Por Graciela Pacheco de Balbastro
Lo llaman bellasombra
Por Graciela Pacheco de Balbastro
Personaje indiscutible de toda pintura que se precie de ser costumbrista, compañero inseparable del gaucho y del paisano, protagonista de nuestra literatura, su sombra pervive asociada a la memoria de la guitarra y todavía no nos hemos puesto de acuerdo si es una hierba o un árbol. Parece que nos ha venido engañando desde su especie, su etimología, hasta sus orígenes.
Él hizo famosa la pampa y ella le agradeció con ilustre ropaje. Pero su nombre es guaraní y dicen los que saben que es propio de los esteros del Iberá. Pero quien los haya recorrido en camioneta, a pie, a caballo, en canoa ¿Los ha visto por allí alguna vez? La Pampa, ese enorme territorio sin mesura y el ombú han hecho un maridaje indisoluble, aunque ya la Bellasombra, no ande por allí.
Tal vez, sea su nombre, ombú, el que atestigüe que su origen se ha situado en los esteros del Iberá, ya que es palabra guaraní, umbú, que significa sombra o bulto oscuro. Y esta es su leyenda.
Los hombres de la tribu se habían ido a guerrear. Y esta vez sería la Gran Guerra, la definitiva para terminar con los atropellos y robos a los que los sometía la tribu enemiga. Las mujeres pidieron que antes de irse, dejaran carne seca, raíces de mandioca, hojas de caá (1), para poner en agua caliente y entre todos realizaron la recolección de palmitos, semillas, huevos y miel de camoatí.
Ombí, la mujer del cacique, se hizo cargo de los que quedaban: viejos, algunos pocos enfermos, y los hijos que no habían acompañado a sus padres. La muchacha estaba entregada a la tarea de que en ausencia de los hombres, nada perturbase la paz de los suyos. Sospechando que los alimentos no alcanzarían hasta el regreso de los guerreros, organizó grupos para seguir acopiando todo lo que la naturaleza les podía brindar.
Pidió a las que no tenían hijos, que fueran a recoger caraguatá (2) para extraer las fibras que utilizarían para tejer. Bien sabía ella que si no se trabajaba, pronto comenzarían conflictos y desesperanza. Con otro grupo dispuso que las semillas de abatí (3), no serían utilizadas para hacer la harina de maíz, sino para sembrarlas y tener choclos frescos y más granos secos.
Como había una aguada cercana, desde allí traían todos los días, agua para regar. Mientras, otras mujeres con los chicos, seguían recogiendo lo que el paisaje podía darles. Ellos sabían hacer trampas y así cazaban perdices, apere'a (4), y hasta alguna lagartija. Fue pasando el tiempo, día a día, semana a semana, en la larga y angustiante espera, la "provista" se iba acabando. Pero al mismo tiempo, los granos de maíz habían explotado en gráciles plantitas.
El calor había aumentado. Muchas veces el cielo nublado prometía lluvia, pero la tierra se iba secando. El sol parecía derretirse sobre la tierra. La aguada era sólo barro. Las plantas de maíz se inclinaban apenadas. Kuarahý (5) no mostraba piedad. Todo ardía bajo sus rayos implacables. Ni lluvia ni sombra. El agua, segura debajo de la tierra, hilvanaba historias de infortunio. Ombí recorría el sembrado. Trataba de protegerlo con su sombra. Pero nada bastaba. Las mujeres se guarecían junto a los niños y los ancianos. Y Ombí quedaba sola... ¡Cada vez más sola!
Las plantas claudicaron. La muchacha se arrodilló junta a una que parecía hacer fuerza para sobrevivir. Sintió que la falta de agua y de sueño, a ella también la iban venciendo. Gotas saladas corrieron por la piel seca y lloró. Cayó junto a la planta y lloró. Y lloró. La tierra golosa bebió su llanto y alimentó a la planta.
Al día siguiente, cuando el fresco amaneció con el día, fueron a buscar a Ombí. Su cuerpo tenía también el color de la tierra, pero la planta había sobrevivido y allí, muy cerca, había crecido un árbol que jamás habían visto. Regalaba sombra todo a su alrededor. En honor a Ombí, lo llamaron ombú.
(*) "Esta leyenda más que reelaboración es un palimpsesto. Sobre una, reelaboré la otra, pues ninguna de las encontradas justificaba plenamente su existencia. No hallé ninguna procedente de un trabajo de campo" (la autora).
Aclaraciones: