hice varios “feats”, como se dice ahora; para nosotros son las colaboraciones: en los discos de Kapanga hay un montón de “feats” antes de que se llamen así (risas). Pero bueno, hay que acostumbrarse a las nuevas formas lingüísticas qué nos trae la modernidad.
-Y como un reconocimiento que te busque gente tan diversa diciendo “queremos al Mono en esta”. Es una palmada, por ahí en estas épocas viene bien.
-Y sí porque ahí te das cuenta de lo que puede llegar a generar el universo Kapanga. Que un día esté cantando con Pablito Lescano o La Mona Jiménez y al otro día esté cantando con Almafuerte, con La Renga, Ciro o Las Pelotas. Soy medio como el de los Orozco, “tocó con todos”: bueno, yo canté con todos.
Siempre que me invitan a cantar una canción, más allá de la popularidad o la exposición que tenga la banda: es como una palmada: pensaron en mí para una canción. Entonces trato de encajar en la canción y que todos quedemos contentos.
-Aparte es lo que uno va dejando en estos 26 años de carrera, de ir construyendo una buena onda con los que han sido compañeros de tantas giras y tantos festivales.
-Y sí, porque esto es como una hermandad: somos como una secta. Tenemos costumbres diferentes a la mayoría de las personas: ya el hecho de tener instrumentos, no tener un horario fijo. Viste que en las estadísticas está la familia tipo: padre, madre, dos hijos; trabajo ocho horas en una oficina, sábado y domingo no trabajo. Nosotros no sabemos lo que es eso (risas); no tenemos días, horas; no tenemos mes ni año. Siempre nos vamos conociendo: se van sumando obviamente nuevas generaciones, pero casi siempre somos los mismos.
-¿No picaron un poquito las ganas de generar material nuevo para Kapanga?
-No, la pandemia nos bloqueó. Nos generó algo que no le pudimos sacar provecho a la parte artística. A algunos los favoreció: Coti debe haber hecho 70 canciones. Yo por lo menos escribí una hoja; en Kapanga el tema de la composición es bastante individual: alguien trae un proyecto, se monta en la sala, gusta o no gusta. Pero nunca compusimos en conjunto; un par de canciones sí, pero no hay mucho registro de canciones que hayan salido en la sala de ensayo. La canción viene de la casa de cada uno, del momento de cada uno.
Nos agarró bloqueados, no sabiendo para dónde disparar; nos agarró con miedo: estuvimos casi seis meses sin vernos, el único contacto que teníamos era vía WhatsApp. Y fue muy difícil: La cabeza te empieza a jugar en contra las presiones que empezás a sentir de parte de los entornos, de cómo hacemos para Generar lo que es nuestro trabajo. No había mucho para reinventar: era lo que se podía cuando se abría un poquito.
Después empezás a poner fechas en Santa Fe, Rosario, Córdoba, “me voy al sur”; a los 15 días te dicen: “Todo para atrás”: Tenés que reprogramar, buscar las fechas. La gente ya pagó la entrada, ahora $ 1.500 en el bolsillo los tiene una ticketera. Pero bueno, creo que ahora se nos va a dar de poder ir: ya estoy cansado de armar y desarmar la valija (risas).
-De todos modos deben ser de los pocos que pueden decir “somos artistas de catálogo”, junto con los Decadentes; hay pocos grupos que digan: “Tenemos para tocar tres horas seguidas de canciones que la gente conoce”. En ese sentido pueden quedarse tranquilos, cualquier show lo pueden hacer interesante.
-Sí, cuando nos empezamos a juntar veíamos qué proyectábamos: lanzar alguna canción nueva no es que nos parecía una pérdida de tiempo, pero estamos acostumbrados a que la difusión de las canciones la hacemos tocándolas en vivo. Decidimos primero generar los streamings; después cuando salieron los autoshows los hicimos; pero tratar de generar trabajo: nuestra cabeza está enfocada en volver a que la rueda gire, no por ahí en una canción nueva para difundir; la energía estaba puesta en otro lado.
Esos son nuestros tiempos; también nos lo permite el que seamos independientes: que nadie nos corra, que nadie nos esté mostrando un contrato y nos diga: “Che, tenés que darme más canciones”. Y eso hace que vos puedas decidir lo que tengas ganas de hacer.
-A nivel humano, si no tuvieran la dinámica propia de ustedes por ahí no verse por seis meses no sería tan fácil de afrontar.
-No, porque los que estamos somos los que le tenemos amor a esto que hacemos. Aparte de la faz económica, ¿viste cuando lográs algo? Uno se pone objetivos en la vida, y al nuestro lo cumplimos: tener una banda, trascender; lo que decís vos: tener una catarata de canciones que nos permitan poder ir, tocar y que la gente apoye igual.
La parte humana es esencial en cualquier trabajo: si no hay onda no funciona. Los que estamos somos los que tenemos onda, nos seguimos queriendo. Cuándo nos volvimos a reencontrar con el grupo, a desempolvar los instrumentos, a volver a ensayar, y en el último tiempo a tener mucho más futuro: porque a esta altura del año pasado estábamos al horno. Después de un año tenemos perspectivas de trabajo: estamos armando giras en un formato que nos lleva a algo más intimista, que por ahí muchos años no lo tuvimos, o lo tuvimos al principio cuando venían pocas personas. Hoy el protocolo dice que donde tocamos entran 250 personas, y por ahí una semana antes del show te dicen que el protocolo cambió y pueden venir 500. Ojalá que pase eso, pero estamos tratando de generar algo intimista, divertido.
Venimos como un jugador lesionado de un año y medio: tenemos que ir sacando el polvo de a poquito. Los que tuvimos Covid de los Kapanga, que fuimos Maikel, que la pasó bastante mal, y yo que tuve y no me pasó nada...
-¿Maikel estuvo más jodido?
-Sí, estuvo diez días internado, la verdad que nos asustamos bastante. Caímos los dos a la vez: a él le dio positivo un sábado y a mí un lunes. Y el miedo, y la incertidumbre... Todavía no nos dieron los estudios post Covid, pero cuando nos pusimos a ensayar sentimos que estábamos un poco faltos de estado físico. Que también es muy lógico, después de 25 años de estar un día acá, otro día allá; un día en un avión, otro día en un micro, dormir mal... Nos quedamos fuera de estado: en los primeros ensayos les pedía por favor que bajen la velocidad, el tempo de las canciones, porque no llegaba. Les decía: “¿Están seguros que no están tocando muy rápido? Para mí están rapidísimo”. Por eso: volviendo al ruedo de a poco, porque nos está costando; pero con la alegría de que el que la pasó más jodida fue Maikel, pero después zafaron todos los demás.
También hay que tomar otra visión de la vida. La pandemia nos hizo rever un montón de cosas: ¿cuánto vale esa vida? Creo que todo el que tuvo algún familiar, algún amigo, algún conocido qué falleció también le ha tomado otra visión a la vida: valorar cada minuto que estés sobre esta tierra. Si mirás, yo tuve suerte, Maikel tuvo suerte: hay mucha gente, más de 120.000 personas, que no tuvieron la misma suerte que nosotros.