El groove de Melanie Williams & El Cabloide en el escenario Samsung y la sugerente Sassygirl en el Perry’s abrieron la segunda jornada del Lollapalooza 2023, bajo un cielo indeciso entre el sol picante y las nubes oscuras.
La segunda jornada del festival reunió a exponentes nacionales e internacionales de los más diversos géneros. De la explosiva presentación de Twenty One Pilots (sumados a último momento, en reemplazo de Blink-182) a los regresos triunfales de Catupecu Machu (junto a Ca7riel) y Usted Señálemelo; del show del fundador Perry Farrell junto a Jane's Addiction a la frescura de Yungblud y la psicodelia de Tame Impala: la nutrida grilla tuvo momentos memorables para todos.
El groove de Melanie Williams & El Cabloide en el escenario Samsung y la sugerente Sassygirl en el Perry’s abrieron la segunda jornada del Lollapalooza 2023, bajo un cielo indeciso entre el sol picante y las nubes oscuras.
El escenario Flow lo abrió Florián (Fernández Capello), el hijo de Vicentico y Valeria Bertucelli, que ya es “un tipo”. Con una voz parecida a la de su padre, pero más sutil, y bajo Hofner violín a lo McCartney en algunos temas. Salió al frente de una banda en paridad de género (dos y dos, contándolo a él). Combinando estilos, pasaron por la lista “Tengo miedo”, “Carta para vos”, “Ojalá fuera ficción”, “Mi amor se fue”, “TKM”, “X amor” y “La fe”.
Mientras tanto, en el Alternativo, Delfina Campos (que se hizo conocida por la canción de “100 días para enamorarse”) presentaba su propuesta.
Fue el turno de la banda chilena FrioLento, un cuarteto de “retro pop” que debutó en el país, por lo que se manifestaron agradecidos. Presentaron temas como “Blin blin”, su último corte y nombre de la gira. “Con esta bailamos, cabres”, cerró el cantante Cris Alejandro, combinando el lenguaje inclusivo y el habla trasandina.
“Está para tomar un champú”, se escuchó mientras desde el Perry’s, donde Papichamp invitaba al perreo.
1915 arrancó con “Fuera de lugar”, que le da nombre a su última placa: la banda de Cruz Hunkeler (guitarra y voz), Federico “Penzo” Penzotti (teclados y sintetizadores) Alejo Freixas, (bajo) y Jeremías Alegre (batería) concretó su vuelta a un festival, en un año en el que apuestan a afianzarse en sus propias giras. En la ocasión se ampliaron con una sección de vientos lo que le un sonido grande a canciones como “El enemigo”, con su homenaje a Madres de Plaza de Mayo (una conexión con la historia de Hunkeler). “A ver si se sumergen en las ‘Olas’”, cambió de clima el cantante (de saco y pantalón en rojo brilloso: daba calor de verlo). De ahí se fueron a “Cheques”, el clásico de Spinetta y Los Socios del Desierto.
Cruz dedicó el disco a los outsiders, también la canción siguiente (La música que está por nacer”) y anunciaron la presentación oficial en Vorterix. Cerraron con “Prisma” y “Policía”.
An Espil logró su doblete en una edición del encuentro, al presentarse junto a Nafta al día siguiente de su show solista. En este caso, el viaje estuvo guiado por el ensamble instrumental (una especie de backing band de funk liberada de solista) y la voz del también guitarrista Matías García Molinari, más conocido como Magamo (Abril Olivera completa el tridente vocal).
“Ya es tarde” aportó el rap en la voz masculina y se sumó El Abuelo de Militantes del Clímax a improvisar: le cantaron “Abuelo, lala lala la”. Ahí pegaron “Mátenme”.
El alocado Dominic Richard Harrison, alias Yungblud (rostro aniñado, remera transparente, bermudas negras y medias violetas) le puso cara al sol con sonidos de punk californiano. Con su estilo y espíritu, no es casual que Avril Lavigne lo haya elegido para colaborar el año pasado en su regreso (Blink-182 debió cancelar su show por lesión de Travis Barker, mentor de la vuelta de la canadiense).
Pasaron “21st Century Liability” y “The Funeral”. Una voz paterna en castellano en off dijo “¿Estás escuchando Yungblud? ¿Qué querés hacer con tu vida?”, antes de “Parents”, “Estuve aquí por un día, y fucking amo su país”, gritó el británico. Se colgó la guitarra para “Tissues” y, entre tantos visitantes que agarran “la enseña que Belgrano nos legó”, el británico eligió ponerse una camiseta de Messi (recortada y sin las mangas, tipo chaleco), antes de “Strawberry lipstick” y “Fleabag”.
En ese mismo instante, la colombiana Elsa y el Mar ofrecía una propuesta de cantautora con trío acompañante que aporta un color pop rock a sus canciones (de esa backing band salió la ahora solista Mareah). “Hace diez días llegue a conocer Buenos Aires y estoy enamorada”, comentó antes de interpretar “Haciendo discos”
A esa altura Yungblud ya se había metido entre la gente, para darse un baño de masas... y volvió con una bandera argentina con su nombre pintado, antes de interpretar “Sex not violence”, uno de sus hits. Hizo cantar “Empanadas, empanadas” a su audiencia, en alusión al gusto que les agarró, para pasar a “Medication”.
Le hizo elegir a una fan llamada Guada entre dos canciones posibles, y la chica eligió “I think I’m Okay” (creada en colaboración con Machine Gun Kelly y Travis Barker. El cierre fue con “Anarchist” y “Lower”.
“Cuando pase el temblor” de Soda Stereo funcionó como intro del show de los angelinos de Wallows: una propuesta de rock alternativo de guitarras, y la voz de Dylan Minnette; transmiten una imagen de chicos prolijos de camisa y pantalones anchos (y curiosa remera de NSYNC en el caso del vocalista).
Fue especialmente meneable “Especially you”. El guitarrista Braeden Lemasters destacó que es la primera vez en el país. “Vamos”, dijo en cristiano, antes de tomar la voz principal en “Treacherous Doctor”.
Retomó Minette con “Talk Like That”. Paro la canción para pedir que todos salten, incluso los que lo miraban por televisión “Mantengan esa energía por el resto del show”, pidió, y anunció “Scrawny Motherfuckers”, seguida por “Quarterback”. “Wish me luck” puso onda coreable, sin pasar a segunda.
Habló el baterista Cole Preston, y dijo que todos era sobrevivientes. “Teníamos que venir en 2020, finalmente lo logramos”; y “nadie más hace eso” (en referencia al “olé olé”), “Pictures of girls” levantó y hubo pogo, antes del tramo final.
Usted Señálemelo se subió a uno de los escenarios grandes para demostrar que si alguien estaba para sobrevivir a la burbuja del “manso indie” mendocino son ellos, en su regreso tras algunas exploraciones individuales.
Aparecieron frente a un corpóreo triangular y una pantalla con la imagen de la mano señalando. Juan Saieg salió de pasamontañas, musculosa, mangas de red y Fender Jaguar. Gabriel “Cocó” Orozco con chaleco de red y sus auriculares de cascos, esta vez espumados de amarillo al tono de su guitarra Grestch; y Lucca Beguerie Petrich de gorrita y camisa detrás de la batería. Acompañados en este caso por bajo y sección de vientos.
Tras la intro pasaron por “Nuevo comienzo”, “Pana” y “Pastizal”. “Las flores sangran” fue de las melodías del trombón a la flauta traversa; explotó en el noise de la guitarra de Orozco para terminar de nuevo en el trombón.
Para los que buscaban otra experiencia, podían pasar por el show de Sofi Tukker, el dúo electrónico de Florida, integrado por la germano-canadiense Sophie Hawley-Weld y el estadounidense Tucker Halpern. La propuesta combina máquinas y sintetizadores con guitarra y bajo, además de las voces de ambos, sugerentes y sin estridencias
De vuelta a los mendocinos, siguieron con “Rhodulo”, “Siento”, “Agüetas”, “Láser 420” y “Mañana”, que terminó con un solo de Orozco entre la gente, dejando que todos puedan tocar las cuerdas de su guitarra.
“¡A ver como saltan Lolla! Qué calor, ¡vamos a prender fuego todo!”, dijo el carilindo vocalista para abrir “Puedo morir, puedo caer”; Lucca disparó un beat electrónico para tocar encima, con Juan y Cocó “jugando a los autitos” (con sus pedaleras), para enganchar con “Elextro”.
“Un final también es un comienzo”, dijo Saieg antes de “Big Bang”, en un cierre potente con los vientos. Finalmente bajaron a las vallas para compartir “Agua marfil”, solo con guitarra y voz, con Beguerie tirando besos; antes de volver a subir para la foto final con su gente
Finalmente, Jane’s Addiction, la banda del dueño del quiosco, pudo presentarse, tras la suspensión del año pasado por Covid positivo de Perry. Salieron todos de negro a rockearla de la mano de “Stop!” y “Whores”, con bailarinas emplumadas de cabaret, de blanco en un balcón elevado.
La imagen de Farrell es inconfundible: flaco, desgarbado, con gomina, pañuelo al cuello y musculosa (pinta de tío trasnochador querible), y la misma voz de los 90, procesada por un controlador de efectos.
El guitarrista fue Josh Klinghoffer, que se hizo un nombre en los Red Hot Chilli Peppers después del paso por el puesto de Dave Navarro, el violero original de Jane’s Addiction (intercambio natural): expresivo y pirotécnico, combina los sonidos de un Marshall JCM 900 con un Fender Twin Reverb: más clásico no se consigue.
Farrell se convirtió en un chamán funk durante “Ain’t No Right”, “Had a Dad” y “Ted, Just Admit It...”, con las chicas bailando en caños (de negro), otra en caballito de madera, y una terminando colgada de correas.
Toma un trago de vino tinto a pico, y afirmó: “Los amamos argentina, porque ustedes son especiales. Viniendo hacia acá nos escoltaron con policías motorizados, eso me hizo sentir especial”. De esa manera abordaron “Trip Away” por primera vez en la Argentina. “El clima es bueno y la compañía bonita”, reflexionó Perry, más como responsable del boliche que en su faceta de cantante.
Alzó de nuevo la botella, pero para elevar una plegaria: brindó “por los que pasaron y se fueron”, como Taylor Hawkins, el baterista de Foo Fighters, que dio su último show en el Lollapalooza pasado. Le dedicaron “Ocean Size”, “porque “le gustaba el océano”. “También le gustaban las sesiones largas como a nosotros, por eso tenemos tres días”. Pero no se refería solo al festival, sino a la siguiente canción: “Three Days”, con las bailarinas en rojo y Josh metiendo todas las balas. Al final una de las chicas le perreó y lo besó a Perry, antes de que encaren “Mountain Song”.
“Es increíble para nosotros tocar en un lugar tan grande para tanta gente; tuvimos comienzos muy humildes, y hoy estamos aquí”. Presentó al bajista Eric Avery, viejo compañero, cofundador de la banda (bajista en vivo de Garbage y Smashing Pumpkins en los últimos años, que no había venido en las formaciones de Jane’s Addiction que tocaron en el país); acto seguido, cambió bajo por guitarra acústica para “Jane Says”.
Batero salió con camiseta Selección y pollera escocesa, para el cierre con el máximo hit: “Been Caught Stealing”, con Perry de sombrero.
Farrell y su gente todavía se despedían cuando arrancaron los dos shows de ese turno: The 1975 en el escenario Flow y los retornados Catupecu Machu (Vanthra más Abril Sosa, a dos baterías) en el Alternativo. Los argentinos largaron con “Y lo que quiero es que pises sin el suelo”. “Yo toqué acá con Lisandro Aristimuño hace años, y no pensé que iba a volver Catupecu”, afirmó Fer Ruiz Díaz antes de interpretar Plan B de Massacre (“La banda más grande del mundo”).
Por su parte, es la segunda que los británicos tocan en el festival, y volvieron a coincidir con 1915 en fecha (la otra vez los locales bromeaba con las cifras). Se basan en el carisma lánguido del cantante Matthew Healy (también tinto en mano), en mid tempos estribilleros, ideales para su voz profunda con contrapunto en los coros femeninos; la guitarra de Adam Hann aporta lo suyo también, en canciones como “If You’re Too Shy (Let Me Know)”, “Happiness” y “Oh Caroline”.
La potencia de Catupecu atrajo a varios (la energía funciona por osmosis en los festivales), de la mano de clásicos como “A veces vuelvo”. En ese momento convocó a “un artista de las nuevas generaciones, un hermoso loco de mierda”: Ca7riel se sumó en “Eso vive”, en otro de los buenos cruces de esta edición (festejado con aullidos). La despedida fue con “Dale!”, “a 80 centímetros del piso”, con la guitarra bramando por la ganancia al palo, “hasta la rueda mágica que parece Londres”: otro de los pases histriónicos de Fernando.
A esa altura The 1975 también había crecido en intensidad y ritmo en su final, con “Sex” y “Give Yourself a Try”.
El video de presentación de Tame Impala fue en clave farmacéutica, sobre un medicamento llamado Rushium, que provoca alteración de la percepción temporal. El creador australiano Kevin Parker subió con bastones canadienses, por su reciente cirugía de cadera (se la rompió hace menos de dos semanas, corriendo una media maratón) y se sentó para tocar la guitarra. “Finalmente pudimos llegar. Muchas gracias”, comentó, apretado junto a sus músicos en una tarima más pequeña que el escenario, en un ejercicio antiescénico, tanto como las pantallas que distorsionaban su imagen.
En lo musical, su paleta expresiva reúne las baterías sincopadas con los sintetizadores analógicos y las guitarras vintage. Como explicaba la doctora del video, el tiempo se desacelera, en una especie de trance hipnótico colectivo apoyado en la voz, que por momentos vira al falsete (sí alguien buscaba emociones fuertes, no era su concierto).
“Esperamos siete años para estar frente a ustedes”, disparó antes levantada rockera electrostoner de “Elephant”. De ahí fueron a “Lost in Yesterday”, un cambio más abajo: “Es la primera vez que la tocamos acá, la última vez que vinimos no existía”
Otro de los puntos fuertes fue con “Let It Happen”, con trompetas en los teclados. Parker se acercó al borde lidiando con sus bastones a tirar besos, antes de una primera lluvia de papelitos.
Una referencia tímida a “Muchachos” bastó para que se largase el cantito. “Felicitaciones, por cierto. Estaba mirando y rezando como todo el mundo, porque Argentina es un lugar donde soy feliz”. Y dedicó “Eventually”.
Llegaron al clímax con “The Less I Know the Better”, muy coreada, con la cámara repasando a todos los músicos. Pero hicieron una más: “New Person, Same Old Mistakes”, pisando los shows del siguiente turno.
Del otro lado ya había salido el dúo Twenty One Pilots, integrado por Tyler Joseph en voz y piano y Josh Dun en batería. Participantes en la edición 2019, se sumaron a último momento en esta en reemplazo de Blink-182. Ambos enfundados en pasamontañas, con un cactus de fondo, salieron a ganarse la multitud en base a carisma y canciones directas, complementadas con pistas electrónicas, como “Guns for Hands”, “Morph” y “Holding on to You”. Aunque esta vez a partir de “The Outside” sumaron guitarras, bajo, trompeta y teclados en vivo.
“Esperamos que este show sea todo lo que esperaban", dijo el frontman en castellano, todavía con las manos y el cuello embetunados por la caracterización combatiente. Pero para saldar cuentas, hicieron un homenaje a Blink con el hit “All the Small Things”. “Lane Boy” vino rapeado, con su “Chlorine” envuelto en máscaras de gas. Ahí nomás el trompetista tocó “Muchachos”, cruzado con “Mi Buenos Aires querido” (en versión libre). Joseph se colgó el bajo para “Jumpsuit”, con pase por el piano y estallido de humo en el final. “Heavydirtysoul” viró del pop a la fuerza rockera con solo de guitarra.
Un acting de RCP puso al cantante a punto para encarar al público parado sobre una tabla y así entonar “Ride” (de las más coreadas), surfeando la multitud. De nuevo en el piano, Tyler se puso intimista para redondear la canción. Pero faltaba que Josh hiciera lo propio en una batería surfeante. “Shy Away” trajo un espíritu indie pop, con parada para que aplaudan a los músicos acompañantes (todos de overol azul, bien obreros).
De nuevo solos y enmascarados, con Joseph en camiseta de la Selección, bajaron a “Car Radio”, con su letra frenética, para llevarla después bien arriba. El referente regaló la camiseta y se trepó al mangrullo de sonido; ahí tenía preparados un gorro rojo y un bajo para tocar “Stressed Out”, con la marea humana cantando los estribillos. A los saltos llegó para terminarla junto a Dun.
“Heathens” también pasó de piano íntimo a la intensidad en bajo y batería. Subido a las teclas, el vocalista comentó: “Este es muestro show número uno, pero tal vez sea el mejor”. Y preguntó: “¿Quieren uno más?”. Ante la obvia respuesta encararon “Trees”, con su apoteosis final: tocando tambores parados en las tablas movedizas, entre humo, papelitos y fuegos artificiales.
A esas alturas, en el Perry’s la fiesta Bresh llegaba a su cénit (en el mismo día en que otra parte del staff visitaba Santa Fe), empalmando con el DJ set del británico Jamie XX: la noche del sábado seguía pidiendo otra instancia dionisíaca.