Viernes 14.4.2023
/Última actualización 12:54
“Todo partió de algo”, canta Pablo Sciuto en “Horizonte de sucesos”. Todo incluye, claro, su vida en Madrid, donde reside desde hace 24 años. En realidad, pimponea entre la capital de España y Cádiz. Siempre estuvo en contacto con la Argentina, pero en los últimos años se desconectó. “Un poquito”, aclara. A la par, practica un nomadismo orgánico entre Europa y Latinoamérica. Todo partió de algo, ¿de dónde? De un sueño. “Me fui porque había una oportunidad muy grande cuando llegué en 1999”, intriga. “Estaba por aquí Jorge Drexler”.
Con el infierno pandémico en el espejo retrovisor, Pablo Sciuto pensó que abril de 2023 sería un buen momento para reconectar con nuestro país. Sin barbijos sofocantes ni distancias disgregadoras, con alcohol en vasos y no en envases plásticos o recipientes. Volver entero. Así es que, con un delay obligado, revivirá las canciones de “La pausa de los ojos” (2019) y otras -precedentes y posteriores- en un concierto que se realizará el viernes 14 de abril, a las 21, en Base Cultural Ugarte (Ugarte 2789, Belgrano, Ciudad Autónoma de Buenos Aires), con entrada al sobre. Lo acompañará Mora Mesón y habrá exposición fotográfica. “Conectamos varios artistas para hacer algo en plan arty. Básicamente, una excusa para presentar un trabajo que quedó pendiente y postergado”, explica.
Madrid, Café Libertad 8, Premio AMI, songwriter. Palabras sueltas que podrían integrar una versión remozada de “Por”, clásico dadaísta de Spinetta incluido en “Artaud”. [Anotación al margen: la tía abuela de Luis Alberto se llamaba Celestina Sciuto]. Conectores mediante, aquellos fueron los pasos que fue dando Pablo Fernando Sciuto Silva cuando arribó a España en el último año del siglo XX. “La línea de la canción de autor era algo muy desconocido para mí en el Uruguay, estaba la figura del solista pero no del cantautor. Yo lo terminé adaptando a un formato de vida, el songwriter, la persona que vive con sus canciones. Lo ajusté a mi cultura más rockera y terminé construyendo una línea autoral como músico”, reconoce.
A su vez, claro, Sciuto siente una conexión con los sonidos montevideanos, rioplatenses. En esa paleta incluye a una de sus mayores influencias, alguien con quien trabajó, Jorge Galemire -recuperado por su compatriota Kuropa-. Eduardo Mateo, Gustavo Pena “El Príncipe”. Pippo Spera. “Fue muy trascendental en la época del candombe beat, la música de autor uruguaya. Seguimos un linaje, una corriente. En el fondo, ya venimos estampados. En mi caso es muy natural: mi padre es músico y ya había una sonoridad uruguaya en mi casa”, enfoca. Igualmente, suelta una serie de influencias cosmopolitas (Pixinguinha, Cartola, Djavan, Lenine, Nick Drake, Elliott Smith) y pone el moñito. “No me cierro mucho a una corriente, me gusta hacer un cóctel de música”.
Cielo de ti
En la quinta posición de “La pausa de los ojos” se encuentra una canción llamada “La brevedad glacial”. Voz, guitarras, baterías, bandoneón, bajo eléctrico. Bajo eléctrico. Bajo eléctrico. Seguramente, Pablo pronunció tres veces la fórmula y apareció ¡pum! Machi Rufino. El histórico bajista de Invisible, Pappo’s Blues y Spinetta le cumplió un sueño al músico uruguayo.
“Para mí fue súper importante”, destaca Sciuto. “Fue definir una conexión que tengo con el Flaco a nivel espiritual desde los años ‘90. Tuve el honor de conocerlo personalmente, tocar el cielo. Soy una persona que creyó, no sólo en el arte de Spinetta, sino en el de todos los artistas que se dejan la piel en la música. Veo desde esa óptica la creación”, refuerza. “Me gusta mucho el faro de luz que él emanaba. El tipo se pasaba por encima esa línea tan estructurada del arte con la industria, que siempre estuvo muy unido desde la época en que empezaron a aparecer los vinilos”.
“Soy una persona que creyó, no sólo en el arte de Spinetta, sino de todos los artistas que se dejan la piel en la música”, expresa Sciuto. Foto: Gentileza prensaFamilia canción
Todo partió de algo. El médico neurocirujano Fernando Sciuto tiene por costumbre cantar delante de su hijo, chico Pablo. Madre (María Silva Fonseca) pinta cuadros, es bailarina de tangos. Tía Aída toca el piano. Ese piano Boston que está en la casa de la abuela Delta. Abuelo Óscar canta tangos. Tío Richard, folclore. Como en miles de hogares rioplatenses -incluido, obvio, el de los Drexler- se trafica Beatlemanía.
Es presente en la infancia, siempre. Chico Pablo recibe y da. Graba en cassettes, empieza a producir. Hace sus overtakes caseros. Experimenta con las cintas, se le da bien. Canta en el auto camino a Brasil. Con 8 o 9 años empieza a rasgar, le logra sacar acordes a la guitarra paterna. Le gusta. “La música está en el aire”, le dice al niño que fue, emulando la escena más potente de la película independiente argentina “La velocidad funda el olvido”, dirigida por Marcelo Schapces (2007). Hoy lo percibe con nitidez. “Siempre se mantuvo esa corriente autodidacta hasta el día de hoy, esa visión de lo artesanal”.
Oigo tu voz, Juana
Texturas del Alma es un perfil de Instagram que Pablo Sciuto activó como universo de frases, poesías y relatos. Su miel seca, su miel de deseo. Corre a la par, aunque a distinta velocidad, de su trayectoria musical. De hecho, pronto publicará su primer poemario, compartiendo catálogo con Fernán Gómez y Luis García Montero, en la editorial Huerga y Fierro. En ese “vómito” lingüístico, Pablo acomoda las palabras que son parte del aire. “No me siento un escritor”, se ataja. “Me siento una persona que ama la poesía. A mí la poesía me salvó muy de niño, fue una válvula de escape”.
La lectura, ejercicio político por antonomasia, tiene varios vectores para el ecléctico cantautor. “Me marcó mucho Juana de Ibarbourou. El sufrimiento de su vida que no fue nada fácil. Esa línea de vomitar todo el dolor que tenía adentro. Tuve una infancia con unas cuantas situaciones complicadas como todo el mundo, tener que comerte cosas que uno no quiere y la violencia rioplatense que andaba por ahí... pululando”. Su obra de referencia es “Chico Carlo”, libro en el que se reflejó tanto como en la poética de Alejandra Pizarnik.
“Las autoras me conmueven mucho”, sintetiza Sciuto. Nombra a Idea Vilariño, se detiene en Cristina Peri Rossi. Indicios pánicos, dicta mi cerebro. “Imaginate con todo lo que tuvo que sufrir la mujer. Creo que es la poesía más potente que puede haber, en el sentido de que es muy visceral. ‘La pausa de los ojos’ está más marcado por escritoras que por escritores”, puntualiza.
Pausar y mirar
En 2019, mientras Pablo cumplía dos décadas en España, fue editado “La pausa de los ojos”. Su treceava producción, lejos del número maldito, remite para el autor a “algo preciosista”. Algo que sintetiza esa estructura, esa identidad como compositor, que fue construyendo en sus doce estadíos previos. “Realmente es un disco que me representa. Mezclé todos los condimentos de lo que yo amo, tanto de la música como de otros autores. Por ejemplo, el folk que es algo que siempre me gustó, está en mi raíz. Lo traté de sintetizar en la música rioplatense que está en mí. Y lo hice desde la construcción de la música en la forma que manejaba Spinetta, desde la libertad creativa”.
En cuanto al sorpresivo carácter “predictivo” de la obra (vendría la pandemia, hablaríamos con los ojos), Sciuto saca pecho con tono español: “Sí que hay algo premonitorio. Yo ya notaba el hartazgo de esta sociedad de la sobreinformación. A nivel de psiquis, la gente ya viene muy tocada por este ruido excesivo. Esa pausa era algo obligatorio para todos. Yo me la tuve que tomar porque sino íbamos a explotar. Ahora mismo la gente está explotando. Cuando vino la pandemia fue como bajar diez plantas, ponerse línea al suelo, y ver que el mundo se mueve por otros parámetros, que no es todo basado en el ego global”. Por eso, entiende el músico que “La pausa de los ojos” es otra forma de decir “pausar el alma”. Con ese espíritu nació “Mar de Aral”, retrato de una de las mayores tragedias medioambientales en la historia de la Tierra. “Esa pausa sigue”, reflexiona.
Fi-losofía lo-fi
“Soltar” es el último sencillo que publicó Pablo Sciuto allá por febrero. Allí se abrazan su “pasado” punk y hard rock con su presente songwriter. “Es un lenguaje que siempre he sintetizado. Me mantuve en una línea de construir canciones desde una visión del folk, del jazz, de la música brasileña, y quería volver a la raíz rockera para comunicar cosas de otra forma”. Siguiendo esta vía, anticipa, pronto será publicada una canción más grunge. La “sh” se apodera del sonido de la pantalla y de la casa. Charlamos por Zoom, sin video, así que se atiende más al sonido, y se le da una verdadera pausa a los ojos cansados.
“Chris Cornell es un símbolo total para mí. Es el tipo de conexiones que podía manejar Cerati, un tipo que movió esa línea del rock más sónico. Me gusta y trato de darle mi expresionismo desde mi visión lo-fi. Soy muy lo-fi y lo defiendo mucho. Aunque tengo un estudio con buenos equipos [NdR: Circo Sonoro, estudio de grabación analógico y digital con ambiente de los ‘70 en pleno centro de Madrid], expresarme desde esta visión del under me sigue gustando y me hace ser fresco”.
Pablo piensa y saca de la galera. Analiza y se analiza. Que tiene esa manía de Lou Reed en “Berlin” (1973) de no meter platos, que toquen por separado, para que no tengan ese “hizz”. Que en todo lo que hace él y lo que hacen todos está el muro del sonido de Spector. Que el punk lo movió, “God save the queen”. “Todos los trucos de la música se proyectaron entre los ‘60 y los ‘70 a nivel de la producción y la construcción del sonido que ahora manejamos”, concluye. En tanto, el álbum que se arma, canción a canción, conecta de lleno con sonoridades electrónicas y pop. A la par de este lanzamiento, el compositor y productor planea otro álbum, su primera obra instrumental, de jazz, con músicos y músicas de todo el mundo. “Estoy en un momento muy creativo”, celebra.
Para el final se guarda una reflexión preocupada: ¿Qué pasará con la música a partir del avance imparable de la Inteligencia Artificial? Habrá que ver, pero... “si desaparece la artesanía desaparecemos los humanos”. Todo partió de algo, sí, pero ¿adónde llegaremos?