Lunes 8.2.2021
/Última actualización 23:27
Las metáforas populares pueden ser más significativas de lo que se proponen. La agrietada disyuntiva de asado o polenta cayó en un dilema para el relato: tanto el ganado bovino como los granos de maíz se exportan. Y el gobierno argumenta que con cupos y más aranceles, esto se soluciona.
Y si bien nadie puede predecir el futuro, la afirmación es históricamente contrafáctica. Néstor Kirchner lo intentó en vano desde 2006, cuando impulsó a Guillermo Moreno a Comercio Interior; hoy es el ex funcionario el que dice que el país va al “desastre”.
“La emisión para financiar el déficit fiscal en el 2020 hizo que el dinero en poder de la gente suba muy por encima de la inflación. Con la producción en declive, esto genera fuertes presiones inflacionarias. En este marco, los acuerdos de precios y salarios son meras buenas intenciones, si no se ordena integralmente el Estado”.
El párrafo pertenece a un informe del Instituto para el Desarrollo Social que dirige el economista Jorge Colina. Allí se detalla que “la cantidad de dinero en poder del público (efectivo, cuentas corrientes y cajas de ahorro) pasó de $ 2,5 a $ 4,6 billones, o sea, se expandió en un 84%”.
Mientras el presidente acusa a la especulación corporativa como fundamento de la inflación, en el mundo de los analistas económicos no kirchneristas la causa es “la maquinita”. Martín Tetaz recordó hace un par de semanas que el déficit fiscal 2020 de la Argentina fue de $ 2,3 billones, y que el 88 % se financió con emisión. Para él, “el circulante en poder del público aumentó 62% punta a punta”.
Sea cual fuere el cálculo más acertado, lo cierto es que la inflación del 36,1% calculada por el Indec fue mucho menor al crecimiento de la cantidad de billetes en los bolsillos o en depósitos a la vista. Y se sabe que con el cepo cerrando caminos al dólar y sin que haya mayor oferta de bienes y servicios, eso produce inflación.
El gobierno insistió con precios máximos que ya muestran filtraciones y faltantes de mercaderías; el dólar oficial que no existe para quien lo quiera comprar, las tarifas congeladas a las que YPF y su deuda no logran contener y la suspensión de movilidad jubilatoria.
Por estas horas ensaya una singular mesa de concertación, en la que los invitados no están sentados al mismo tiempo en la mesa: los gremialistas van primero, los empresarios después. Además la Casa Rosada ya puso en el presupuesto la pauta del 29% de inflación para 2020 y no convalidará paritarias que superen un par de puntos esa medida. El ultra combativo Sergio Palazzo (bancarios) ya mostró la docilidad que el caso requiere.
Los fabricantes de alimentos irán luego a repetir lo que ya han advertido: la inflación le subió los costos y es difícil contener precios y recomponer salarios. Copal -la coordinadora de productos alimenticios- calculó que en 2019 los precios máximos y cuidados habían aumentado en promedio un 28% (los no controlados 56%) mientras que los costos de producción se encarecieron casi 50%.
Por eso la “sensación de inflación” en la mesa de los argentinos no se limita al asado y la polenta. Y es mucho mayor de lo que dicen las argumentaciones oficiales o los promedios del Indec.
La inflación acecha
El pasado año cerró con una inflación del 36,1%, mucho menor al 54% que dejó la administración Macri en 2019. Si bien el año pasado se volcaron $ 2 billones desde el BCRA al mercado monetario, la baja circulación de la gente -aislamiento- bajó los indicadores (1,5 en abril y mayo; 2,2 en junio; 1,9 en julio).
Pero con el distanciamiento volvió la actividad y el IPC cerró en diciembre al 4% a pesar de que la recesión se ubicaría por encima del 8% anual en términos de PBI.
El informe de Idesa destaca al respecto que “la gente hoy tiene un 35% más de capacidad de compra que cuando comenzó el año. Sin embargo, el Producto Bruto Interno (PBI), que es la cantidad total de bienes y servicios disponibles para comprar, se contrajo”.
Y advierte: “que haya más dinero en poder de la gente y menos oferta de bienes y servicios genera un desbalance que mantiene una fuerte presión sobre los precios. Esto hace presagiar que en el 2021 la inflación seguirá creciendo”.
Si las vacunas llegan, la pandemia no detiene una vez más la actividad, se logra un acuerdo con el FMI y la mesa de concertación tiene éxito, el PBI crecerá 5,5%. Pero aún si todo eso va bien, el déficit fiscal primario sería de 4,5% y se financiaría en un 40% por nueva deuda en pesos y en un 60% por emisión monetaria. Eso supone imprimir este año 1 billón de pesos más.