Aprovechando uno de los tres viajes que El Litoral hizo a Buenos Aires para las coberturas de las elecciones (PASO, generales y balotaje), se visitó el taller del maestro orfebre Juan Carlos Pallarols.
El maestro orfebre reutiliza el material balístico para crear elementos y poder donarlos. “Es un acto de amor”, sostuvo.
Aprovechando uno de los tres viajes que El Litoral hizo a Buenos Aires para las coberturas de las elecciones (PASO, generales y balotaje), se visitó el taller del maestro orfebre Juan Carlos Pallarols.
El encuentro significó una extensa entrevista en la que el artista se explayó no sólo por bastones de mando (presidencial y para el gobernador electo de Santa Fe, Maximiliano Pullaro) sino también sobre otros trabajos que realiza junto a su equipo,
Es el caso de una iniciativa altruista, que trata nada menos de convertir vainas de balas recogidas de la guerra de Malvinas en objetos para luego entregarlos de manera benéfica.
“Estas balas fueron encontradas en Malvinas, pero en el pasto. Esto se funde y hacemos rosas, con estas vainas, que son cientos las halladas, las hemos fundido muchas veces, preparamos chapas y luego forjamos las rosas”, explicó el maestro orfebre.
“Este material se transforma en esto”, agrega Pallarols, al mostrar a cámara en una mano una vaina recolectada de Malvinas y en la otra el trabajo finalizado. Y sentenció: “Algo que servía para sólo la guerra, sirve para hacer arte y para ayudar a hospitales, comedores, merenderos”.
—¿Qué hacen con estos elementos?
— Estas rosas se donan. Cualquier institución que tenga necesidades económicas, de cualquier tipo, se pueden comunicar con nosotros y si podemos los vamos a ayudar, donando una rosa para que la vendan.
—¿Cómo es trabajar con este material tan particular?
— Emocionante. Porque vos pensás que esto lo han traído familiares de los soldados argentinos. Estas que están acá me las trajo una señora que su hijo quedó enterrado en las islas. Y cada vez que va, trae alguna cosa que encuentra, porque lo buscan por donde han combatido.
En ese sentido, Pallarols dejó una frase que marcó a fuego la entrevista. “Es un acto de amor supremo, que transforma material bélico en arte y un objeto de paz”.
El lugar de trabajo de Pallarols se convirtió en el sitio ideal para que el propio protagonista cuente su historia y la del oficio que desde pequeño lo abrazó. A continuación, un extracto de la entrevista que El Litoral publicó con el título “El oficio de orfebre, contado en primera persona”.
“Como dice este cartel que tengo en el taller “jugando”. El entrevistado señala una inscripción “y sigo jugando con el abi”, que en catalán significa abuelo. El mío enviudó cuando yo tenía dos años y medio y me tomó como su lazarillo. Me llevó a pasear y muchas horas las pasábamos en el taller dibujando”, recordó.
Y sumó a su relato: “Mis primeros juguetes los hice acá, en el taller, usando los materiales que sobraban como maderas, recortes de bronce, hojalata”, Así aprendí el oficio desde muy chiquito.
Acto seguido, Pallarols contó algo que lo marcó a fuego. “Cuando tenía 6 o 7 años, ya era bastante hábil. Un día mi abuelo me llevó por calle Mansilla y me mostró unos trabajos y me preguntó ‘qué ves acá, qué reconoce’ y le dije que a esas florcitas las había hecho yo”, recordó.
“Y me preguntó cuánto me pagaba mi papá y contesté que nada, porque yo en mi casa como, estudio, etc. ‘Vamos a hablar con tu papá’, me retrucó”. La realidad era que ya lo habían charlado entre ellos y cuando le fui a hacer el reclamo me dijo que tenía razón, que al trabajo no hay que regalarlo. ‘Cuánto querés ganar’ me dijo y le devolví ‘10 pesos y me daba 30 pesos’. Ahí tomé conciencia que el trabajo era sagrado”, siguió.