Sábado 11.11.2023
/Última actualización 11:44
Una de las cosas más atractivas de la restaurada Casa de López, ahora anexada a la dirección del Museo Histórico Provincial que lleva el nombre del brigadier, es el sustrato del solar que ocupa, al menos para quien escribe. Y, en particular, la porción de muro terroso (de tapia) que, en su fondo, evoca, como última huella, su antigua pertenencia a la iglesia y convento de La Merced, erigidos en esta ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz en torno a 1670, luego de migrar desde la Santa Fe originaria, donde la orden se había establecido en 1615.
La fecha de aquellas construcciones se colige de la lectura de un acta capitular del 19 de junio de 1670: "Atento que el novenario dispuesto para celebrar la natividad de nuestra señora en el convento de las Mercedes, 'se encuentra' con el del 'dulce nombre de María' (antigua celebración originada en el XVI), resuélvase solicitar al obispo de dicha festividad se transforme en octavario (ciclo de ocho días para rezar y pedir por la unidad de los cristianos, tantas veces rota en la historia) a fin de permitir la realización de ambas".
En un conocido trabajo firmado por Luis María Calvo y Adriana Collado, se manifiesta que el terreno que más adelante compraría Manuel Rodríguez Sarmiento para levantar su casa, había pertenecido al sector de "la ranchería" de los mercedarios, ubicada al fondo del predio que aquellos poseían entre las actuales calles Mons. Zazpe, al norte, y Gral. López al sur. En la parte que daba a esta última arteria, la orden fundada en España por San Pedro Nolasco en 1218, tenía, desde fines del siglo XVII, las dependencias de servicio y las viviendas para los esclavos.
Al respecto, en su ensayo "Santa Fe, ayer…", Nidia Orbea de Fontanini consigna un documento de 1776, según el cual, el Convento de San Agustín, anexo a la iglesia de La Merced, "contenía un corral con su parra y sus naranjos, nueve celdas con puertas y ventanas, coro para la comunidad y un espacio para ranchería… contaba con dos esclavos, un barbero sangrador, un organista, un violinista y once esclavas con hijas, todas llamadas Mercedes, y mezcladas con hombres libres".
Muy afectado por el paso del tiempo, ese complejo mercedario había sido abandonado en 1792, luego de que el Cabildo autorizara el traslado de los monjes de blanco hábito a los edificios antes ocupados por los jesuitas expulsos frente a la Plaza Mayor.
Muro de tapia ubicado al fondo de la propiedad, relicto del siglo XVII del desaparecido complejo religioso mercedario. Crédito: José G. Vittori / Museo Histórico Provincial.Años después, las construcciones dejadas atrás en una manzana casi baldía, amenazaban ruina en medio de la asfixia provocada por una vegetación invasiva. Por ese motivo, en 1810, al pasar por Santa Fe en su marcha militar hacia el Paraguay, el general Manuel Belgrano ordenó rematar el deteriorado conjunto "que sólo sirve para iniquidades…". En ese momento también resolvió: "A fin de alegrar a los del Cabildo me tomé la libertad de cedérselos, para que con su producto pudieran continuar el edificio de Casas Capitulares y cárcel". Y, a la vez, dispuso la organización y establecimiento de un Hospital Provisional, a cargo del teniente de protomédico en la ciudad de Santa Fe, Manuel Rodríguez, quien, después de algunas subastas fallidas, será el futuro adquirente del solar en 1812.
En ese sitio, María Josefa del Pilar Rodríguez del Fresno, hija de los inmigrantes gallegos Manuel Rodríguez Sarmiento y Francisca del Fresno Martínez, nacidos en La Coruña, vivirá con su marido, el brigadier general Estanislao López, quien gobernará la provincia de Santa Fe entre 1818 y 1838. Y, al lado, habitarán sus suegros. Don Manuel morirá en 1837, un año antes que su yerno. En los hechos habrá una convivencia cercana, como lo sugieren los arcos tapiados descubiertos en la medianera que separaba la casa de los López de la de los Rodríguez, partes, en definitiva, de la construcción originaria levantada por el protomédico.
Vale acotar que la casa de don Manuel, en 1844 había sido vendida por su hija Josefa, viuda del brigadier, a Domingo Echagüe, para luego pasar a manos de Mariano Comas, hermano de Ignacio, casado con Mercedes López Rodríguez del Fresno, nieta del protomédico. Esa residencia, con Mariano Comas como presidente, servirá de sede primera al Club del Orden, fundado el 27 de febrero de 1853, poco antes de la sanción de la Constitución Confederal por parte del Congreso General Constituyente que estableciera las bases de nuestra Organización Nacional.
Más allá de la referencia puntual, lo interesante es que ese naciente club, inspirado en el principio del orden como una de las columnas de sostén de la estructura republicana, democrática y federal en construcción, integraba en esa época un friso urbano compuesto por tres casas cargadas de significación política.
Veamos. La casa del protomédico, entonces sede del flamante club, será frecuentada durante los meses de las deliberaciones por los congresales constituyentes, que allí intercambiarán opiniones y sociabilizarán con los santafesinos. En su linde oeste, el edificio se apoyaba sobre la medianera compartida con la casa de López, ámbito de vida y muerte del pionero de la organización institucional del país en ciernes y decidido impulsor de la experiencia protoconstitucional derivada del Pacto Federal de 1831.
Era, también, la residencia que había recibido al general Justo José de Urquiza y su comitiva, procedentes de Buenos Aires por vía fluvial, para poner en marcha el Congreso constitutivo a fines de 1852. Por último, con sólo cruzar la calle hacia el oeste, se erigía la casa de altos del gobernador anfitrión, don Domingo Crespo, en la que serán agasajados los constituyentes al cabo de su tarea fundadora del moderno Estado argentino.
Ese gravitante segmento urbano en la historia política argentina, merece un tratamiento especial, al menos en el dispositivo museográfico de la recuperada residencia de López. Otro tanto ocurre con el último patio y el ahora visible muro de gruesa tapia de época mercedaria, relicto de la ranchería de los esclavos, construcción que crea un puente de comunicación con los siglos XVII y XVIII e invita a cruzarlo en busca de mayor información.
En suma, la casona recuperada de un colapso interior y el inminente peligro de derrumbe de las paredes que dan a la calle 9 de julio, luego de una excepcional conjunción de financiamiento provincial, saberes profesionales, investigaciones diversas y adecuadas técnicas de reconstrucción y restauración, merece, en adelante, un trato condigno de su condición de pieza histórica y urbana de extraordinaria significación, y llave única para abrir puertas a estudios mayores de nuestro devenir.