La denuncia de la exprimera dama Fabiola Yáñez contra su expareja, el expresidente Alberto Fernández, muestra un costado lamentable del ya devaluado primer mandatario. Además, la permanente carga de datos sobre la vida irregular que el entonces presidente llevaba adelante con noviazgos varios y contrataciones ad hoc se han convertido en un culebrón con audiencia internacional.
Casi todos los días aparecen nuevos datos sobre relaciones con mujeres que fueron, luego de ser contactadas por Alberto Fernánez, nombradas en la estructura del Estado nacional como recompensa a las respuestas brindadas. Todo podría merecer solamente un reproche ético sino fuera porque gran parte de esas aventuras tuvieron lugar en el período de la cuarentena impuesta por el Covid que dejaron un saldo de más de 130.000 muertos en la Argentina.
La llamada “Fiesta de Olivos” fue el detonante de una elección perdida para el peronismo pero, ahora, los argentinos acceden a nueva información y descubren que la fiesta no fue una sola y que “mi querida Fabiola” no era la más apegada a las burbujas y la buena vida, sino que gran parte de la diversión en la quinta presidencial estaba impulsada por quien sermoneaba y amenazaba a quienes siquiera pretendiesen salir a dar una vuelta a la manzana.
Una de esas protagonistas -aunque ella sostiene que se tratan de mentiras- es Sofía Pacchi, una empleada de Ceremonial que prestaba servicios para Fabiola Yáñez pero que habría estado ligada con una relación al presidente Fernández. Aquella fue la primera de la que se tuvo noticias pero se han sumado -y se siguen sumando- varias más. Una audiencia enorme sigue la incorporación diaria de información con una mezcla de fastidio y morbo.
La Residencia
Emplazada a un poco más de 17 kilómetros de la Casa Rosada, la quinta presidencial de Olivos tiene tras de sí, una larga historia. El terreno que era un páramo frente al río, fue adquirido por Manuel Basavilbaso y luego heredado por Miguel de Azcuénaga a principios del siglo XIX. El predio quedó en manos de la familia y ya en manos de su hijo, Miguel José, se construyó el chalet que fue diseñado por el pintor Prilidiano Pueyrredón que había estudiado arquitectura en Francia.
Miguel José de Azcuénaga y Basalvibaso murió en 1873 sin dejar descendencia, y la casa pasó a su sobrina María Rosa Martina de Olaguer Feliú Azcuénaga y cuando falleció en 1903 la casa quedó en poder de su hijo Carlos Villate Olaguer. Así se hizo cargo de la quinta el último descendiente de las familias Azcuénaga, Basavilbaso y también del virrey Antonio Olaguer y Feliú.
Casi como un preanuncio, el heredero se dedicó a la vida disipada, con viajes a Europa en donde disfrutaba del “bon vivant” con los dineros familiares. Soltero y sin descendencia, cuando la muerte lo cercó a los 46 años decidió ceder los terrenos de Olivos con todo lo plantado y clavado al “Superior Gobierno de la Nación Argentina” para que sirviese como residencia de los presidentes. La donación fue aceptada por decreto del 30 de septiembre de 1918, con la firma del presidente Hipólito Yrigoyen y el 3 de septiembre de 1920 se aceptó la donación ante el juzgado Civil.
Pasaría más de una década para que fuera utilizada, al menos en parte, y le correspondió al presidente Agustín P. Justo quien hizo una colonia de vacaciones para chicos llamada “Colonia de Niños Débiles General José de San Martín”.
Entre motos y jóvenes
Pero quien le dio un uso como residencia fue el presidente Juan Domingo Perón. Ocurre que tras el fallecimiento de Eva Duarte, el general había entrado en una depresión que afectaba hasta su gestión de gobierno. Por eso, el ministro de Educación, Armando Méndez San Martín, acudió al líder con la idea de destinar parte del espacio de la quinta para una agrupación que nacería bajo el nombre de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) para recreación cultural y actividades deportivas tanto para jóvenes y niñas.
Lo que subyacía en la propuesta era que Perón se motivara con la presencia de los jóvenes y que generara alegría en su entorno y se contagiara de entusiasmo juvenil. Fue así y un poco más. Ocurrió que el general terminó vinculado sentimentalmente con una de las jovencitas que frecuentaba Olivos: Nelly Rivas. Ella tenía 14 años y el general cargaba con 58. Pero terminaron en una convivencia que se hizo pública en el Festival de Cine de Mar del Plata en 1954 y que se interrumpió con la Revolución Libertadora. La joven y su familia sufrieron persecuciones mientras que el expresidente rehacía su vida en España.
De aquella historia de amor prohibido a una serie de narraciones de terror. La quinta de Olivos fue el telón de fondo para la ruptura de la pareja presidencial y para los golpes y el maltrato que denuncia la primera dama. Imágenes de violencia sobre el rostro y cuerpo de Fabiola que la Justicia dictaminará sobre la autoría y castigo correspondiente. Mientras tanto que ello ocurría y debía quedar encerrada en la casa de huéspedes, la vida licenciosa del presidente seguía su curso y los ingresos a Olivos, por la calle Carlos Villate Olaguer, seguían el mandato no escrito de su donante: la “buena vida” con los dineros de otros.