El Litoral
Todos los martes había mercado de frutas y verduras en el World Trade Center de Nueva York. También el 11 de septiembre de 2001. En medio del trajín de la mañana entre los puestos, dos aviones se empotraron en las Torres Gemelas. Dieciséis años después de los atentados, el mercado ha vuelto a reabrir.
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DPA
Todos los martes había mercado de frutas y verduras en el World Trade Center de Nueva York. También el 11 de septiembre de 2001. En medio del trajín de la mañana entre los puestos, dos aviones se empotraron en las Torres Gemelas. Dieciséis años después de los atentados, el mercado ha vuelto a reabrir. Pero el negocio no marcha bien.
Sobre las mesas de madera se apilan mazorcas de maíz, tomates o manojos de lavanda. Huele a albahaca y sirope de arce. Los tejaditos blancos de la decena de puestos que se ubican en la punta sur de Manhattan parecen miniaturas a la sombras del nuevo One World Trade Center, que con sus 550 metros de altura es el mayor rascacielos de Estados Unidos.
Algunos turistas huelen la fruta o compran donuts de manzana. Los bancos de madera que hay en medio de los puestos están prácticamente vacíos.
"De nuevo no hay mucho movimiento hoy", murmulla Ron Samascott, de 63 años, desde detrás de uno de los puestos.
Desde que el mercado reabrió, a mediados de junio, está cada martes de 7 a 19 horas con su puesto de frutas.
El último martes del mercado de frutas de las Torres Gemelas
Aquel 11 de septiembre de 2001 -del que el lunes se cumplen 16 años- Samascott no tenía previsto viajar a Nueva York. Le tocaba ir a su hermano, junto al que regenta una granja a tres horas de la ciudad. "Pero por algún motivo, mi hermano no pudo", recuerda. "Así que fui yo el que me puse en marcha. Parecía un día como cualquier otro".
Samascott montó a primera hora su puesto a la sombra de la Torre Sur, ayudado por cinco trabajadores.
"Era un día claro y soleado, ni cálido ni frío. Y enseguida llegaron muchos clientes".
El mercado de productores del World Trade Centre fue uno de los primeros en abrir en Nueva York, en 1984, y era muy querido.
"La mayor parte de los clientes venían por la mañana, de camino al trabajo, y se llevaban fruta y verdura para varios días. Muchos venían a menudo, conocía sus caras".
Entonces llegaron las 8:46 horas. "Sonó como si estuviésemos en una pista de aterrizaje, como si el piloto se hubiese desorientado y se hubiese acercado mucho a nosotros, y como si acelerase", cuenta Samascott. Después se escuchó un estruendo muy fuerte. "Mi primera reacción fue escapar, ¿pero dónde? Miré hacia arriba y vi que las plantas más altas de la Torre Norte estaban ardiendo".
Nadie sabía exactamente qué había pasado, recuerda. La gente salió de forma tranquila y ordenada de la Torre Norte y algunos incluso compraron en su puesto de camino. "'Me llevaré un par de manzanas a casa, o algo de maíz', decían. Seguimos comprando, hasta el final'".
Pero a las 9:03 se estrelló un segundo avión, en esa ocasión en la Torre Sur. "Entonces supe que no debía estar allí". No había tiempo para desmontar el puesto: Samascott desenganchó su camión, agarró el dinero que había ganado hasta entonces y condujo acompañado de sus trabajadores, en dirección norte. "Después de pasar 20 bloques por fin conseguí hablar por teléfono con mi hermano. Estaba viendo la televisión y dijo: 'Las torres se caen'. Me volví y lo vi".
Ese día el agricultor no consiguió llegar a casa. Pasó la noche en un hotel de Manhattan, viendo por televisión lo que ocurría. Durante las semanas que siguieron supo que todos sus colegas del mercado consiguieron salir a tiempo y sobrevivieron. Sólo los camiones y puestos quedaron enterrados bajo las ruinas de las torres.
Los primeros meses después de los atentados Samascott tenía pesadillas a menudo. Pero a pesar de ello quería volver a abrir cuanto antes un puesto en aquel lugar del sur de Manhattan.
"Siempre fue mi mercado favorito, siempre había mucho movimiento. A menudo traíamos a nuestros hijos y en verano subíamos con ellos a la terraza panorámica del World Trade Center".
Los primeros intentos fracasaron. Había demasiadas obras y muy pocos clientes. Tampoco el emplazamiento de ahora es ideal, apunta Samascott, sigue habiendo demasiadas obras y poco tránsito. Su vecino de puesto asiente: "El negocio marcha muy lento".
La decena de vendedores -de los que cinco estaban en el mercado anterior- tienen que pasar además fuertes medidas de seguridad. Pero la asociación GrowNYC, que organiza los 50 mercados de la ciudad, y la asociación de intereses del barrio creen en la nueva ubicación.
"La comunidad quería que el mercado regresase", aseguró la directora de Alliance for Downtown New York, Jessica Lappin, al New York Times.
Samascott no cree que este año el negocio vaya a remontar. El mercado estará hasta noviembre y luego reabrirá el próximo junio. "Quizás entonces vaya mejor. Algo así necesita tiempo".