Sábado 21.9.2024
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A primera vista luce como una bella paradoja. Se trata del texto constitutivo de la Argentina moderna, pero expresado en el lenguaje artístico propio de los manuscritos iluminados de la baja Edad Media. Está expuesto en la Bolsa de Comercio de Santa Fe, donde integró la muestra "Comercio, arte e historia", que organizara la institución al cumplir 140 años.
En el conjunto icónico expuesto en esa oportunidad, llamaron la atención las reproducciones de dos obras artesanales de fuerte impacto visual, en particular la que muestra el Preámbulo de 1853 y los primeros artículos de la Constitución reformada y consolidada por la convención de 1860, que, realizada en nuestra ciudad, reincorporó a la provincia de Buenos Aires al país de los argentinos. Lo curioso es que los reproduce con letras góticas pintadas a mano con oro líquido sobre una base azul cobalto, pintura extendida en los originales -conservados en el Círculo Italiano de la ciudad de Buenos Aires- sobre los pergaminos seleccionados para realizar el trabajo. En las calles y márgenes del manuscrito se constelan numerosas miniaturas representativas de los próceres argentinos de la época y de hechos trascendentes en la historia militar y productiva del Estado moderno alumbrado en el Congreso de 1853 y perfeccionado con la reintegración de la escindida provincia de Buenos Aires en 1860.
El primer golpe de vista remite a los códices iluminados de los siglos XIII y XIV, realizados con paciencia monacal en los scriptorium de los principales conventos europeos. Sin embargo, una segunda mirada, más detenida, permite registrar con nitidez las diferencias entre estas imágenes y las propias del medioevo. Las que integran este documento, indisimulablemente asociadas con la visión porteñista de su promotor, muestran retratos en miniatura de los próceres seleccionados por Roque Sáenz Peña mientras se desempeñaba como embajador ante el Reino de Italia, basados en pinturas, daguerrotipos o fotografías que le proveyera al artista romano N. Leoni, elegido para hacer este trabajo.
Corresponde decir, a efectos del encuadre temporal de la obra, que Sáenz Peña cumplió funciones diplomáticas en Europa, principalmente en Italia, entre 1907 y 1910. Y que este último año, sin haber participado en la campaña, fue elegido presidente de la Nación, cargo que asumió el 12 de octubre de 1910, año de la gran celebración del Centenario de la Revolución de Mayo.
El trabajo de Leoni busca sintetizar en imágenes que se entremezclan con el texto de la Constitución reformada en 1860, la progresiva construcción de nuestro país a lo largo del siglo XIX. Las imágenes y el texto no son sincrónicos. Mientras el texto constitucional reformado se despliega de modo ordenado en las cinco láminas originarias, las imágenes que lo ilustran se multiplican sin un orden histórico riguroso. Retroceden hasta los albores de mayo de 1810 y avanzan hasta 1910, año inscripto en números romanos en una cartela pintada junto a la figura de un león que simboliza el vigor de la República Argentina en el Centenario de la Revolución de Mayo. Además, rubrica el final del trabajo, que en su parte alta exhibe al palacio del Congreso Nacional, y en sus orejas, los retratos del expresidente Julio Argentino Roca y del presidente electo, Roque Sáenz Peña. Al final del texto constitucional aparece el nombre de Mariano Fragueiro, presidente de la convención del 60.
Perfiladas sólo con imágenes, allí están las luchas civiles y las guerras internacionales (con España, Brasil y Paraguay), así como los frutos progresivos de la inversión, la inmigración, la producción y el trabajo, madurados bajo la protección de la Ley Fundamental.
El cabezal del primer panel ofrece una referencia icónica de la sanción de la Constitución Confederal de 1853 en una miniatura de la sala de sesiones habilitada en el desaparecido Cabildo de Santa Fe, ceñida por un bouquet de hojas de acanto. En el zócalo, las imágenes de José de San Martín, Manuel Belgrano y Mariano Moreno, que remiten a los primeros pasos, están acompañadas por dos pequeños retratos femeninos y representaciones militares de la campaña de los Andes. La otra lámina en exhibición está presidida por el retrato del general Justo José de Urquiza, primer titular del Poder Ejecutivo de la naciente república representativa y federal, en tanto que la parte inferior muestra escenas de producción ganadera en estancias organizadas, consecuencia de un país con reglas del juego institucionalmente consagradas.
Contra lo que pudiere parecer, el encargo de un documento de estas características no fue una extravagancia de Sáenz Peña. Por el contrario, respondió a una corriente historicista de la época.
El neogótico fue el estilo elegido por algunas monarquías europeas como reválida de un poder antiguo. Así lo expresan, a modo de ejemplos, la reconstrucción del palacio de Westminster en la Londres victoriana; la restauración de la parisina catedral de Notre Dame por Viollet-Le-Duc en tiempos de Napoleón III y el proyecto del marqués de Cubas para la construcción de Nuestra Señora de la Almudena en Madrid durante el reinado de Alfonso XII.
Se trataba de la reivindicación del Unum frente a las rupturas propiciadas por la modernidad. El poder tradicional se reagrupaba bajo el emblema del gótico, expresivo del secular anclaje monárquico frente a las crecientes fragmentaciones sociales favorecidas por la creciente libertad de pensamiento y acción, fruto natural del avance del racionalismo sobre las rigideces de las tradiciones. En otros casos, sólo operó la atracción provocada por los efectos pintoresquistas del estilo gótico.
En Santa Fe, la tendencia también tuvo reflejos. El año de conclusión de la obra de la neogótica basílica de Guadalupe coincide con el festejo del Centenario de la Revolución de Mayo, el regreso al país de Sáenz Peña como presidente electo, el arribo a nuestra ciudad de Francisco Marinaro, destacado pintor, escultor y calígrafo italiano de letras góticas y, también, del trabajo en cinco módulos del artista N. Leoni a la Argentina.
Llegada al país, esta obra fue pagada por Tomás Devoto, pujante empresario de origen ligur; presidente, durante décadas, del Banco de Italia y Río de la Plata, y titular del Círculo Italiano de la ciudad de Buenos Aires. Acto seguido, Devoto la donó a esta entidad, donde aún se conserva; sitio en el que, años atrás, por encargo de la Asociación del Museo y Parque de la Constitución Nacional, Jorge Sanguinetti Heinrich, hijo de la reconocida fotógrafa Annemarie Heinrich, llevó a cabo el trabajo de reproducción fotográfica que se expone en la Bolsa.