Como es sabido, la aplicación de las leyes en la época colonial raras veces estaba en manos de hombres con formación jurídica. Los pocos letrados que había, solían residir en las ciudades donde funcionaban los tribunales superiores (Reales Audiencias), cuyas jurisdicciones eran inmensas, al punto que la más próxima a Santa Fe se encontraba en la ciudad de La Plata, en la provincia de Charcas del actual territorio de Bolivia, salvo un breve período en que funcionó uno de estos tribunales en Buenos Aires en la década de 1660.
A pesar de todo esto, tuvimos un abogado en Santa Fe en la primera mitad del siglo XVII. Nadie lo imagine sentado en su bufete a la espera de clientes en la tranquilidad pueblerina de Santa Fe la Vieja. Todo lo contrario, el licenciado Gabriel Sánchez de Ojeda desarrolló una actividad asombrosa en la mayoría de los centros poblados dentro de la inmensidad del virreinato del Perú, del que formaba parte la incipiente ciudad fundada por Garay en la que se avecindó, contrajo matrimonio, y dejó su sepultura.
Sobre su ajetreada vida itinerante han escrito Raúl A. Molina y Luis María Calvo en sus completas recopilaciones biográficas de los pobladores de Buenos Aires (1580 – 1720) y de Santa Fe la Vieja (1573 - 1660), respectivamente. También le dediqué varias páginas en la "Historia de la abogacía en Santa Fe", en tanto primer abogado de nuestra ciudad.
Trabajoso sería seguir el rastro de sus actividades, pues consta que vivió en diversas épocas en Santiago de Chile, donde nació en 1570 y regresó para residir entre 1608 y 1613, y en cuya Real Audiencia se había matriculado, como también lo había hecho en la ciudad de Lima, en cuya Universidad estudió y fue examinado por el alto tribunal de la capital virreinal. Recuérdese que por entonces las universidades otorgaban los títulos académicos de bachilleres, licenciados o doctores en Derecho, pero eran las Audiencias las que concedían las licencias para litigar dentro de sus jurisdicciones, luego de prácticas forenses y exámenes habilitantes.
Fue también en Lima donde Sánchez de Ojeda fue sometido a proceso por el Tribunal del Santo Oficio en 1608 a raíz de ciertas expresiones que había vertido y que se consideraron blasfemas, y donde se presume que vivió desterrado entre 1626 y 1636, tras verse comprometido en los conflictos políticos de Buenos Aires entre "beneméritos" y "confederados", fracciones severamente enfrentadas de la época de Hernandarias.
Dejó huella a su vez en Charcas, donde también fue examinado por su Real Audiencia, ante la que sostuvo después diversos procesos como profesional litigante; en Santiago del Estero, donde fue asesor del gobernador en 1607; en Asunción del Paraguay, donde asesoró a Hernandarias y redactó sus Ordenanzas de 1603; en Buenos Aires, donde fue asesor del Cabildo en 1615, procesado por la Justicia Eclesiástica en 1616, letrado del Cabildo en 1619, alcalde en 1620 y teniente de gobernador el mismo año; y en Santa Fe, donde contrajo matrimonio y fundó su familia, compró tierras en 1599, fue regidor en 1604, donó tierras a los jesuitas en 1615, figuró en el Padrón de Góngora de 1622, asesoró al Cabildo en 1625, vendió tierras en 1626, fue alcalde en 1636 y vivió su ancianidad.
¿Desconfianza o temor hacia los abogados?
Un episodio ocurrido en Buenos Aires en 1613 pone en evidencia el sentimiento de inquietud que la presencia de letrados podía inspirar a la dirigencia porteña de principios del siglo XVII. El 22 de octubre el Cabildo de Buenos Aires se alarma ante la noticia del próximo arribo de tres abogados entre los que figuraba Gabriel Sánchez de Ojeda, sospechados de llegar con "ánimo de que haya pleitos para ganar plata", por lo que se les impidió el ingreso a la ciudad. La realidad era otra: la resistencia de los cabildantes respondía al temor de que se pusieran al descubierto sus negocios ilícitos, especialmente vinculados a la introducción ilegal de esclavos africanos.
Es que el grupo de poder que dominaba Buenos Aires y que Vicente Sierra llama "pandilla", se conformaba por poderosos mercaderes que practicaban el contrabando de géneros y esclavos, digitaban las elecciones capitulares y encarcelaban a sus adversarios, encontrando solamente en Hernandarias un oponente temible. Uno de los cargos que les formuló el primer gobernador criollo en un proceso de 16.000 fojas iniciado contra la "pandilla" fue el de "haberse atrevido para que no entrasen letrados, ni fuesen recibidos en la dicha ciudad y que si entrasen algunos fuesen echados y desterrados". Y agregó: "las letras, después de la fe católica y la religión cristina, es lo más importante que hay, que más incitan a la virtud y a la justicia", con lo que el yerno de Juan de Garay quería decir que el Derecho y la presencia de quien lo supiera aplicar, eran fuente de justicia entre la población.
Aunque Hernandarias había premiado en 1602 sus servicios en Asunción con la concesión de tres leguas de tierra en Santa Fe y dicho de él que era "persona benemérita", no era sin embargo, Sánchez de Ojeda, ajeno a la corrupción y a la influencia de la "pandilla", por lo que también él fue alcanzado por la Justicia y desterrado del Reino del Perú, luego que se desempeñara, en la cumbre de su carrera, como teniente de gobernador y justicia mayor de Buenos Aires, oportunidad en que se le embargaron bienes que incluían su valiosa biblioteca.
Su residencia en Santa Fe
Como puede apreciarse, nuestro primer abogado no encontraba en Santa Fe campo propicio para el desarrollo de sus intereses. Aquí se había casado con Jerónima Arias Montiel y poseía tierras, parte de las cuales donó al Colegio jesuítico en 1615. Su espíritu andariego y su afán de mantenerse en los centros de poder lejanos a Santa Fe, hicieron que descuidara su vida marital, por lo que fue conminado el 8 de marzo de 1616 por la autoridad eclesiástica a restituirse a su hogar con su mujer, intimación que no parece haber acatado por ese entonces.
A partir de la década de 1630 al fin se establece definitivamente en esta ciudad donde ocupa cargos como cabildante. En 1636 es alcalde de primer voto, cuando su cuñado Alonso Fernández Montiel es teniente de gobernador. Aparece una división entre los miembros del Cabildo y se adivina un enfrentamiento de partidos al revisar sus actas.
Este desempeño de Sánchez de Ojeda como alcalde lo coloca en la posición de primer juez letrado de nuestra provincia, pues durante todo el período colonial la justicia de primera instancia era administrada por el Cabildo y estaba a cargo de jueces sin formación jurídica que procedían en base a conocimientos rudimentarios o sentido común, cuando no recurrían al asesoramiento de abogados de otras ciudades.
Luego de estos conflictivos episodios, Sánchez de Ojeda, con casi 70 años, no parece que haya tenido nuevas actuaciones públicas. Todavía firma una escritura el 6 de mayo de 1646 en la que formaliza una vieja venta de tierras que hiciera a favor de su cuñado Hernando Arias Montiel, en una encrucijada de caminos cuando el licenciado partía desterrado hacia el Perú.
Sus restos debieron ser sepultados en la Iglesia de San Francisco, pues en su testamento de 1645 su hija, Sebastiana Ojeda, manda ser enterrada en la sepultura de sus padres, en la que debía yacer su madre, aparentemente reservada por el abogado, ya que todavía vivía.
Con posterioridad a Gabriel Sánchez de Ojeda, no encontramos abogados en Santa Fe hasta la segunda mitad del siglo XVIII, que es cuando aparecen los primeros letrados santafesinos.
(*) Contenidos producidos para El Litoral desde la Junta Provincial de Estudios Históricos y desde el Centro de Estudios Hispanoamericanos.