Por Marcelo Romano
Después de los dos triunfos consecutivos del santafesino Carlos Larriera en las primeras ediciones de la Santa Fe-Coronda, en los años siguientes aparecieron en su dimensión los nadadores extranjeros, que llegaron a nuestro país con la expectativa propia de conocer una prueba que ya se destacaba por su gran atractivo.
El domingo 10 de febrero de 1963 se disputó por tercera vez la que por aquel entonces se denominaba “Maratón Náutica Internacional del Litoral Argentino”. En esa oportunidad, este diario anunciaba con acierto que el “holandés volador” Herman Willemse llegaba como gran candidato, por su condición de campeón del mundo y por el gran presente que mostraba en sus pergaminos.
Como principal novedad, se cambió el lugar de largada, ya que -por pedido expreso de la gente que quería ver el paso de los nadadores por la costanera santafesina- el punto elegido para comenzar la prueba fue el puente roto del ferrocarril, lo que le agregó a la competencia 1.200 metros. También, LT10 implementó por primera vez el llamado “barco parlante”, a través del cual no sólo realizó su impecable transmisión, sino que además contagió a la gente que acompañó la travesía y a la que estaba en la costa con los relatos en vivo.
Justamente, una de las notas de color que destacó El Litoral fue el paso del local Florencio Romero por la zona de Alto Verde, lo que fue saludado por bombas de estruendo y fuegos de artificio por los lugareños, muchos de los cuales también acompañaron al nadador en el agua con sus botes.
En su edición del mismo domingo 10, el diario tituló: “Herman Willemse ganó la maratón náutica Río Coronda, disputada hoy. En tiempo récord se impuso el holandés”. Las fotos daban cuenta del tremendo calor popular que recibió la prueba, con los puentes Colgante y Carretero repletos de gente.
La carrera tuvo un dominio impresionante de Willemse, quien se la llevó de punta a punta, con un tiempo de 8 horas 49 minutos y 10 segundos. Segundo salió su compatriota Winn de Vreng y cuarto arribó el santafesino Carlos Larriera. En la edición del lunes 11, El Litoral dejó una semblanza junto a la fotografía de los extenuados nadadores: “el sabor del arribo y el triunfo no logran borrar las huellas de la agotadora jornada. El río fue nuevamente vencido, pero se cobró su precio, las energías derramadas a caudales dejaron su marca en los hombres”. Toda una definición de la mezcla de sensaciones luego del arribo a la meta.
El “cocodrilo del Nilo”
La siguiente edición anunciaba un duelo imperdible: el campeón Willemse contra el férreo egipcio Abou Heif. Precisamente, el diario publicó dos días antes de la prueba, el viernes 21 de febrero, una nota con el africano, la cual tituló: “Nació en Alejandría, tiene 35 años y es mayor del ejército de su país. Se llama Abdel Latif Abou Heif”, y en la que destacaba que “cruzó cuatro veces el Canal de la Mancha” y que era “el principal referente del equipo de los famosos Cocodrilos del Nilo”.
Ese día, los nadadores fueron recibidos por el gobernador de la Provincia, Aldo Tessio, en la Casa Gris, luego desfilaron por calle San Martín y terminaron en el Palacio Municipal, donde visitaron al intendente Ramón Lofeudo.
El domingo 23 se llevó a cabo la carrera, la cual tuvo un desarrollo vibrante. En el primer tramo de la misma hubo un lote importante de nadadores en la vanguardia, pero luego se alejaron los dos candidatos, Heif y Willemse. Sin embargo, el holandés ya había aclarado que no estaba en un buen momento físico, y por eso el egipcio logró escaparse. La grata sorpresa fue el argentino Jorge Mezzadra (tercero el año anterior), quien hizo un repunte impresionante, superó a Willemse y arribó a apenas cuatro minutos de Heif, que hizo un tiempo final de 10 horas 38 minutos 50 segundos.
Así sintetizó El Litoral el desarrollo de la prueba, en su edición del lunes 24, en una nota que se título “Dura lucha, tras la cual Abou Heif puso de manifiesto capacidad, fuerza y estilo”, y que argumentaba: “Quedó bien en claro la superioridad del nadador egipcio. Entendemos que él fue el conductor de la carrera y quien impuso su violento ritmo. Verlo nadar resultó ya un espectáculo, con la mitad del cuerpo fuera del agua y sus poderosos brazos hundiéndose rítmicamente, sin denotar esfuerzo alguno. Dio la impresión de que esos 63 kilómetros de recorrido eran un simple paseo para este hombre de físico poderoso que justificó ampliamente su condición de Cocodrilo del Nilo”.