La filosofía alemana se caracteriza por su férreo aspecto sistémico y la consecuente construcción de sistemas cerrados de pensamiento, que no encuentra, por eso mismo, asidero alguno en la realidad, se pierde en un mar de pretensiones y vanas ilusiones. En efecto, Martin Heidegger (1889-1976) no fue ajeno a la idiosincrasia de los intelectuales germánicos. De formación católica a temprana edad, bajo los estudios de la escolástica, luego sería influenciado por la filosofía neokantiana y más tarde por la llamada Escuela Fenomenológica de Edmund Husserl (1859-1938), tan renombrada en su época.
Sin embargo, el hecho puntual que lo aventuró hacia "el camino del ser" fue un libro de otro autor alemán, Franz Brentano (1838-1917), titulado "Sobre la múltiple significación del ente según Aristóteles", que llevó al joven Heidegger a preguntase: "Si el ente se dice en múltiples significaciones... ¿Cuál es entonces la significación fundamental de todas ellas? ¿Qué significa "ser"?". Cabe destacar que su base intelectual se inspiró en el método fenomenológico de Husserl, el cual se aplica "al acto de entender", es decir se ubica dentro de la teoría del conocimiento, y específicamente analiza la estructura del fenómeno y su manifestación en la conciencia.
En realidad, el nombrado fenomenólogo alemán buscó "un puente" entre lo dado de manera trascendente -o en sí independiente- y lo inmanente o subjetivo, a partir de una evidencia concreta. Por esto mismo, su compatriota existencialista cayó en un grave error a la hora de aplicar de forma abstractiva la doctrina husserliana (cuando se propuso analizar la determinación de la "existencialidad" desde una descripción fenoménica), pues, evidentemente, no puede ser aprehendida por una metodología que asimismo pretendió erigirse como una ciencia exacta a través de la famosa "fórmula de la reducción" fenomenológica de la cosa en sí y "la puesta en paréntesis" de la intuición intelectiva, sin negar ni afirmar el ser.
Y, si bien Heidegger parece, no obstante, reunir una confusa relación entre "ontología y fenomenología", se rehusó, al mismo tiempo, a aplicar la famosa "reducción", aunque no del todo. Precisamente, porque detrás de la filosofía heideggeriana se esconde un verdadero "idealismo existencial" que se encierra en la inmanencia y en la "nota existencial", ya que el "ser" pierde su estructura metafenomenal, pues se extravía, por consiguiente, en lo fenoménico, esto es, en el orden de lo relativo. Entonces es posible ver que se limita a describir el "ser" tal cual como se manifiesta, o, como diría D.J. Mercier, sin despojar la envoltura sensible de lo material; lo que equivale, en definitiva, a describir su cara externa: la más incompleta de todas. De ahí su gran semejanza con el método de Husserl, que pasó, sin duda, del acto de entender al hecho mismo del ex-sistir.
Por lo dicho, Heidegger utilizó parte de las enseñanzas de su maestro para sistematizar una "analítica existencial" con ciertas aspiraciones pseudo metafísicas vacías de contenido. Además, de ser un autor de extraña y ambigua construcción conceptual, y por ello mismo de marcada oscuridad a la hora plantear su filosofía del ser, que, al igual que Jean Paul Sartre, formularon un sistema abstracto de ideas opuesto a una auténtica filosofía de la existencia al estilo de Gabriel Marcel o Søren Kierkegaard. Ambos autores criticaron fuertemente los modelos filosóficos estructurados y abstraídos, propiamente, de la realidad singular y concreta del hombre.
Más aún, la cuestión metafísica de la "existencia" (esee) o "acto de ser" en términos ontológicos, fue desarrollada de forma magistral por el realismo intelectual de Santo Tomás de Aquino. A grandes rasgos, la existencia como tal viene precedida por la esencia y, a su vez, la esencia se efectiviza cuando recibe la existencia y, por tanto, se vuelve una realidad efectiva. Esta unión tiene una importancia vital en el hecho que no puede desligarse una de otra, pues la esencia mantiene inalterable la cosa, en tanto que la existencia sobreviene a la esencia, para actualizar y perfeccionar la cosa.
La obra principal del filósofo de Friburgo se titula "Ser y tiempo" ("Sein und Zeit"), fue dada a conocer en 1927, pero sólo alcanzó a publicar una primera parte. Allí planteó a grandes rasgos "el problema del ser" y se preguntó por "el sentido del mismo en toda su generalidad". Pero, antes, Heidegger había iniciado su recorrido intelectual con una fuerte crítica a la tradición filosófica occidental orientada al "entendimiento del ser", puesto que, para él, desde Platón y Aristóteles la cuestión precisamente del ser estaba quedando "en el olvido", sin ningún tipo de progreso ni aporte significativo. Sobre todo con la escolástica y la confusión ontológica entre "ser y ente", que intentó superar a través de un análisis etimológico y gramatical para develar su verdadero significado.
Estrictamente, Heiddeger cuestionó que se considera al "ente en cuanto ente" (ens in quantum ens) en cuanto se pregunta por "lo que es", esto es, del ente en cuanto tal. En este punto, el existencialista alemán argumentó que la ontología tradicional se desinteresa del ser (sein) del ente, es decir del ser como tal y del ser en cuanto ser, para dirigirse solamente a la realidad entitativa de aquello que "es".
En ese sentido, la pregunta "superadora" de Heidegger para abrir un "nuevo camino hacia el ser" y para la ontología es: ¿Por qué hay ente y no más bien nada? en el sentido del "hecho de ser", o sea el porqué del existir de las cosas más que ir a analizar la cosa en sí. Ahora el interrogante se traslada a saber: ¿Qué sucede con el ser? o ¿Cuál es el sentido del ser? Tales planteamientos, sin lugar a dudas, vienen a ser la cuestión fundamental de la metafísica, es decir "la primera de todas las preguntas", pues el autor alemán entendió en su "Introducción a la metafísica" que tal interrogante es "la más digna, la más amplia -tan pronto toma al ente en su totalidad-, la más profunda en relación a encontrar el fundamento y, finalmente, la más originaria de todas las preguntas, porque está implicada en cualquier otra pregunta".
Sin embargo, estamos ante una formulación extremadamente extensa, y por ende cargada de ambigüedad y subjetividad. El propio Heidegger no llegó a resolver semejante cuestión, sino meramente a enunciarla, porque se esmera en aclarar que "(…) el alcance de nuestra pregunta es tan amplio que jamás lograremos sobrepasarlo". Su propuesta suprime el objeto de la metafísica, en tanto queda anulado y sin respuesta, lo que provoca un "camino inaccesible" a todo tipo de indagación ontológica.