Domingo 4.8.2024
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La Universidad Nacional del Litoral (UNL) es el fruto de la movilización de diversos sectores de la sociedad santafesina y de la región que, a principios del siglo XX, concebían la reforma social y política como parte de un proceso de regeneración que involucrara desde la ética pública hasta los cambios institucionales. Dos de las manifestaciones más relevantes de este movimiento fueron la reforma política de 1912, que abrió paso a la democratización electoral del país, y la Reforma Universitaria de 1918, que dio inicio a la democratización al interior de los claustros universitarios y que se expandió por las Américas como un torbellino de libertad, justicia y compromiso con la igualdad.
Esta influencia se ve reflejada en el actual Estatuto de la UNL, que establece:
"Nacida de la renovación social, cultural y política de comienzo de Siglo XX, al amparo de la Reforma Universitaria de 1918; forjada en la confianza del conocimiento por la razón, el pluralismo de ciencias e ideas, la laicidad y el universalismo, la Universidad Nacional del Litoral constituye una república universitaria que, comprometida con los postulados que le dieron origen, lucha por la generación y distribución del conocimiento como un bien público y social, asumiendo el desafío de formar mujeres y hombres libres que, respetuosos de los derechos inviolables e inalienables de la persona humana y el desarrollo sustentable así como la defensa de los valores democráticos, trabajen por una Argentina inclusiva, solidaria, con mayor libertad, igualdad, equidad y justicia e integrada a Latinoamérica y al mundo".
Reformismo y democracia
Por lo tanto, no es un dato menor para la asociación entre reformismo y democracia el punto de partida de 1918. La tradición reformista se manifiesta en dos facetas distintas. En primer lugar, internamente en las instituciones educativas, donde se han consagrado principios como la autonomía, el cogobierno, la libertad de cátedra y la renovación constante del cuerpo docente en nombre del reformismo. Por otro lado, la tradición reformista se extiende más allá de los límites académicos, interactuando con la sociedad en su conjunto.
Este enfoque político de la tradición reformista representa un desafío para la sociedad argentina en su permanente búsqueda para resignificar el sentido profundo de la democracia. La democracia moderna (con su componente representativo), por lo tanto, se erige como el pilar fundamental de la tradición reformista, alcanzando su máximo potencial en el mismo instante en el que se convierte en un medio apropiado para debatir y definir los valores y la estructura organizativa de la sociedad.
En la UNL, la impronta reformista está presente no solo en la institucionalidad, órganos de gobierno, en sus estructuras de enseñanza académica, sus políticas de investigación y en su carácter extensionista que representa su compromiso con la sociedad. Este sentido de organización y participación democrática también está fielmente reflejado en la propia concepción, proyección y concreción de toda la sede edilicia del Rectorado y de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales que conforman la Manzana Histórica.
En este sentido, el Paraninfo, ubicado en el centro de la planta del Rectorado ha sido, desde su inauguración, el lugar de reunión de la Asamblea Universitaria. El Paraninfo ha albergado numerosas actividades académicas, artísticas, científicas y culturales. Y también ha sido testigo de acontecimientos sociales y políticos fundamentales en la historia de nuestra ciudad, nuestra provincia y nuestro país que reafirman la dimensión pública de nuestra Universidad.
Entre otros hechos históricos trascendentes para nuestra democracia, el Paraninfo fue sede de la Convención Constituyente de 1957 que incorporó el artículo 14 bis y modificó el artículo 67 inciso 11, referido a las funciones del Congreso, con el fin de incluir entre sus tareas la sanción de un código del trabajo y la seguridad social. En 1994, al igual que había sucedido en 1957, la Manzana Histórica de la UNL, se transformó para dar lugar a una nueva reforma de la Constitución Nacional, la más importante introducida desde la sanción de la Carta Magna, en 1853.
Esta vez, hubo que readecuar la estructura del Paraninfo para albergar a 305 convencionales constituyentes, distribuidos en diecinueve bloques y a la vez, trasladar todas las oficinas del Rectorado a Ciudad Universitaria con el fin de poder disponer de noventa locales en toda la manzana para la apoyatura de las comisiones, de los bloques de los partidos políticos y sus representantes, como así también para la seguridad y la administración.
La Convención reunida en la Manzana Histórica congregó al más completo y extenso arco político de la época y si bien, por motivo de seguridad, el acceso a las instalaciones estaba restringido, durante los 90 días que se extendió el debate la comunidad universitaria pudo seguir de cerca todas las discusiones e, incluso, tomar contacto con muchos convencionales y asesores en reuniones que muchas veces se continuaron en oficinas, departamentos, bares y hoteles de la ciudad.
Interacción entre los convencionales y el claustro universitario
La interacción con los convencionales fue muy importante para la formación de muchos de nuestros jóvenes docentes y estudiantes que hoy, como profesores, profesionales, jueces o dirigentes políticos, dan muestras de ello. Durante ese tiempo se dieron las más diversas discusiones político-jurídicas, que permitieron la incorporación a la Carta Magna de la Auditoría General, el Consejo de la Magistratura, el tercer senador por la minoría, la Jefatura de Gabinete de Ministros, el pleno ejercicio de los derechos políticos, los partidos políticos como instituciones fundamentales del sistema democrático, el resguardo de la fuente periodística, el mecanismo de democracia semidirecta, la defensa de los consumidores y usuarios de bienes y servicios.
Asimismo, se incorporaron aspectos centrales referidos a la promoción de un ambiente sano y equilibrado, la protección de los datos personales, la creación de la figura del defensor del pueblo, los derechos de incidencia colectiva, el reconocimiento y protección de los pueblos indígenas, la protección de la salud, seguridad e intereses económicos, el patrimonio natural y cultural y la incorporación de los tratados internacionales como fuente normativa, entre otros.
Pero, sin lugar a dudas, fue la relativa a la incorporación de la autonomía universitaria (a través del artículo 75, inciso 19, en el que se garantizan los principios de gratuidad y equidad de la educación pública estatal, así como la autonomía y autarquía de las universidades nacionales), la medida con rango constitucional más relevante para las universidades públicas, ampliamente debatida, analizada y requerida por toda nuestra comunidad.
El haber servido de ámbito de debate de los Convencionales Constituyentes de 1994 nos ha permitido ser testigos directos de uno de esos hechos que marcan el rumbo de la historia de un país, no sólo porque dio lugar a la reforma más importante -al alcanzar a cuarenta y tres artículos, entre los modificados y los nuevos, a los que se agregan diecisiete cláusulas transitorias-, sino también porque se mantuvo la Constitución histórica, jurándose la de 1853, con las reformas de 1860, 1866, 1898 y 1957.
La reforma constitucional de 1994 incorpora una nueva impronta en relación con numerosos e importantes derechos políticos, económicos, sociales y culturales, que no pueden quedar solamente como un punto de inflexión para la vida institucional de la Argentina. A los universitarios nos tiene que seguir interpelando y movilizándonos para la consecución de una sociedad más justa, libre, democrática e igualitaria.
Artículo de la serie producida por la Asociación Museo y Parque de la Constitución Nacional para El Litoral con motivo de los treinta años de la Reforma Constitucional.