Miércoles 29.5.2024
/Última actualización 23:55
Horrorizados, palabra que está siendo utilizada por los medios de comunicación que repiten las declaraciones de los variados representantes de organizaciones multinacionales que tienen su posición tomada en lo que respecta a los sucesos de la guerra-respuesta a la agresión gazatí por parte del ejército de Israel.
¿Qué esperaban, que un Estado democrático, moderno, fuerte en sus conceptos del respeto por los derechos humanos, y que considera las libertades de sus ciudadanos como una bandera, se cruzara de brazos y pusiera la otra mejilla a una agresión planificada para eliminarlo? ¿Qué esperaban, que Israel no hiciera nada? ¿Eso esperaban? Es vergonzoso que determinados organismos internacionales, como la Corte Internacional de Justicia (CIJ), las Naciones Unidas (ONU) y distintas organizaciones de los derechos humanos pongan en tela de juicio el derecho inalienable de Israel a defenderse.
Y más vergonzoso es aún que en el juicio de valores igualen las obligaciones entre un país-Estado mundialmente reconocido con un grupo terrorista como es Hamás. Sí, grupo terrorista, no movimiento de resistencia como muchos se esmeran en presentarlo. Ese grupo terrorista que no es un interlocutor válido y Gaza no es un Estado, es un territorio con población árabe limitado al sur con Egipto, al este y norte con Israel, y al oeste con el Mar Mediterráneo. Realmente, como el gobierno de Israel publicita constantemente, lo que está en juego es la existencia misma del Estado-país como tal.
El ataque desde Gaza, el ataque desde el norte, la ebullición en los territorios, los ataques desde Irán con sus proxies (subvencionados logística, económica y armamentísticamente todos: Hamás, Hezbolá, los utis desde el Yemen) y por supuesto la propia República Islámica, que tiene acciones como la de disparar unos 400 artefactos, entre ellos misiles intercontinentales y tierra-tierra, además de drones, que exigen que Israel se defienda hasta recomponer un equilibrio, y así neutralizar las amenazas más cercanas (que son Hamás y Hezbolá, precisamente).
Muchos se rasgan las vestiduras por las víctimas colaterales. Sí, es una guerra y solo aquellos que hayan tomado la iniciativa de leer un poco sobre la historia de las guerras recientes y pasadas a nivel mundial observará el drástico y lamentable resultado que ellas conllevan.
Israel no está solo en esta contienda lo acompañan todos aquellos estados y ciudadanos del mundo que tienen la suficiente capacidad crítica para separar la paja del trigo, viendo que los ideales de "liberación " de los pueblos no implican las políticas de exterminio del otro y no implican tampoco el establecimiento de una única verdad, o el absolutismo religioso como único precepto para la existencia (que es el "móvil" de las fuerzas a las que Israel enfrenta con uñas y dientes, sumándole toda su capacidad tecnológica y bélica con el apoyo indiscutible de la mayoría de la sociedad).
Este evento drástico, el más sangriento desde la fundación del Estado de Israel, implica civiles muertos por bombardeos o atentados; soldados caídos y heridos en el cumplimiento de su deber; infraestructura destruida, zonas desocupadas, soldados de la reserva enrolados combatiendo, inversión en equipamiento y en la logística de la guerra. Todos estos factores están produciendo un gran desgaste, con los lógicos afectados -psicológicamente- por la situación de tensión e incertidumbre, porque la sociedad en su conjunto está creando una realidad económico social y política de inestabilidad que se vive todos los días.
Por lo pronto existe inviabilidad de una posible negociación con un supuesto interlocutor que no lo es tal. Incluyo en esto a los supuestos mediadores. Sobre el primero de ellos, Egipto, vale decir que por estos días, con las distintas acciones realizadas en Rafah, se descubrió la existencia de por lo menos cincuenta túneles por debajo del cruce que ellos mismos supuestamente deberían estar cuidando. Sobre el otro, Qatar, no hay que olvidar que es donde los máximos dirigentes del Hamás son protegidos y disfrutan de multimillonarias fortunas, a consecuencia de dilapidar los ingentes aportes de esos mismos organismos internacionales que censuran y se "horrorizan" con la respuesta israelí. Todo eso, justamente, hace imposible ver una luz al final de esta espiral de violencia.
(*) Santafesino radicado en Israel desde 2002.